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“Espero ir pronto a Perú”: Rosalía nos cuenta sobre sus ganas de visitar el país y los secretos detrás de Lux, su nuevo álbum
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En apenas tres días, tuvimos la suerte de vivir tres encuentros caídos del cielo con Rosalía. El primero de ellos fue con su voz en las oficinas de Sony Music en Lima, donde un grupo reducido de periodistas asistimos a escuchar en exclusiva su nuevo disco, “Lux”, una experiencia más cercana a una liturgia que a una presentación musical. Con el primer acorde, quedó claro que estábamos ante una artista que volvía a reinventarse: este álbum, que prescinde del sonido urbano de su anterior trabajo, reúne 18 piezas en las que Rosalía canta en 13 idiomas —desde el chino mandarín al hebreo y el latín—, tejiendo un relato que oscila entre lo divino y lo terrenal. Es su manera de rendirle devoción a la música, a través de una monumental obra que al principio muestra su retorno al flamenco, pero que luego nos lleva por un viaje inmersivo donde la ópera, el góspel y lo pop se entrelazan, tal y como se escucha en “Berghain”, su primer sencillo promocional.
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Para crear este universo sonoro, la propia Rosalía ha contado que se inspiró en la vida y obra de “mujeres sagradas” de todo el mundo, desde Juana de Arco hasta Santa Rosa de Lima. En “Dios es un stalker”, otro tema del disco, nos pareció reconocer el sonido del cajón peruano, discreto pero inconfundible. Una duda que nos acompañaría dos días después, cuando volveríamos a encontrarnos con Rosalía en Ciudad de México, esta vez para conversar con ella —cara a cara— sobre este proyecto, sus motivaciones y la música como vehículo espiritual.
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ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA
Como una luz celestial que atraviesa las paredes, Rosalía ha aparecido de un momento a otro en el Salón Fuentes del hotel Presidente, en la capital mexicana. Una decena de periodistas de distintos medios de Latinoamérica aguardamos por su bendición. Antes, nos invitan a escuchar “Lux” una vez más y nos socilitan que las preguntas giren únicamente en torno a la promoción del disco. Solo tenemos diez minutos para conversar con ella.
-Acabo de escuchar “Lux” por segunda vez. Ha sido una experiencia inmersiva, como si me desdoblara fuera del plano terrenal. ¿Pensaste en provocar ese tipo de emociones en quien te escucha?
Yo hago música por una necesidad, por una pulsión, desde una urgencia. Para mí, la mejor ficción es aquella que no te dice cómo tienes que sentirte ni cómo pensar. Cada persona hace su propio viaje. A la hora de crear, no intento que el otro tenga una experiencia concreta: simplemente propongo algo, lo pongo sobre la mesa, con la ilusión de que quien escuche encuentre ahí lo que necesite encontrar.
-Este disco marca un retorno al flamenco. ¿Cómo ha sido ese viaje de vuelta a tus raíces musicales?
Para mí, el flamenco nunca se ha ido. Siempre he estado en contacto con él. En “Motomami” ya había una pieza como “Bulerías”, que es cante tradicional flamenco. Quizá no era tan central como en otros trabajos, pero siempre ha sido mi inspiración. No siento que haya vuelto al flamenco, porque en realidad nunca me fui.

-En “Lux” se siente un sonido más orgánico, sin la presencia digital de tus discos anteriores. ¿Qué te llevó a buscar esa textura?
Cada proyecto para mí es un ‘departure’, una partida, un soltar. Me gusta dar volantazos, cambiar de dirección. Nunca había hecho un álbum con una paleta orquestal como esta. Fue muy intencional no usar ‘loops’ ni apoyarme tanto en la electrónica. Quería que todo se sintiera real: instrumentos acústicos, músicos tocando, energía humana. Eso era lo importante para mí.
-¿Cómo fue el proceso de composición? ¿Partías de la letra, del ritmo, de una idea musical?
Cada pieza nace de una forma distinta. No tengo una fórmula. A veces parto de una melodía, otras de unos acordes o de un texto. En este disco, como trabajé con varios idiomas, muchas veces comencé por la letra. Escribir en lenguas que no son la mía fue un reto enorme: intentar cuadrar las sílabas, las emociones… a veces me rompía la cabeza para hacerlo encajar.

-Hay una canción que me llamó especialmente la atención: “Dios es un stalker”. ¿Usas ahí el cajón flamenco?
Hay muchas percusiones en “Stalker”. Si no me equivoco, entre cinco y diez instrumentos distintos. Tendría que revisar la sesión, pero sí, es posible que haya un cajón. Es un instrumento que me gusta usar, aunque no siempre de forma evidente.
-Te lo pregunto porque el cajón flamenco tiene origen peruano. Paco de Lucía lo incorporó al flamenco después de un viaje al Perú. ¿Qué te genera ese instrumento y esa conexión entre España y el Perú?
Me parece bellísimo. Paco tuvo la visión de integrar un instrumento tan precioso en el flamenco, y se volvió icónico. Hoy el cajón es una de las percusiones más habituales del género, pero su alma sigue siendo peruana. Suena amaderado, cálido, reconfortante. Me emociona que un instrumento así conecte nuestras culturas.

-Escuchando el disco, es inevitable preguntarse cómo llevarás esta música al escenario. ¿Has pensado ya en cómo presentarla en vivo?
Ay, hijo mío, esa es la pregunta del millón [ríe]. Tengo ideas, apuntes, cosas escritas. Aún no sé cómo se materializará, pero veremos.
-¿Tienes planes de venir a Latinoamérica? En el Perú te esperamos con los brazos abiertos.
Hace mucho que quiero ir. Nunca he estado y me haría muchísima ilusión. Si Dios quiere, pronto. No sé cuándo exactamente, pero tengo muchas ganas.

-¿Qué te emociona hoy de hacer música? ¿Qué te motiva a seguir creando?
Seguir aprendiendo. Buscar la excelencia. Pensar que siempre hay canciones por escribir y discos por hacer, y que puedo ser más libre al hacerlos.
-Siempre te estás retando.
Sí. Me gusta la idea de estar siempre en aprendizaje. Hay una frase que me encanta: “learn, earn and return”. Aprende, gánatelo y devuelve. Siento que llevo años en ese primer paso, aprendiendo y ganándomelo, y ahora también quiero devolver. Tuve la suerte de poder estudiar música, y eso me impulsa a seguir aprendiendo, pero también a compartirlo.
-Ha sido un placer conversar contigo.
Igualmente. Un gusto. Ojalá nos veamos pronto en Lima.
CANTO PARA EL ALMA
A pesar de ser una de las estrellas globales del momento, Rosalía mostró su lado más terrenal durante su paso por Ciudad de México: fue vista comprando una piñata por el Día de Muertos, paseando por las calles del centro y de Polanco, y comiendo tacos, enchiladas y flautas en la tradicional pozolería La Casa de Toño, junto con los integrantes de Latin Mafia, banda mexicana que esta semana dio un concierto en Lima.
Como parte de su agenda, la cantante española tenía previsto aparecer en el ‘listening party’ de “Lux” en la capital mexicana, una sorpresa para las cerca de 200 personas que asistimos al evento, pues su presencia no estaba confirmada. Un antiguo hotel del centro había sido transformado en una especie de capilla, con bancas a lo largo y paredes revestidas de cortinas blancas. La puesta en escena se replicó esta semana en distintas capitales del mundo —en Lima, la cita fue en el Museo de Arte Contemporáneo—, como parte de la campaña promocional del disco.

Tras casi una hora de escucha, las expresiones de los presentes eran de asombro y algarabía. La emoción llegó a su punto máximo de ebullición cuando Rosalía apareció al frente de todos, en un altar. Con sencillez y una vibra cercana, como si casi nos estuviera hablando al oído, agradeció nuestra presencia y dejó un mensaje para sus fieles seguidores: “Este proyecto me ha tomado tres años en realizarlo, me tiré un año entero haciendo solo las letras. Me siento bendecida de que estén aquí y siempre me respalden tanto, y que disfruten de aquello que comparto”.
Así es hoy el evangelio según Rosalía, una nueva era musical que se expande por todo el mundo. //
LA METAMORFOSIS DE ROSALÍA

Su debut fue una elegía minimalista al flamenco. Junto al productor Raül Refree, Rosalía reinterpretó la tradición desde la intimidad: voz y guitarra bastaron para anunciar que algo nuevo estaba por nacer.

Inspirado en una novela occitana del siglo XIII, fue el disco que la llevó a la cima. Uniendo palmas, ‘autotune’ y electrónica, construyó una obra conceptual sobre el amor y la opresión.

Explosión de libertad y vanguardia. Rosalía rompió sus propias estructuras, mezclando reguetón, jazz y dembow. Un autorretrato sonoro, donde vulnerabilidad y poder conviven en una misma pista.

Su nueva era. Más introspectiva, luminosa y espiritual. Aquí, Rosalía asume el control total de la producción y la dirección creativa. Es un renacer artístico que mira hacia adentro: menos ruido, más alma.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres. Participó en el taller 'Cómo se escribe un periódico' en la Fundación Gabo de Periodismo, con el maestro Miguel Ángel Bastenier. Ingresó a El Comercio en el 2017. Actualmente trabaja en la revista Somos.
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