Los estados civiles son casi como el horóscopo. Para algunos, el solo nombrarlos puede significar una serie de características que ya te limitan socialmente, para otros son etiquetas que te definen el resto de tu vida. De esto, el cine ha hecho eco miles de veces. También las telenovelas, tan arraigadas a nuestra idea del audiovisual.
Por eso, en una mezcla de chick-flick y drama televisivo, se posicionó en el ránking de Netflix. La película peruana “Soltera, casada, viuda, divorciada” tiene los ingredientes perfectos para llamar la atención del público latino, incluso con rostros reconocidos para la región como el de Gianella Neyra (”Bésame tonto” y “Girasoles para Lucía”), quien es protagonista y productora.
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Entre finales de octubre e inicios de noviembre, esta cinta peruana entró en el Top 10 de 10 países, incluido Ecuador, desde donde escribo. Y aunque podríamos pensar que entre ambas naciones hay muchas diferencias, la realidad es que no las hay.
El humor, las palabras y nuestras sociedades son casi calcos con paisajes distintos. En el caso de la película, había un bello recorrido montañoso y desértico del que se pudo sacar más partido. Ya que en ocasiones, los planos cerrados en estas cuatro mujeres, no permitió ver uno de los mejores atributos del Perú.
Lo pintoresco de Pacasmayo se robó mi atención en muchas más ocasiones que los mismos diálogos, los cuales pecaron de obvios. Y, a ver, no es que se le exija a una comedia romántica una profundidad más allá de la adecuada, pero en ciertas ocasiones las escenas solo se sentían como ‘sketches’ sueltos.
Gianella destaca en su interpretación como Cecilia, una mujer enamorada a la que la viudez le llega sin ningún aviso. El cómo siente la pena, el cómo evoluciona su personaje, la hace la más entrañable. Además, en conjunto, aminora el exceso de gritos y sobreactuaciones de sus compañeras de reparto.
La jerga andina se hace presente. Escuchar palabras comunes y no tan en uso como ‘poto’, para referirse a la retaguardia, me pareció entrañable y cómodo. Es bueno escuchar esos dichos cotidianos del barrio que por otros consumos culturales se van perdiendo. Ya saben, ahora es más fácil cantarle a un culo…
Con la misma franqueza de estas palabras, estas cuatro mujeres llevan su amistad. Durante la hora y media de película los malos entendidos se presentan constantemente. Y solo el cariño entre ellas puede ayudarlas a solventarlas. Aunque en la vida real estas de verdad hubieran fraccionado cualquier relación.
Por eso, lo más entrañable es la relación y el perdón que les ofrece el guion. Aunque la evolución de sus personajes sea forzada en los últimos minutos de película.
Parte del éxito de la cinta en Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Uruguay y Venezuela es su cero pretensión. Ser divertida y ligera. Aunque con la suerte de ser olvidable.
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