Alianza Lima recibe a Universitario en Matute, en la final a la que ambos clasificaron con absoluta justicia, y estamos en el momento preciso para pedir que sea un clásico en paz, que se juegue cada pelota como si fuera la última, que se celebre con respeto pero que nunca, la violencia le gane al balón.
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El clima de amenazas de las últimas horas tiene que ver, por supuesto, con la exagerada rivalidad entre ambos, histórica, pero también con el desconocimiento de las autoridades sobre los componentes reales de quienes hoy integran las barras. O los delincuentes que son barras. El fenómeno existe, es real, supera a los estadios y las instituciones, y no se va a resolver solo con empadronamientos ni varazos. Para luchar contra ese enemigo es importante conocerlo, estudiarlo, hallar las razones de su violencia y por qué ha encontrado en el fútbol una forma de escapar. Aquí todos los involucrados importan: periodistas, dirigentes, policías, Estado. Nos permitimos decir que mientras eso no ocurra, nada va a cambiar.
Porque el fútbol, ese que conocimos, ya cambió. El folclore, o eso que nuestros abuelos llamaban folclore, ya no existe. Imposible imaginar una portada igual a la que Perú Match produjo en setiembre de 1969 con Perico León y Chumpitaz abrazados, riéndose. O aquel encuentro precioso, narrado por Pocho Rospigliosi y fotografiado en “Ovación”, entre Teófilo Cubillas y Lolo Fernández en los vestuarios del viejo Estadio Nacional, tras la Copa América 1975. Y, por supuesto, la reunión que convocó DT en el 2009 entre Germán Leguía y Guillermo La Rosa, dos piedras preciosas de la ‘U’ y Alianza Lima, donde les propuso algo que hoy parecería infamia: intercambiar camisetas, y que el Tanque se vista de crema y Cocoliche de blanquiazul.
Ese tiempo se acabó. Desde entonces, nadie sabe bien cómo ni cuándo, otro lenguaje dominó las tribunas donde antes se alentaba bailando festejo y golpeando maderitas. Otros modales se imitaron, otros trofeos se buscaron y otros triunfos se celebraron. Y todo se graba en HD. Ninguno tenía que ver con un gol.
Dicho esto, y en medio de una semana que ha sacado lo peor de todos, se juega el clásico que define al campeón de la Liga 1 Betsson 2023. Se ha discutido de todo, menos de fútbol. Es un misterio aún si Carlos Zambrano será titular y cuánto bien le podría hacer a la línea defensiva del local. O si Universitario y su equipo de memoria jugará de la misma forma que en el Monumental, encimando, ahogando, jugando.
Se ha discutido de todo, menos de fútbol, que como ya sabemos ha sido el único deporte colectivo que nos ha hecho olvidar los odios políticos que parten al país en decenas de retazos. Que en la cancha se defina todo. Que allí se dispute el cariño por su camiseta. Y que ninguna cosa más lo empañe. Felizmente, los goles no los hacen los violentos de Twitter.