

Indignada ante la revelación de que el chico que consideraba especial ha filtrado un video íntimo suyo, Janalice (Domithila Cattete) decide abofetearlo frente a sus compañeros de aula. “También le gusta duro”, responde el aludido en un alarde de cruel cinismo. No obstante, este incidente –que no se extenderá siquiera cinco minutos—no es ni por asomo el reflejo de todo lo que vendrá después. La joven –en adelante Jana—es la protagonista de “Los ríos del destino”, nueva miniserie brasileña que, en apenas cuatro episodios, ha estremecido a la audiencia de Netflix en Latinoamérica.
Muchas de las virtudes que contaremos a continuación respecto a “Pssica” (como es el título original de esta miniserie, y que en castellano significa ‘mala suerte’ o ‘maldición’) tienen que ver con el equipo que tiene detrás de cámaras. Como director, Quico Meirelles ratifica que, con apenas 37 años de edad, tiene un prometedor futuro en la profesión que le permitió a su padre, Fernando, dar la vuelta al mundo. Precisamente este último, nominado al Oscar en 2004 por “Ciudad de Dios”, hace las veces de productor en este nuevo lanzamiento de la plataforma con más suscriptores a nivel mundial.
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“Los ríos del destino” parte de la vulneración a la intimidad de una adolescente y luego se bifurca en dos historias más. Así pues, en la primera de las tres, Jana sufre un doble castigo: todo Pará (donde vive) parece tener el dichoso video íntimo en su celular. Segundo, a su padre decepcionado, se le suma una madre ultra conservadora que no encuentra otra forma de enfrentar el caos desatado que expulsando a su hija del hogar “porque es lo que Dios quiere”. El padre aquí poco o nada influye y, consciente de ello, en algún momento simplemente desaparece. En la miniserie de los Meirelles, los rasgos de los personajes lucen bastante bien delineados.

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Basada en la novela del mismo nombre publicada por el escritor brasileño Edyr Augusto en 2015, esta adaptación explota con clara naturalidad y suma intensidad un espacio geográfico como la Amazonía. En paralelo a la catástrofe familiar de Jana, la miniserie expone una ausencia permanente de autoridad, vinculada al resguardo de los desplazamientos fluviales sobre el Amazonas. En ese sentido, aunque ya se ha visto en otras series y películas la escandalosa facilidad con la que en ocasiones se asaltan y secuestran embarcaciones en movimiento, en “Los ríos del destino” este factor parece ser un estilo de vida.
Es justamente en este espacio, digamos, ‘acuático’ que podemos ubicar al segundo protagonista de esta miniserie: Preá (Lucas Galvino), una ‘rata de agua’ que, liderado por su mentor (El Jefe) y acompañado por una docena de lugareños, asaltan todas las naves que les sean posible. Así, pues, pistola en mano, el joven intentará no solo hacerse respetar entre sus iguales, sino prevalecer por encima de El Gigante, otro ladronzuelo –más psicótico que él-- que parece siempre dispuesto a pelearle su liderazgo.

Aunque “Los ríos del destino” parece ser la historia de Jana y el fin de su libertad, ciertamente, la miniserie de Meirelles termina, con el avance de los episodios, dándole un peso ligeramente mayor a Mariangel (Marleyda Soto), una exguerrillera colombiana que trata de proteger a toda costa su nueva vida (con esposo e hijo adolescente incluido) en Pará. Cueste lo que cueste, esta madre de armas tomar propone a su marido resistir seis meses más “hasta que haya el dinero suficiente para mudarse a Sao Paulo”. Como ocurre en el caso de Jana, aquí el papá también desarrolla un papel cercano al de un espectador. Pero eso poco importa ya que un plot twist lo cambiará todo. Una noche, la pandilla de Preá llega a la casa donde viven Mariangel, su esposo y su hijo. Descubiertos en algún momento, las ‘ratas de agua’ acaban con los varones del hogar.
Con Jana maquinando cómo huir de la casa de una tía descuidada y un tío abusador, Preá en constante enfrentamiento con El Gigante, y Mariangel tramando una venganza apoyada por el novio de su fallecido hijo, la miniserie se convierte en el relato de una permanente y a ratos frenética búsqueda, en la cual varios factores resultan verosímiles, pero otros, lamentablemente, no. Entre los primeros podemos decir que todas las circunstancias que rodean a Jana lucen genuinas. La adolescente cae siempre en un lugar peor que el anterior. Y aunque no estamos frente a una chica ‘sumisa’, porque nuestra protagonista se enfrenta a sus abusadores y explotadores con lo que tiene a la mano, el destino siempre parece dispuesto a doblegarla.
Aunque un puñado de los pandilleros de su grupo lo respalda sin titubeos, Preá no luce cómodo y su búsqueda está más bien vinculada a la redención. El joven ojos claros se cruza en el camino con Jana y queda prendado de su belleza. En lo que podría considerarse el efecto de una fantasía, el líder de las ‘ratas de agua’ le ofrece liberarla para irse con ella y hacerla feliz el resto de su vida. “Yo tengo dinero, ¿cuánto quieres?”, afirma cada vez que un explotador de la menor se le pone en frente. Sin embargo, casi nadie lo respalda. “Lo único bueno que me dejó la vaca de tu madre fuiste tú”, le dice El Jefe, tras remarcarle que no debe enamorarse porque mujeres hay muchas.

Volvemos a lo dicho líneas arriba, es con Mariangel que el guion se ha congraciado. Su personaje está lleno de claroscuros, representados no solo por sus reminiscencias de su pasado en la guerrilla (y de los momentos aciagos que vivió en dicha etapa en Colombia), sino también por el dolor que le genera recordar aquella noche en que vio baleado a su esposo en la puerta de casa, y también la madrugada en que recogió a su hijo muerto en pleno Amazonas. No hay respiro para una mujer que parece hecha para sufrir y que, en el camino de concretar su venganza conectará –nada menos—que con lo más cercano a un héroe de carne y hueso en este pequeño universo de personajes oscuros y sin alma: Amadeu.
Interpretado por el actor Sandro Guerra, el detective Amadeu es compadre de los papás de Jana. Es él a quien recurren al enterarse de su desaparición. Algo entrado en años y sin una capacidad física que sobresalga, este oficial usa su astucia y experiencia para acercarse lo máximo posible al entorno que tuvo Jana antes de pasar a cautiverio. Amadeu brinda sosiego a los padres de la adolescente y, aun cuando las posibilidades de cumplir son mínimas, les promete llevarla de regreso a casa. En el camino, por supuesto, desarrollará una serie de técnicas detectivescas que mantendrán la tensión en los espectadores. Asimismo, matará y se expondrá a la muerte. Su caso es, lamentablemente, el de los menos: policías honestos que dan su vida por la justicia.

Según datos de Naciones Unidas, la trata de personas afecta prácticamente a todos los países del mundo. Asimismo, las mujeres son dos tercios de las víctimas de trata en el planeta. Tal vez la crudeza de un delito tan execrable como este motiva que uno se aleje, lo evada, hasta que –lamentablemente—un caso cercano toca tu puerta. En esas circunstancias, cada padre o madre reaccionará de distinta manera. La miniserie de Netflix coloca el tema en el tapete, repartiendo personajes con reacciones diversas. El papá de Jana se ahoga en su culpa. La madre, aunque también se estremece, parece desfogarlo todo acudiendo a sus ritos evangélicos. Lo cierto es que no existe método único para responder correctamente ante una situación de este tipo.
Aunque su esfuerzo no es suficiente, “Los ríos del destino” también despliega una serie de pequeñas fotografías simbólicas de otros flagelos que golpean una sociedad en caos que podría ser cualquiera de las ciudades latinoamericanas hoy. Corrupción en diversos ámbitos, tráfico de drogas, tala ilegal, adicciones, menores en abandono, explotación sexual, pero, sobre todo, ausencia del Estado. Un cóctel que, tarde o temprano, nos explotará en la cara.
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LOS RÍOS DEL DESTINO/NETFLIX
Sinopsis: La vida de tres desconocidos choca en la Amazonía: Janalice, secuestrada por traficantes; Preá, una reacia líder de una banda; Mariangel, que busca venganza por el asesinato de su familia.
Director: Quico Meirelles
Elenco: Domithila Cattete, Marleyda Soto, Lucas Galvino, Sandro Guerra
Episodios: 4
Calificación: 4
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