Un rearme opositor, que se diga rearme, no vemos en absoluto. Pero sí pudimos ver que la oposición a Dina Boluarte aprovechó pasajeramente el ‘efecto Rosselli’. ¿En qué consistió este? En que las mentiras de Amuruz para minimizar su presencia en la fiesta que acabó en un muerto desangraron al llamado ‘Bloque Democrático’. Fue una bofetada de frivolidad limeña a un Congreso que es mayoritariamente (70%) regional. Por añadidura, el impacto de la performance de Rosselli fue tan profundo, que causó fuertes tensiones al interior de su bancada de Avanza País.
Los congresistas de Avanza, siendo tan vocingleros, tuvieron que callar y evadir a la prensa. Los fujimoristas han confesado (se lo pregunté a Patricia Juárez y Rosangela Barbarán) que ellos esperaban que Avanza convenciera a Amuruz de renunciar, para ahorrarse el dilema de salvarla o censurarla. Enterados de que no daría el paso al costado, optaron por abstenerse. Saben que mantenerla tiene un costo alto, pero tenían miedo de que si la obligaban a irse la oposición se rearmara y cobrara un nuevo cupo en la mesa directiva. Waldemar Cerrón había llegado por las buenas, porque ellos negociaron con Vladimir Cerrón, el líder de Perú Libre, las condiciones de su arribo; pero el reemplazo de Rosselli podría haber llegado de sorpresa, por las malas.
Vácame si te atreves
La congresista Ruth Luque, de la bancada de izquierda Cambio Democrático Juntos Por el Perú, no le da mayor importancia al ‘efecto Rosselli’ y tampoco se hace ilusiones con la posibilidad de que la izquierda venza a lo que llama ‘nuevo oficialismo’. Le pregunto, ¿cómo explica la presentación de una primera moción de vacancia contra Dina Boluarte? “No veo un rearme opositor; lo que veo es un intento de quedar bien con tus electores y eso adquirirá otros matices el próximo año que se acerque la coyuntura electoral. En las regiones, Amuruz no está en las portadas, son otros los temas que marcan el rechazo al gobierno”.
La cusqueña Luque, por cierto, firmó la moción de vacancia aunque dice desconocer su gestación y porqué la presentó el congresista no agrupado y ex Perú Libre, Álex Flores. Sin embargo, de alguna forma está presente en su génesis. El 7 de septiembre presentó ante el TC una demanda de inconstitucionalidad contra la Ley 31810 que modifica la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo (Ley 29158), porque esta colisionaría con la Constitución que dice que, en caso de viajes del presidente, lo reemplazan los vices. Como no los hay, se generó esa ley polémica. La moción de Flores apunta a que la presidenta viajo ilegalmente, lo que es causal directa de vacancia. Ahora bien, aún si el TC la declarara inconstitucional, que es una mediana posibilidad, los viajes serían legales mientras la bendita ley estuviera vigente.
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La moción no solo era precaria en su forma (apela a esa causal inaplicable y a la vez habla de incapacidad moral permanente) sino en su presentación misma: Flores consignó el mínimo de firmas, 26, para que sea recepcionada. Con las dos primeras que se retiraron, de los ‘niños’ Elvis Vergara y Raúl Doroteo, se cayó. Le pregunté a Flores, de muchas formas, por qué la presentaba con inconsistencias de fondo (los viajes legales, la incapacidad moral permanente apenas sustentada con dos párrafos desganados sobre los muertos en las protestas); y no me dio respuestas convincentes. A lo sumo se trataba de un primer tanteo, de bancadas que prefieren no dar la cara. La tesis de Luque sobre la necesidad de quedar bien con sus electores cobra sentido para el ayacuchano Flores. Por lo demás, es cómodo, para las bancadas que apoyaron su moción, que sea un no agrupado el que se haga responsable de la iniciativa y de su derrota; sin salpicarlos tanto con una u otra. Fue el papel que jugó el no agrupado Edward Málaga cuando promovió la tercera vacancia contra Castillo. “Es más fácil que el Congreso logre su bicameralidad que mover a Dina”, concluye Ruth Luque, riendo, nuestra conversación.
Ay, los polos
El ‘Bloque’, reconvertido al oficialismo tácito, no se quedó tranquilo tras la merma de las protestas en febrero. Con el archivamiento del adelanto de elecciones, estaba claro que la izquierda quería sobrevivir en sus curules hasta el 2026. No buscaría dinamitar la gobernabilidad de Dina; pero sí pelearían al Congreso la mesa directiva para imponer una agenda que buscara clientelas no precisamente empresariales, sino de gremios populares, trabajadores CAS en busca de nombramiento, informales buscando regulaciones laxas y leyes declarativas para contentar a sus regiones. Algo parecido a lo que ya sucede -un populismo contra reformista- pero con beneficiarios distintos.
Para conjurar el peligro de un rearme opositor, el fujimorismo, APP y Avanza País hicieron su movida más exitosa de los últimos meses: invitaron a Perú Libre, en la figura de Waldemar Cerrón, a participar en la mesa directiva, y dividieron al bloque de la izquierda. El propio Perú Libre se partió (Flores, el autor de la moción de vacancia, renunció en ese trance). Las dirigencias partidarias –siempre más lúcidas y experimentadas que las bancadas- del ‘Bloque’ negociaron con Vladimir Cerrón, hermano de Waldemar, el pacto para compartir la mesa. Propios y extraños se rasgaron las vestiduras por esas negociaciones que les parecieron contranatura. Pero, la derecha y su centro amigo, lograron su cometido: conservaron la mesa y debilitaron a la oposición.
El punto en común entre PL y la derecha, declarado por Cerrón sin pudor, es su odio a los ‘caviares’. Muchas fisuras y heridas provocan esa coincidencia: el conservadurismo en materia de derechos sexuales y reproductivos, el odio que les provoca su arrogancia o aura de ‘superioridad moral’ de los progresistas, sus credenciales técnicas y fuerte presencia en el Estado, su limeñismo. De ahí que, con un poco de salsa a la huancaína (los Cerrón son de Huancayo) la derecha cuente con los votos de PL para su principal ataque al enemigo ‘caviar’: defenestrar a la JNJ, reputada como ente de diseño caviar, creado, para que todo encaje en la narrativa y en la ojeriza, por un referéndum que promovió Martín Vizcarra, caudillo de los ‘caviares’.
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La izquierda aludida en el encono contra la JNJ, se quedó sola en la Comisión de Justicia. La difusión de su proyecto de informe final, elaborado por el equipo de su presidenta, Janet Rivas de PL, produjo un efecto fatal para la causa institucionalista. El texto provisional solo recomendaba amonestar a los magistrados; pero la apabullante mayoría de derecha en la comisión, soliviantada por la difusión de ese texto, volteó las conclusiones y aprobó –con cargo a redacción, pues se estaba por vencer el plazo- remover a todos los magistrados. La votación final en el Pleno, que iba a ser el viernes, se postergó para dar pase a la discusión del presupuesto suplementario (y por prudencia de última hora). Será la semana subsiguiente, pues la que viene es ‘de representación’ y los congresistas viajan a sus regiones. Ese duelo en la calle central mostrará de qué miedos, valores, cálculos y fobias está hecha la oposición.
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