Quizá no sean siempre amigos, pero sí parecen familia. Tienen sus costumbres, sus manías, sus excesos. Ahora mismo, diez de la noche en Nazca 704, Jesús María, solo faltan unos tallarines y unas cervezas para completar el día. Sospecho que se han hablado toda la mañana por el WhatsApp y a esta hora, todavía tienen ganas de seguir. Una familia: Diego Rebagliati y Pedro García tienen edad de hermanos, Michael Succar podría ser nieto de Ramón Quiroga, y a Franco Cabrera y José Chávarri los une el puente de las diferencias: uno es un volcán de frases e ideas, de jingles y juegos, el otro es más bien paciente, silencioso, hombre zen. Se trata de Al Ángulo, un programa deportivo que ellos mismos bautizan como “un show televisivo” que, más allá de elogios, hashtag tendencia y cinco Premios Luces; más allá de haters, han conseguido lo único valioso para un producto que nació en 2017, meses previos al mundial y solo tenía la fe de sus productores en un documento libro manual que ellos llamaban, “La Biblia”:
Ser el número uno del cable (con rating de señal abierta).
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¿Qué es Al Ángulo? ¿Qué ha ocurrido desde que el 16 de marzo del 2017, este programa de debate, entrevistas, y fútbol en Movistar salió al aire? Franco Cabrera, actor, clown, moderador, salsero y organizador de cumpleaños urgentes en Madrid, explica: “Es la recolección de distintas dinámicas: periodistas ya con experiencia en el canal, un analista de fútbol con años, otro hombre de fútbol quizá con menos TV; a mí, por ejemplo, me sacaron de una televisión distinta, yo no estaba en el rubro deportivo ni futbolero. Entonces hicieron un collage de diversas personalidades, y estas, cuando son buenas, se amalgamaron. Te voy a decir algo: a veces estamos distanciados y a veces estamos muy unidos. Yo me he ido peleado varias veces porque reconozco que fue un programa malo, que no fluyó”. Sobre esto último, Diego Rebagliati coincide: “No es que, bueno muchachos, ya tenemos cinco Premios Luces y listo, vámonos. Ninguno se queda conforme con un gran programa. Si yo pudiera definirlo, en breve, diría que Al Ángulo es un programa de televisión, no de fútbol, con mucha autocrítica y poco conformismo”.
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Pero eso es hoy. En el inicio, cuando no hacían programas de tres horas desde Brasil o cuatro desde Rusia, Al Ángulo ni siquiera se iba a llamar Al Ángulo. Ese es uno de los secretos mejor guardados del primer productor, Julio Peña, que alguna vez contará. Lo que se tenía claro es que debía ser un espacio donde el comentario ideal, polémico, siempre aparezca. Siempre al ángulo, como remate al gol.
La idea inicial, sin embargo fue esta: hacia 2015, 2016, Movistar entendió que debía producir nuevos programas con otros estándares de calidad, e incluso de presentación. Incluso, circulaba en el canal una suerte de documento que marcaba las pautas, las ventajas y fortalezas, como si se tratara de un manual de estilo tipo Carreño, o más acá y para futbolizar, el famoso manual de estilo de Cristal. Programas transversales, que incluyeran a la familia en espacios a donde normalmente no llegaba. “Queremos sacarle el terno a todos”, le dijeron a Rebagliati cuando la productora creativa de entonces, María José Cusiánovich, le propuso integrarlo.
Hubo casting que duró un mes. Pasaron decenas de hombres de prensa.
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Otro productor convocó al abogado y coach José Chávarri, hombre de fútbol con experiencia scouting en el fútbol europeo, quien fue el primer panelista del programa, antes incluso de Daniel Peredo (+) o Pedro García. “Yo no estaba en los planes de la Biblia, ni del Nuevo ni del Antiguo Testamento”, recuerda Succar, con ironía, como un signo de que el programa fue transformándose desde su idea original: cinco hombres hablando de fútbol que fueran lo suficientemente amigables como para que una esposa no futbolera acepte mirar la TV en prime time con su esposo. “Lo único que te pido —decía una de las productoras en los primeros meses de gestación— es que no sea un programa que quiera apagar de inmediato y mandar la mierda a mi novio”. Y se consiguió.
Como se consiguió, también, superar la barrera de los 1000 programas, aún con las diferencias iniciales, o el escepticismo. “Me parece que Daniel (Peredo) no creía mucho en el proyecto”, recuerda Rebagliati. “Era un momento de su carrera notable, el mejor, había mucha gente que le decía que ya había pasado esa etapa de Entre Titulares, de hacer un programa fuera de la caja”, agrega. “Había gente, yo lo sé, que no quería que esté. Ni Daniel ni yo”, dice García, para polemizar. “Pero en el primer casting, Daniel y yo nos matamos, jaja. Y entonces fue natural: los productores se convencieron”. La pura teoría de la Biblia, el curioso documento, en off side. Al aire, los protagonistas le dieron otra vida, hasta hoy.
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En la facultad de Comunicaciones donde estudié, siempre me quedaba viendo cómo se iba organizando un programa de TV, detrás de cámara, desde mi cómoda posición de asistente de utilería, encargado de pintar o resanar la escenografía de tecnopor. Solo quien lo ha visto allí, entiende que lo que sale en pantalla no es solo la impronta de los conductores, su versatilidad, sus años. Sus estudios de gerencia o sus décadas de calle. No. Hay un equipo que camina en puntas de pie, camarógrafos, el productor, switcher, que hablan a través de claquetas y audífonos y van guiando todo, como si fuera una orquesta. Lo vi hace una semana, cuando los Al Ángulo pasaron de 0 a 180km/h a las 10:01 p.m. Ahora, por ejemplo, Manuel Paz Soldán, productor, está pensando ya en la cobertura del repechaje contra Australia o los Emiratos Árabes, acaso el día más importante del año futbolístico para los peruanos que no sabemos vivir sin la selección.
—Nos iremos de largo, ¿te imaginas si clasificamos?
—Porque vamos a clasificar, dice Pedro García. Este equipo está bien de aquí —y se toca la sien—.
Cinco años después de estar al aire, ese podría ser el secreto: hablar de fútbol y tratar de entenderlo sin mirar el reloj.
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