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Alessandra de Osma y Christian de Hannover

El Real Jardín Botánico, ubicado en el corazón de Madrid, cerca del Museo del Prado, fue fundado en 1755 y es conocido, entre otras bondades, por albergar una extraordinaria variedad de plantas originarias de América. Uno de los tours que se ofrece a los visitantes lleva un título por lejos curioso: ‘Expedición al Virreinato del Perú’. Once años pasaron en nuestro país –entonces todavía el Nuevo Mundo– los expedicionarios que estudiaron la flora originaria de un territorio aún desconocido, hechizante para la Europa de finales del siglo XVIII. Las colecciones de semillas, dibujos, frutos y plantas secas peruanas que se conservan de aquel viaje son uno de los tesoros más valiosos en su archivo y herbolario.

Instalada en la capital española desdesde 2014, la limeña Alessandra de Osma suele pasear por aquel Jardín cada vez que puede.

Castillo azul
Hace exactamente ocho años, el príncipe Christian de Hannover (Christian es el primero de sus once nombres; una búsqueda rápida en Google arrojará los otros diez) y la abogada y ex modelo Alessandra ‘Sassa’ de Osma fueron fotografiados por primera vez en la estación de esquí de Saint Moritz, en Suiza. El príncipe alemán –hijo del polémico Ernesto de Hannover y la millonaria suiza Chantal Hochuli; hijastro de Carolina de Mónaco y medio hermano de los igualmente famosos Carlota, Andrea y Pierre Casiraghi– conoció a la entonces jovensísima limeña un año antes de eso.

Ocurrió aquí. De Hannover había venido al Perú por primera vez y –cuenta la leyenda– necesitaba de alguien que lo acompañe a conocer la ciudad. Su padre, Ernesto, le habría pedido a algunos amigos en común que lo ayudasen a encontrar a la persona idónea. Fue ella. Para diciembre de 2011, Alessandra y Christian no solo tenían una relación formal, sino que también debutaban en la prensa local: recibieron el año nuevo en una fiesta en Paracas y las imágenes confirmaron el romance. Nunca más se volvieron a separar y nunca más se volvieron a ocultar. Antes de mudarse definitivamente a Madrid, ‘Sassa’ terminó la carrera de Derecho en la Universidad de Lima y fue imagen de una serie de firmas de diseño local. Su afición por la moda le viene de cuna: su madre, Elizabeth Foy Vásquez, también había sido modelo. Su estilo, su procedencia y su belleza natural han convertido a De Osma en una de las figuras más fascinantes para la prensa del corazón española. No en vano la han bautizado como la ‘Princesa de los Andes’. Un título extraoficial nunca está de más.

En noviembre pasado la pareja se casó civilmente en Londres. La abogada se convirtió así en alteza real, princesa de Hannover y duquesa de Brunswick-Lüneburg. Título que también ostenta Carolina de Mónaco. La peruana no es, sin embargo, la primera latina en conquistar el corazón de la realeza europea. El mayor de los hijos de la misma Carolina, Andrea, está casado hace varios años con la colombiana Tatiana Santo Domingo y no convendría olvidar a la argentina Máxima Zorreguieta, actual reina de los Países Bajos.

El enlace religioso entre De Osma y Hannover (tal y como sucedió con sus antecesoras), el próximo 16 de marzo, representa otra oportunidad para poner al Perú –aún más, incluso– en los ojos del mundo.

Genio y figura
Va un dato histórico, quizá entendible por la magnitud y riqueza de lo que fuera el Virreinato: nuestro país fue el territorio que más títulos nobiliarios ostentó, solo seguido de España. Hubo más de un centenar; casi todos otorgados entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, fundamentalmente por méritos vinculados a hazañas militares. Fueron abolidos sin excepción tras la Independencia pero, a mediados del siglo XX, algunos peruanos iniciaron un proceso de recuperación con miras a conservar una parte de su pasado. Actualmente, son nueve los títulos que se encuentran rehabilitados. Entre ellos, el de conde de San Juan de Lurigancho y el de marqués de Casa Boza, por ejemplo. Existen también –aunque pocos– los títulos obtenidos a través del matrimonio. Ese no solo vendría a ser el caso de la propia Alessandra de Osma, sino también el de personajes como la historiadora María Rostworowski, cuyo primer esposo fue un conde polaco.  

“En el Perú de hoy, el ser noble o tener en vigencia un título –inscrito en el Ministerio de Justicia de España– tiene solamente un valor histórico, cuando no romántico, de conservación de una tradición familiar”, explica el historiador Paul Rizo Patrón. “Es un asunto totalmente privado, pues el Estado peruano no reconoce estos distintivos desde 1823. En países como España o Inglaterra, donde subsiste el sistema monárquico bajo la modalidad constitucional, también es un asunto de carácter mayormente tradicional”, continúa Rizo Patrón.  

Fernando de Trazegnies es el único peruano en llevar dos distinciones, también rehabilitadas. El ex ministro de Relaciones Exteriores es 4º marqués de Torrebermeja y 6º conde de las Lagunas. Su ancestro José Juan Vázquez de Velasco y Ontañón –4º conde de las Lagunas– fue uno de los firmantes del Acta de la Independencia. Sus dos títulos serán heredados a sus hijos. “Se trata de una obligación a continuar con un legado. No se goza de nada”, explica. “Efectivamente, el título es un recuerdo. Pero un recuerdo que te impulsa, que te empuja a hacer algo que esté a la altura del ancestro que lo recibió”, añade. El de De Trazegnies es un caso peculiar: su linaje se rastrea hasta los incas. “Por el lado de los Vásquez Velasco –familia de mi abuela– yo tengo una línea bien directa”, cuenta el abogado. “En un determinado momento hubo una mezcla entre las aristocracias de ambos lados. Casos de nobles españoles que se casaban con mujeres pertenecientes a la nobleza incaica”, sostiene. En efecto, “no hubo mayor integración con la nobleza española, salvo en las uniones iniciales de ‘princesas’ incaicas (llamadas ñustas, pallas e incluso coyas o reinas) con conquistadores de primera y segunda hornada, tales como Francisco de Ampuero con Inés Huaylas Ñusta”, añade el historiador Paul Rizo Patrón. 

Ya existían, hace rato, las historias de princesas marca Perú.

¿Las chicas de hoy siguen soñado con encontrar al príncipe azul o son más bien los príncipes azules quienes sueñan con ellas? Habría que preguntárselo a ‘Sassa’ de Osma (a quien contactamos para este artículo, pero no obtuvimos respuesta), emprendedora –y cautivadora– mujer de estos tiempos.  

“Nuestra fascinación con las bodas reales tiene mucho que ver con la obsesión y la espectacularización del lujo que practicamos como sociedad”, dice Jimena Ledgar, escritora e investigadora sobre temas de género. “Pero también con nuestra concepción cultural del amor y nuestra permanente búsqueda del final de cuento de hadas”, indica. “No hay nada particularmente reprochable en que una mujer se enamore de un hombre con un título nobiliario. Pero sí en que creamos que todas debemos buscar a un príncipe azul”. 

Y este cuento se ha acabado. 

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