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Bottega Dasso, el clásico de San Isidro, celebra sus 10 años con novedades en su carta: ¿cómo son y cuáles pedir?
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No se identifican del todo ni como restaurante ni como un bar. Incluso tuvo una época en que se convirtió en discoteca y algunos la consideran su cafetería favorita. Bottega Dasso se adapta a su público: puede ser una oficina o un lugar de relajo con buena música. Vecinas y vecinos sanisidrinos vuelven por sus antojos cada día, algunos que ya salieron de la carta, pero aquí se los preparan porque les encanta satisfacer esos caprichos.

Si entras durante el día, notarás el contraste. Se siente como un lugar oculto, tenue. Por las tardes se bajan las cortinas y la iluminación disminuye gradualmente. Cada espacio —lounge y salón— posee su propia barra. La principal, imponente, comunica algo importante: la coctelería busca sorprender. Tiene una carta clásica con más de 50 opciones, otra de coctelería de autor, morning cocktails y cientos de botellas de cada categoría —whiskies japoneses, toda una línea de single malt, bourbon— y otras botellas que no se encuentran fácilmente, pero que el dueño, Lou Rottmann, trae a Lima de sus viajes.
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Bottega Dasso está celebrando sus primeros 10 años y, con este motivo, ha cambiado su logo y ha realizado mejoras en el local y los acabados para que el cliente se entretenga con novedades. Eso sí, sin perder lo clásico, pensando en sus comensales más tradicionales.

Los visitamos terminando la mañana, en el momento cumbre de los huevos benedictinos y de su famoso sánguche de entraña con mantequilla Dasso, la misma que se usa desde el primer año. Vimos cómo, con el paso del tiempo, iban saliendo de cocina esos frondosos langostinos gigantes, cortes de carnes, risottos y pastas, los fuertes para el almuerzo acompañados por copas de vinos.
Atender mañana, tarde y noche se traduce en una carta amplísima y una cocina muy activa. Desde hace tres años, la dirige el chef Marco Salinas, quien, en estos 10 años, ha buscado renovar sabores y volver a los clásicos. Como con la carbonara, un platillo al que siempre regresan. La tienen en dos versiones: la ‘nueva’ de Salinas con guanciale, pecorino y parmesano; y la carbonara de la casa, solicitada por los clientes más antiguos, una adaptación de rápida ejecución que lleva tocino.

Las gambas al ajillo también son populares. Se pueden pedir durante todo el año con focaccia grillada y mantequilla Dasso, la perfecta compañía para remojarlas en su salsa.

Cerrar la visita con un burnt cheesecake (tarta vasca de quesos locales) será el mejor regalo del día, sin importar la hora en que lo pidas. //
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