MDN
(Foto: Fidel Carrillo)
Nora Sugobono

La semana previa a la Navidad, usted y yo hemos comido, al menos un par de veces, algún bocado servido en un plato de plástico. Al menos otro par de veces hemos pedido un café o infusión que nos ha sido entregado en un vaso de tecnopor. Solo para echarle azúcar hemos usado una cucharita que demora unos 400 años en degradarse.

La semana previa a la Navidad usted y yo hemos ido de compras. En casi todos los establecimientos se nos ha ofrecido una bolsa plástica para guardar el producto adquirido, así no sea necesaria o llevemos otras (incluso más grandes) en la mano. La semana previa a la Navidad usted y yo hemos ido a reuniones de amigos y familiares. Los residuos generados por aquellos encuentros –comida, botellas, más vasos de plástico– fueron, seguramente, empaquetados en una misma bolsa donde no se separó lo orgánico de lo inorgánico. En la semana previa a la Navidad se ha aprobado una ley que, por primera vez en la historia, regulará el consumo de plástico en el Perú. Pero eso aún ocurrirá en el 2019.

Dos días antes de Navidad usted y yo estamos envolviendo regalos. Los materiales que usamos contienen aditivos y plásticos para darles brillo y color. Dos días antes de Navidad usted y yo hemos comprado distintos ingredientes para preparar la cena. Las botellas, latas y paquetes donde vienen no volverán a usarse más.

Dos días antes de Navidad usted está leyendo este artículo y acaba de detenerse a pensar en cuántos envases de tecnopor encontraría hoy en su casa.

NOCHE DE PAZ
La idea es sencilla, lógica incluso: ningún producto debería tener un solo uso si está hecho de material no degradable. Bolsas y envases son los más nocivos porque son los que más usamos, pero ¿quién nos culpa? Se nos ha hecho cómodo. Qué fastidio llevar una bolsa de tela en el bolsillo. Qué tedioso tener que separar la basura. Qué complicado preguntar en los restaurantes si los envases donde ponen la comida para llevar se han hecho con bagazo de caña de azúcar (qué difícil recordar la palabra ‘bagazo’, punto).

Navidad es una época de celebración y desde aquí no pretendemos desanimarlo. Pero también es el momento del calendario donde el consumo aumenta en medidas, a veces, desproporcionadas. Solo mire a su alrededor: le aseguro que donde sea que esté en este preciso instante podrá ver una bolsa cerca. “El peruano contamina indistintamente de la época del año, pero en diciembre la cantidad es proporcionalmente mayor”, sostiene Mario Chocano, director de la ONG dedicada a la limpieza de aguas y saneamiento H2OLAS. “La mayoría de los empaques donde vienen juguetes y artefactos eléctricos están compuestos por plástico o tecnopor para que el objeto entre en la caja de una manera determinada. Casi no hay filtros en el camino”, añade. “El juguete va a tener un uso, pero todo a su alrededor carece de un valor real”, indica.

La ingeniera industrial María Paz Cigarán –al frente de la consultora en sostenibilidad ambiental Libélula– comparte esa misma visión. Lo primero que ella recomienda puede resultar obvio, pero solemos olvidarlo con frecuencia: no debemos comprar en exceso, mucho menos objetos que no van a representar una utilidad para algunas personas de nuestra lista. “Elegir regalos que no tengan mucho empaque –es decir, que no vayan a generar demasiados residuos– es muy importante”, explica Cigarán. Si no es necesario envolverlos, pues no lo hagamos. “También podemos buscar juguetes hechos con madera certificada, material reciclado o desarrollados por empresas locales que generen un impacto positivo en la cadena”, aconseja. No tenemos que cumplir esa regla con todos nuestros obsequios, pero podríamos intentarlo al menos con uno.

Mientras recorre Dédalo, el espacio dedicado a la venta y promoción de obras de autor que fundó hace 26 años, María Elena Fernández se detiene a revisar la sección de juguetes. “¡No hay ninguno de plástico!”, dice con entusiasmo. “No ha ocurrido adrede, pero por algo pasan las cosas”, añade. Revisa nuevamente y nota que hay algunos que incluyen algunas piezas. Revisa otra vez y ve que se trata de los juguetes hechos con partes recicladas. Hay cuentos, carritos, muñecas de tela. El universo infantil en Dédalo escapa al círculo mainstream, sin duda, pero también es una reconfortante confirmación de que todos –especialmente en Navidad– llevamos un niño dentro sin importar la edad que tengamos.

“Hay juguetes que duran toda la vida y que escapan a las modas o temporadas”, cuenta María Elena. “Todo parte de la educación y los hábitos. Si los niños están pegados a las pantallas, definitivamente se verán tentados a usar todo lo comercial que te proponen las campañas publicitarias, y que tiene que ver –en su mayoría– con plástico y pilas”, dice.

Cada minuto un camión con plástico es arrojado al mar en el mundo. ¿Con qué planeta se van a encontrar estos mismos niños de aquí a dos o tres décadas?

REGALO VERDE
En un año y medio, Erika Sahurie y Cristina Puiggros han logrado sembrar un millar de árboles en Lima. Lo han conseguido a través de un proyecto, bautizado apropiadamente como Entreárboles, que funciona a través de una idea bastante atractiva: gracias a la compra de una planta se puede sembrar un árbol en una zona vulnerable de Lima. “No lo hacemos desde cero: plantamos árboles de metro y medio para garantizar que sobrevivan”, cuenta Erika. Variedades nativas como el molle ya están reforestando algunos espacios de El Agustino, Villa María del Triunfo y Manchay. “Era importante para nosotras tener un negocio con propósito”, continúa Sahurie. “Que los niños sepan que la planta sirve como un doble regalo y que, donde sea que la tengas en tu casa, representa a un árbol que lleva tu nombre”. Basta con detenernos a buscar un poco para encontrar que iniciativas como esta no solo existen –y empiezan a abundar– en nuestro país. También que son una bonita manera de demostrar cariño (y enviar un mensaje) en un presente esta Navidad.

Fiorella Boccacci conoce otras maneras de transmitir su punto de vista, no muy lejanas de las de Erika. Su mesa de Nochebuena bien podría resumirlas todas. Boccacci dirige Sasha Natura, una empresa de menaje responsable que nació como alternativa al uso de productos descartables de plástico, bioplástico y tecnopor. Hojas de bijao de Tingo María sirven para elaborar platos de diferentes tamaños y resistencias (hace poco usó los más pequeños para servir gelatinas en el cumpleaños de su hijo). Además, cubiertos y sorbetes hechos de madera, y telas adherentes de cera de abeja –para prescindir del plástico envoltorio o papel ‘film’– también forman parte de su catálogo.

“Todas son hojas que caen o que van cortando en lotes de reforestación, y así les damos un segundo uso”, explica Fiorella, quien ofrece sus productos en el Mercado Saludable La Molina, junto a otros emprendedores. “Los platos no huelen ni saben a nada; se pueden usar para lo mismo que se usaría uno de plástico con la enorme diferencia de que estos, después de desecharse, son compostables”, añade. Hay una diferencia más y es una que se repite en la mayoría de iniciativas: el precio. Si bien no son productos costosos (un plato de 22 cm de hoja de bijao cuesta S/ 1), resulta casi imposible luchar contra las cifras de la industria del plástico y el tecnopor. A pesar de eso, esta es una cadena que continúa fortaleciéndose poco a poco. Quizá esta Navidad sea buen momento para darle un regalo a quien lo necesita hace ya tiempo: el planeta. //

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