Guillermo Rossini Gonzales guarda sus premios y reconocimientos en una estantería donde no entra ni un solo alfiler. Al humor, la radio y la televisión (y, en dos ocasiones, al cine) le ha dedicado buena parte de su vida: 62 de sus 88 años, para ser exactos. Lo ha hecho todo y ha conocido a casi todos: de presidentes a cómicos. En el Perú la línea que separa a ambos a veces es bastante delgada.
Rossini es el único en su clase y el último de su especie. El representante más ilustre de una generación de figuras televisivas que sentaron las bases para quienes vendrían después. A su manera, y sin haberlo planeado demasiado, el actor y comediante terminó por convertirse en el primer imitador político del país: su repertorio incluye desde Manuel Prado y Juan Velasco, hasta Pedro Pablo Kuczynski y Susana Villarán.
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Retirado recientemente de sus labores como conductor del programa radial Los Chistosos, Rossini está en casa, cuidando su salud (ha sobrevivido a cinco intervenciones quirúrgicas) pero no por eso menos atento a lo que pasa todos los días. En este país, la realidad, como bien sabe él, a veces supera a la ficción. Incluso en la comedia.
–El video donde recibe la primera dosis de Sinopharm, hace unas semanas, se hizo viral en redes. Su alegría era contagiante. ¿Cómo viene llevando estos días en casa?
Me levanto temprano, salgo a caminar porque no hay que estar sentado acá, hago mis ejercicios. Tengo marcapasos, tres bypasses, un aneurisma en la arteria aorta… tengo todo y encima me quejo [ríe]. La verdad es que me tratan muy bien en el INCOR, aunque ahora por este bendito virus debería estar controlándome más seguido, pero no voy. El único vicio que teníamos con mi esposa [Eloísa] era ir los fines de semana al casino y ahora no se puede.
–¿Qué extraña de la radio?
Bueno, ya no estoy ahí pero siempre me mandan mensajes. Cuando empezó la pandemia participaba por teléfono; es algo que ya no hago porque no es lo mismo estar en una cabina, donde improvisábamos. Encima yo que no escucho bien, peor. Se distorsiona todo, uno habla demasiado alto, es un sancochado. Me cuidan por los 88 años que tengo y evitan que esté presente. Por supuesto que lo extraño, pero esto tiene para rato. Al menos un año más con esta macana.
–¿Cómo se lleva usted con la tecnología?
En mi celular veo lo necesario, mensaje que me envían o artículos donde me mencionan, que para mí es un honor. Quieren que me comunique con el Zoom y yo no sé bien qué hacer con el Zoom. Soy más del televisor a blanco y negro y la radio.
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–Usted tiene una relación especial con la medicina. Fue visitador médico por más de treinta años, a la par de su carrera artística. Y en algún momento incluso quiso ser doctor.
Cuando iba al Rebagliati (que antes era el Hospital del Empleado, les han cambiado varias veces los nombres a los hospitales), la gente se me acercaba. Me pedían que suba a los pisos a alegrar a la gente y yo lo hacía encantado. Sin saber nada de las ‘narices rojas’, organizaba esas visitas.
–En una situación tan dura como la que estamos viviendo, ¿reír es una forma de curarse?
Siempre lo ha sido y eso está comprobado: estimulas las defensas del organismo y ayuda a sobrellevar muchas enfermedades. No hay secretos, solo se necesita ser espontáneo, tener un poco de creatividad. Hay que saber improvisar. En televisión yo siempre fui bien flojo para leer libretos.
COMEDIA A LA PERUANA
–Estamos en un momento de mucha polarización a raíz de la campaña electoral. El humor a veces ayuda a entender y aceptar la realidad también. ¿Le habría gustado imitar a algún candidato, de la primera o segunda vuelta?
Ninguno me gusta. Ninguno, porque ya estamos cansados de cincuenta años de puros rateros y sinvergüenzas. Y de estos dos [Keiko Fujimori y Pedro Castillo] tampoco me gusta ninguno. Uno va a nacionalizarlo todo, va a estatizar, va a entrar a las comunicaciones; ya estamos perdidos con esto. Un 18% [de votos] es nada, han dejado de sufragar muchas personas. Ahora dicen que hay que votar en blanco para que no haya elecciones. A veces hay que escoger el menor mal, con el otro estaríamos en un riesgo.
–Ha imitado a muchísimos políticos a lo largo de su vida. ¿Tuvo problemas alguna vez?
Yo conozco a todos los políticos, siempre querían salir en el programa [Los Chistosos], que era el más sintonizado de la radio. Pero me he cuidado de no ofender a nadie.
–En las redes sociales muchos candidatos más bien se han convertido en humoristas, especialmente con el uso de TikTok. ¿Ha visto algo de eso?
Ahora se vuelven payasos, todos son payasos. En ninguna parte del mundo veo que se presenten 18 candidatos. Más de la mitad no tenía ahí ni un pito que tocar.
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–¿Cree que su carrera como humorista habría sido la misma sin los políticos peruanos?
Ese fue el motivo por el que comencé en la radio, y fue un éxito. Si es un éxito, hay que seguirlo. Si no hubiesen existido los políticos, ¿de quién me agarraría? [ríe]. Fue una buena idea, y muchos luego lo replicaron. Yo tengo 62 años haciendo esto; antes no existían ni los Carlos Álvarez ni los Jorge Benavides. El humor ha sido una cantera con los políticos.
–Pero la política también ha formado parte de su vida desde el lado más formal: fue regidor de Jesús María dos veces, en el 86 y el 89, por el PPC.
A mí nunca me gustó, un artista no debe meterse en política. Me convencieron y bueno, finalmente acepté. Eso me permitió hacer labor en Jesús María, formé la biblioteca, armamos grupos de fútbol y de fulbito con muchos chicos que estaban en la calle. Por eso volví a otro periodo más. Pero a veces el alcalde no estaba muy feliz, porque cuando íbamos por la calle todo el mundo gritaba “¡Rossini, Rossini!”.
–Pareciera que esa época dorada de la televisión, de la cual formó parte, es un fenómeno que no volverá a repetirse jamás. ¿Hace falta más crítica inteligente desde el humor?
Están Los Chistosos y siguen algunos programas. Pero en muchos espacios indirectamente se hace propaganda a los políticos. Con Risas y salsa fue una cosa rara que duró como 25 años, un récord. Hay un grupo que hasta ahora nos reunimos, aunque con la pandemia hemos parado. Hemos hecho almuerzos, misas… cuántos [del grupo] han desaparecido. La última reunión que hicimos antes de todo esto fue acá, en mi casa.
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–Usted dijo una vez que hay que ser muy popular para ser imitado. En su caso pasa lo contrario: es más bien inimitable.
Para mí el mejor regalo es la gente. Creo que tengo carisma [ríe]. Antes, las señoras venían a abrazarme en el centro comercial; ahora ya no se puede. Ese es el mejor reconocimiento, el mejor diploma de todos los que me han dado: el público. El cariño que recibes de la gente que te quiere es lo más importante.
La política según Rossini
PEDRO PABLO KUCZYNSKI
“Sin maquillaje me parezco mucho a él. No necesito de prótesis ni ponerme nada en la cara exageradamente”, sostiene Rossini sobre una de sus imitaciones más populares. “Bueno, con PPK también salió a la luz que tiene sus ‘anticuchos’ pues”, indica.
ALFONSO GRADOS BERTORINI
Se dice que fue en Risas y salsa donde se imitó por primera vez en la televisión peruana a un político. Lo hizo Rossini a inicios de la década del 80, caracterizando a Alfonso Grados Bertorini, entonces ministro de Trabajo.
JAVIER ALVA ORLANDINI
“A Alva Orlandini lo imitaba cuando fue candidato a la presidencia. Metió la pata porque dijo ‘no votarán por mí los hombres, pero van a votar las mujeres’. Los políticos siempre son los mejores libretistas”, señala Rossini.
LUIS BEDOYA REYES
El ex alcalde de Lima y fundador del PPC, Luis Bedoya Reyes, tampoco escapó al humor de Guillermo Rossini. “Fue una de mis primeras imitaciones”, sostiene.
SUSANA HIGUCHI
“A Susana la conozco. Estaba contenta de que la imite. Yo siempre me he cuidado de no ofender a las personas, siempre lo he hecho con altura. Puedes hundirlas o ensalzarlas”, explica el actor cómico.
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