El cáncer infantil no es una enfermedad uniforme, sino un conjunto de patologías que afectan distintos sistemas del cuerpo.
El cáncer infantil no es una enfermedad uniforme, sino un conjunto de patologías que afectan distintos sistemas del cuerpo.

El es una enfermedad poco frecuente, pero de gran impacto en las familias que la enfrentan. Según estimaciones del Ministerio de Salud (Minsa), cada año se registran aproximadamente 1.800 nuevos casos de cáncer en menores de 18 años en el Perú. Sin embargo, la ausencia de un diagnóstico temprano y el abandono del tratamiento continúan siendo problemas graves que afectan las tasas de curación, las cuales siguen siendo bajas en el país.

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A nivel global, las cifras son más alentadoras cuando se detecta la enfermedad a tiempo. El Dr. Yan Carlos Vargas Caycho, médico radioncólogo y director de Oncodrip, explica que “8 de cada 10 pequeños se curan siempre y cuando sea tratado en forma precoz”. Esto subraya la importancia de la detección temprana y del control periódico del niño sano para identificar cualquier signo de alerta.

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Los tipos de cáncer infantil más frecuentes

El cáncer infantil no es una enfermedad uniforme, sino un conjunto de patologías que afectan distintos sistemas del cuerpo. La oncóloga pediatra Esmeralda León, de la Clínica Ricardo Palma, señala que el tipo más común es la leucemia, especialmente la leucemia linfática aguda. Esta afecta a las células sanguíneas, alterando su producción normal y reduciendo la capacidad del organismo para combatir infecciones. Se presenta con síntomas como fatiga extrema, palidez, hematomas sin causa aparente y fiebre persistente.

Le siguen los tumores del sistema nervioso central, que representan una de las principales causas de mortalidad infantil por cáncer. Estos pueden desarrollarse en el cerebro o en la médula espinal y sus síntomas dependen de la ubicación del tumor. “Los signos más comunes incluyen dolor de cabeza persistente, vómitos sin causa aparente, alteraciones en la visión, convulsiones y cambios en el comportamiento”, explica el Dr. Juan García, oncólogo pediatra de la Clínica Anglo Americana.

Los linfomas, otro tipo de cáncer frecuente en niños, afectan el sistema linfático y pueden dividirse en linfoma de Hodgkin y linfoma no Hodgkin. Se caracterizan por el crecimiento anormal de ganglios linfáticos, fiebre prolongada, sudoración nocturna y pérdida de peso inexplicable. “El linfoma puede ser difícil de detectar en sus primeras etapas porque sus síntomas pueden confundirse con infecciones comunes”, advierte García.

En menores de cinco años, el neuroblastoma es otro de los cánceres más comunes. Se origina en el sistema nervioso simpático y suele presentarse con fiebre, dolor óseo y un crecimiento anormal en el abdomen. Finalmente, el retinoblastoma, que afecta la retina en niños pequeños, puede detectarse con la presencia de leucocoria (un reflejo blanco en la pupila) o estrabismo.

¿Cuáles son los síntomas de alerta?

El cáncer infantil es una enfermedad grave, por lo que es fundamental que los padres estén bien informados y atentos a cualquier síntoma sospechoso. “Muchos de estos signos pueden parecer comunes en niños sanos, pero cuando persisten o se presentan en combinación, deben ser evaluados por un especialista”, destaca la oncóloga pediatra Esmeralda León.

Algunos de los síntomas más comunes incluyen:

  • Fiebre inexplicable que dura más de una semana sin causa aparente. “Una fiebre prolongada sin origen infeccioso es una señal de alerta importante”, menciona el Dr. García.
  • Petequias o puntos morados en la piel sin antecedentes de golpes. “Estos pueden indicar una alteración en la coagulación sanguínea, característica de algunos tipos de leucemia”, añade Vargas Caycho.
  • Aparición de bultos en diferentes partes del cuerpo. “Ganglios inflamados sin causa aparente pueden estar relacionados con linfomas”, advierte García.
  • Aumento del volumen abdominal sin razón clara. “Un crecimiento abdominal anormal puede ser una señal de neuroblastoma”, menciona León.
  • Vómitos persistentes, especialmente en las mañanas, acompañados de dolor de cabeza. “Cuando los vómitos no están asociados a infecciones y son frecuentes, pueden ser indicio de un tumor cerebral”, explica García.
  • Fatiga, apatía o pérdida de interés en el juego. “Los niños con cáncer pueden mostrarse más cansados de lo normal y perder interés en sus actividades diarias”, menciona Vargas Caycho.
  • Pérdida de peso abrupta, superior al 10% del peso corporal en poco tiempo. “Si un niño pierde peso de manera repentina sin cambios en su alimentación o actividad física, debe ser evaluado”, advierte León.
  • Dolor de huesos o articulaciones sin causa aparente. “El dolor óseo persistente puede estar relacionado con leucemias y otros cánceres óseos”, explica García.
  • Moretones frecuentes o sangrados inusuales, como sangrado de nariz sin motivo. “Si un niño presenta moretones sin haberse golpeado o tiene sangrados frecuentes, es necesario hacer una evaluación hematológica”, destaca Vargas Caycho.
  • Palidez excesiva. “Una palidez pronunciada puede ser signo de anemia relacionada con leucemia”, menciona León.
  • Cefaleas recurrentes que no mejoran con analgésicos. “El dolor de cabeza persistente, acompañado de vómitos o alteraciones en la visión, requiere una evaluación neurológica”, enfatiza García.

El Dr. García agrega que en menores de cinco años el neuroblastoma suele manifestarse con fiebre, dolor óseo y crecimiento abdominal, mientras que el retinoblastoma se detecta por la presencia de estrabismo o leucocoria (reflejo blanco en el ojo). “El diagnóstico temprano marca la diferencia en las tasas de curación, por lo que ante cualquier sospecha es esencial acudir a un especialista”, concluye León.

Tratamientos disponibles para el cáncer infantil

Gracias a los avances en medicina, las probabilidades de curación del cáncer infantil han aumentado significativamente. “La ciencia ha evolucionado, permitiendo tratamientos más efectivos y menos agresivos para los niños”, explica el Dr. Vargas Caycho. Actualmente, los tratamientos disponibles incluyen:

  • Quimioterapia: Es el tratamiento más utilizado y consiste en administrar medicamentos que destruyen las células cancerosas. “Es fundamental en la mayoría de los casos, pero requiere monitoreo constante debido a sus efectos secundarios”, menciona García.
  • Cirugía: Se emplea cuando es posible extirpar el tumor sin comprometer órganos vitales. “En ciertos tipos de cáncer, la cirugía puede ser la primera opción, especialmente si el tumor está localizado”, explica León.
  • Radioterapia: Utilizada para destruir células cancerosas en tumores localizados. “Este tratamiento se usa con cautela en niños, ya que el cuerpo infantil aún está en desarrollo”, indica García.
  • Inmunoterapia: Una estrategia innovadora que ayuda al sistema inmunológico a combatir el cáncer con menos efectos secundarios que la quimioterapia. “Está revolucionando el tratamiento oncológico pediátrico, mejorando la calidad de vida de los pacientes”, agrega Vargas Caycho.
  • Terapia dirigida: Uso de fármacos que atacan exclusivamente las células cancerosas sin dañar las sanas. “Este enfoque permite tratamientos más personalizados y efectivos”, menciona León.

Uno de los tratamientos más prometedores es la inmunoterapia con naxitamab, que ha demostrado ser altamente eficaz en el tratamiento del neuroblastoma. “Su uso ha permitido mantener a los pacientes en remisión completa, con un perfil de toxicidad significativamente menor”, destaca García. La inmunoterapia está permitiendo un enfoque más específico, atacando células malignas sin comprometer el bienestar general del niño.

Otra opción innovadora es la quimioterapia intraarterial oftálmica, empleada en casos de retinoblastoma. “Este procedimiento permite administrar el medicamento directamente en el ojo afectado, reduciendo la toxicidad y mejorando los resultados”, explica el oncólogo pediatra. Se trata de un avance importante que mejora las tasas de éxito y reduce secuelas a largo plazo.

En la actualidad, también se investiga el uso de la terapia génica para modificar células defectuosas y restaurar su función normal. “La medicina de precisión avanza rápidamente, lo que nos permite diseñar tratamientos a la medida del paciente”, concluye Vargas Caycho.

Estos avances han permitido mejorar las tasas de curación y reducir los efectos adversos del tratamiento, brindando mayor esperanza a los niños y sus familias. “El éxito del tratamiento no solo depende de la tecnología, sino también del apoyo familiar y del seguimiento médico continuo”, enfatiza García. La lucha contra el cáncer infantil es una batalla que se puede ganar con detección temprana, acceso a tratamiento oportuno y el compromiso de la comunidad médica y los cuidadores.

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