Vanna Pedraglio: Una máquina imparable
Vanna Pedraglio: Una máquina imparable
Redacción EC

Rosa Chávez Yacila

Vanna Pedraglio nunca se maquilla, pero siempre viste ropa apretada. Estudió Biología sanitaria y le fascina ser entrenadora física. Es capaz de retar a deportistas campeones, pero le cuesta imponerse ante sus empleados. ¿Vive Vanna dando la contra? Ella respondería que sí. Y que lo disfruta. Cuando la gente se ejercitaba a punta de máquinas pesadas y mirándose al espejo, puso de moda en Lima el functional training o entrenamiento funcional (un método de reparación física en el que tu cuerpo trabaja haciendo una serie de movimientos). Con su propuesta llamó la atención de la comunidad deportiva de la ciudad: «¿Quién es esa rubia que te hace interactuar con pelotitas, vallas y bancos?», «¿Será efectiva su técnica?», se preguntaban. Pronto su nombre alcanzó tal prestigio que se alzó a la categoría de verbo: ya no era el functional training, sino el «vanneo» la causa del alboroto. Entre sus alumnos se encuentran la campeona de surf Sofía

Mulanovich, el campeón de rally Nicolas Fuchs y el ganador de 80 rallys nacionales e internacionales, Ramón Ferreyros. ¿También es Vanna Pedraglio una campeona? Ella respondería que sí y que nadie la puede parar.

Dicen que uno define su vocación de niño. Algo pasa, algo ves, algo te conmociona ¿Cómo fue en tu caso? ¿Pasó así?

Bueno, yo descubrí la ciencia en mi niñez. Me gustaba dar la contra siempre. Siempre investigaba o leía. Nunca fui una persona que creyó a ciegas en lo que le decían. Tenía muchas dudas.

Eras muy crítica…

Sí. Ni siquiera hice la confirmación. En mi salón solo nos negamos dos chicas: una palestina y yo. Mis hermanos me reclamaban «por qué no te confirmas». Pero es que en ese momento no creía en Dios. Estas cuestiones uno se las forma de niño o en la adolescencia.

¿Y en qué momento concreto decidiste dedicarte a la preparación física?

Bueno, yo empecé a estudiar Biología en la Universidad Agraria. Luego me fui a Barcelona a seguir estudiando. Estando allá me sentí libre de esa especie de presión de las personas más cercanas como tu papá, tu mamá, tus hermanos. Entonces pude tomar la decisión de dedicarme a lo que me gustaba: ser entrenadora.

¿Cómo te diste cuenta de que eso era lo tuyo?

Me pasaba más horas en el gimnasio que en otro lugar. Así que me dije «tengo que aprender más de esto que me gusta». Empecé a estudiar y a especializarme en ciencias del deporte. Busqué trabajo en eso, incluso llegué a participar en un concurso.

¿Y cómo llegaste al entrenamiento funcional (su método de enseñanza)?

Fue en una capacitación en uno de los gimnasios donde trabajaba. Conocí el entrenamiento funcional y me pareció interesante. Me metí en ello y me abrió un campo nuevo. Me gustó porque se trabaja bastante con el movimiento y además no se enfocaba en el tema estético, que a mí no me terminaba de cuadrar. Eso de hacer ejercicios mirándote al espejo puede causarte frustraciones. Así que yo orienté mi entrenamiento al deporte. Empecé a investigar, a llevar cursos y regresé al Perú.

¿Por qué regresaste?

Porque sentí que ya había tocado techo en España. Yo era la única mujer en un staff de 10 hombres. Era entrenadora de musculación y culturismo, y me gané el respeto de todos los hombres. Tenía muy buena relación con mi jefe, pero mis compañeros siempre me criticaban. Y como era joven dije «esto no me gusta, se acabó». Me tomó seis meses darme cuenta. De pronto me desperté a las tres de la mañana y no podía dormir, así que compré mi boleto de avión, armé mi maletín, no pensé y regresé. Dejé todas mis cosas allá.

Fue una decisión abrupta…

Sí, de cierta manera impulsiva, pero es parte de mi personalidad: seguir mi instinto. Regresé al Perú sin saber qué iba a hacer ni nada. Era julio de 2004.

¿Cómo hiciste para empezar de cero aquí?

El entrenamiento funcional era algo diferente e innovador. Mi hermano corre tabla, en ese tiempo ese deporte estaba creciendo así que dije «ya sé, lo asocio a la tabla». Empecé con el surfing fitness, entrenaba a amigos míos y amigos de mi hermano. Luego se corrió la voz, empezó a masificarse, hasta que me contactó Sofía (Mulanovich). De cierta forma ella me lanzó. Alquilé una casa y allí utilizaba mi garaje. Estaba yo sola, me pasaba ocho horas entrenando gente. Poco a poco fui contratando entrenadores y así fuimos creciendo.

¿Cuántas horas al día entrenas o haces deporte?

En verdad depende, un día puedo hacer ejercicio cuatro horas, pero por lo general entreno dos horas y media. ¿Nunca te has ejercitado porque piensas «uy, estoy un poco gorda»? Jamás. Me metí al gimnasio y me di cuenta de que era fuerte, sentí que tenía un potencial.

¿Te gusta lo que haces?

Me fascina, me encanta. Por mí no me iría nunca, esta es mi casa (su gimnasio). Yo vivo acá de lunes a sábado. Me encanta el contacto con la gente y ser entrenadora. Si por mí fuera me pasaría 10 o 12 horas entrenando gente.

¿Tienes algún régimen de alimentación especial? ¿Qué comes?

He aprendido a comer de todo y también a dejar la suplementación especial. Soy una persona super disciplinada. Me gusta dedicarme a mí. En el desayuno tomo casi un litro de agua y un shot de extracto de kion. Luego yo misma preparo mi lonchera: los extractos o los smoothies que voy a tomar durante el día.

¿Nunca te provoca una hamburguesa?

Nunca he comido una hamburguesa. Lo que pasa es yo soy bióloga, mujer, yo sé cómo afectan los alimentos a tu fisiología. Entonces, mientras más información tienes, es más fácil tomar una decisión. El secreto es informarse. Soy un ratón de biblioteca, siempre lo he sido. Siempre estoy llevando cursos por Internet, siempre estoy investigando, leyendo.

¿Y disfrutas lo que comes?

¡Claro! Yo puedo entrenar todos los días lo mismo y comer todos los días lo mismo ¡Y me gusta! Yo como todo el día, me encanta comer. Pero me preocupo por lo que como. No puedes querer ser un Ferrari y alimentarte como un ‘bocho’.

¿Alguna vez has dejado de hacer deporte?

El año pasado, por primera vez en mi vida. Tuve una lesión, una sobrecarga en el tendón rotuliano en la rodilla y el talón de Aquiles. Empezó como una molestia, pero tuve que parar, dije «voy a bajar mi ritmo». Me tomó tiempo acostumbrarme, yo nunca he parado de entrenar más de una semana. Pero lo necesitaba.

¿Qué se siente ser la entrenadora de tantos deportistas exitosos?

Para mí es un reto y me encanta (lo dice con énfasis). Un deportista profesional llega a tal nivel competitivo que siempre está buscando superar sus límites. Son personas que van a entrenar absolutamente todo. Llegar a retarlos física y mentalmente es un arte.

¿No has percibido que los hombres se intimiden o incomoden porque tú, una mujer, los entrene?

Esa es otra cosa que me ha dado mucha ventaja: el ser mujer. El hombre piensa «si ella puede hacer este ejercicio, por qué yo no». Siempre me ha dado un beneficio para que lo hagan mejor. Es como un reto psicológico para ellos.

¿Cómo eres como jefa aquí en tu gimnasio?

Para mis entrenados puedo ser una buena jefa, pero como jefa de mis empleados me ha costado muchísimo, no te puedo mentir. No me gusta imponer. No soy ese tipo de persona.

Participas de maratones y otras competencias de largo aliento. ¿Por qué lo haces?

Porque tengo que competir, tengo que demostrarme cuánto puedo llegar a lograr. Es eso. Y claro, lo que pasa es que no soy velocista, yo soy fondista. Puedo aguantar horas haciendo ejercicios. He corrido 100 kilómetros sin parar. Esas pruebas mentales son las que más me gustan. Además tengo que estar compitiendo, es parte de mi trabajo, me debo a mis auspiciadores Adidas, Subaru y Herbalife que me han ayudado a crecer como deportista mujer.

¿Cómo conociste a tu esposo?

Porque es de la misma promoción de colegio de mi hermano menor. Pero empezamos a cruzarnos más hace cuatro años y medio, porque los dos corríamos por el malecón de Miraflores. La primera vez que hablamos sentí una química allí, me dije «¡Qué es esto!». Empezamos a salir y nunca más nos separamos. Hoy vivimos juntos, trabajamos juntos, estamos 24 horas juntos. Todo lo hacemos juntos.

¿Cómo se casaron? ¿Cómo fue tu matrimonio?

La verdad yo no sabía si me iba a casar o no, nunca tuve el sueño de entrar a la iglesia con el vestido blanco ni nada de eso. Así que Diego (su esposo) y yo decidimos ir a Italia, a un pueblo chiquitito. Queríamos simbolizar la verdadera unión de las personas, decir nuestros votos. Así que nos casamos en ese bosque maravilloso, con la gente de allí como invitados, comiendo una parrillada, con vasitos de plástico. Realmente sentimos la esencia de un matrimonio: el amor. Luego de prometernos el uno al otro la eternidad, la gente terminó abrazándose, llorando. Fue lindo, sencillo, simple y emocionante.

¿Cómo se llevan?

Increíble, nos complementamos en todo. Para muchos puede ser un poco loco trabajar, vivir, dormir y movilizarse con una sola persona. Pero si estoy dos o tres horas sin él ¡siento que me falta algo!

¿Han pensado en los hijos?

¡Este es nuestro hijo! (su gimnasio). En verdad no lo hemos planeado todavía, es una responsabilidad muy grande el tener hijos. Si llegan bien, si no… pues nos encanta viajar, nos encanta hacer deporte. Uno tiene la idea –seguro equivocada–de que las deportistas son chicas rudas, medio torpes para ser femeninas.

¿Qué opinas?

Me ha pasado con ex enamorados que me decían cosas como «oye, ya no más músculo». Pero creo que no se trata solo de la fuerza física, me parece que un hombre puede sentirse un poco intimidado con una mujer fuerte. Diego, en cambio, es una persona que se enamoró de mí tal cual soy, incluso por mi fuerza física. Él nunca me ha hecho sentir menos femenina porque entreno. Al contrario, sí me ve feliz entrenando me dice «entrena más». Me ha enseñado bastante, me ha ayudado a compartir. Normalmente existe en las parejas eso de «por qué tú sí y yo no». En cambio él es una persona diferente. Nunca me ha demostrado celos, siempre me ha permitido mantener mi individualidad. Cree totalmente en mi razonamiento, en mi lógica y en que siempre tomaré la decisión conveniente. Nunca me ha cuestionado en ese sentido. Y eso nos ha ayudado a entendernos y tener una muy buena relación.

¿Te consideras una mujer femenina?

Por supuesto (lo dice con seguridad), superfemenina. Me gusta vestirme bien, usar ropa apretada. Me gusta la cola, el pelo largo. El tema del maquillaje no es lo mío, pero siempre me he considerado sexy en mi estilo. Me gusta el cuerpo atlético, sentirme fuerte y creo que esa seguridad también puede llegar a ser sexy.

Además hay muchas formas de femineidad…

Claro, no se trata de ser débil o estar flaquita. Para mí el ser mujer ya te hace femenina. Se puede ser femenina dentro de lo que te gusta. Una deportista puede ser totalmente femenina.

¿Aparte del deporte haces otras actividades?

Bueno no te voy a mentir, el 70% u 80% de mi vida lo paso aquí. Vengo muy temprano y me voy muy tarde. Pero también me encanta mi casa de playa, soy superrelajada. El fin de semana lo tomo mucho para descansar. Somos bien caseros (ella y su esposo), somos de ver películas, de salir por allí a caminar.

¿Qué pasará cuando envejezcas y pierdas la agilidad y la fuerza?

El deporte es mi adicción. Libera dopamina y en verdad tengo una sensación de placer después de hacerlo. Pero soy una persona supercreativa y si puedo seguir desarrollando nuevas formas de entrenamiento seguramente continuaré en esto. Si algo he aprendido al ser preparadora física es que tu mente no está en tu pectoral. Tú puedes seguir creando, seguir innovando. Yo creo que haré esto hasta que tenga 60 o 70 años. Imagínate la sabiduría que tendré dentro de 20 o 30 años más. Además, lo importante es el espíritu que uno transmite. Llevo haciendo esto 10 años de mi vida. Nunca pensé que lo volvería un negocio y ahora mírame.

Contenido sugerido

Contenido GEC