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Platillos a la carta
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Era el 2 de julio de 1947. En el pequeño pueblo lechero de , ubicado a mitad del desierto de Nuevo México, el granjero William Brazel caminaba entre la escasa hierba crecida rumbo hacia su rebaño de ovejas. La noche anterior, la zona había sido sacudida por una tormenta eléctrica. De pronto, algo llamó su atención. Unos restos extraños refulgían en medio del campo desolado. Brazel se acercó con cautela, los recogió y se los llevó hacia su casa. Horas más tarde, se comunicó con el sheriff local y este llamó a las autoridades militares. El martes 8 de julio, el pueblo amaneció con la siguiente noticia publicada en el Roswell Daily Record: “Las fuerzas aéreas capturan un platillo volador en un rancho de Roswell”. Pero, horas después, Roger Ramey, comandante de la base militar de Fort Worth desmintió esa información y aseguró que lo encontrado correspondía a vestigios de un globo metereológico: tiras de aluminio, cartón y varillas de madera.

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El miércoles 9 de julio, El Comercio tituló así la noticia en Lima: “Descubierto un ‘disco volante’ en una hacienda ganadera, se cree que se trate de un ‘blanco’ de uso metereológico”. El texto, que reproducía un cable de la agencia AP, mencionaba que el objeto encontrado era “de los que corrientemente se emplean para determinar la dirección y velocidad de los vientos a grandes alturas”.

Donald E. Keyhoe, mayor retirado del Cuerpo de Marines, sostiene un ejemplar de su libro, en el que revela que los platillos voladores que alarmaron y divirtieron a la nación hace unos meses son en realidad naves espaciales de otro planeta. En el libro, "Platillos Voladores del Espacio Exterior", Keyhoe afirma que la Fuerza Aérea posee imágenes secretas de las apariciones, lo que demuestra que son naves interplanetarias. (Foto: Getty Images)
Donald E. Keyhoe, mayor retirado del Cuerpo de Marines, sostiene un ejemplar de su libro, en el que revela que los platillos voladores que alarmaron y divirtieron a la nación hace unos meses son en realidad naves espaciales de otro planeta. En el libro, "Platillos Voladores del Espacio Exterior", Keyhoe afirma que la Fuerza Aérea posee imágenes secretas de las apariciones, lo que demuestra que son naves interplanetarias. (Foto: Getty Images)
/ Bettmann

Pero estas aclaraciones no impidieron que la bola de nieve empezara a correr. Con los años, Roswell se convirtió en sinónimo de encubrimiento gubernamental (lo que dio origen a películas, libros y series de televisión). Se dijo que los restos habían sido cambiados por los militares estadounidenses, que Brazel había sido sobornado para cambiar su versión, y a menudo se citaban ‘testimonios’ de oficiales que declaraban haber visto cuerpos de extraterrestres. En los años 90, se conoció recién el informe final de una comisión que investigó el caso: los restos pertenecían al proyecto secreto Mogul, que desarrollaba un sistema de largo alcance para detectar detonaciones nucleares soviéticas.

Archivo histórico de El Comercio.
Archivo histórico de El Comercio.

Fiebre OVNI

A partir de Roswell, en la década de 1950, la fiebre se desencadenó en el mundo. Eran tiempos de la Guerra Fría —y en medio de la paranoia por una guerra nuclear— las noticias de avistamientos, de extrañas luces en el cielo y de contactos con seres de otros mundos se multiplicaron en los periódicos de la época. El Comercio no fue la excepción. El 10 de marzo de 1950, en la portada de la edición de la tarde, este Diario formulaba la siguiente pregunta: ¿Será invadida la Tierra por habitantes de otros planetas? Luego se citaba un cable de AP que anunciaba que un testigo había visto caer en una colina cercana a Ciudad de México un platillo volador de unos 46 pies de diámetro y que “un hombrecito de 23 pulgadas de alto había perecido en el accidente”.

Archivo histórico de El Comercio.
Archivo histórico de El Comercio.

El 2 de abril se dio cuenta de otro avistamiento en el aeropuerto municipal de Dayton, en Ohio, y el 4 de abril dos noticias sobre “OVNIS” volvieron a publicarse en estas páginas. En la primera, el ingeniero Víctor Estremadoyro relataba un hecho ocurrido en su último viaje al Cusco, cuando se encontró con personas que señalaban el cielo y aseguraban haber visto un platillo volador. Con el correr de los minutos, unos decían que el objeto ascendía por el cielo, otros que se movía a gran velocidad. Finalmente, se descubrió la causa de tanto tanto alboroto: ese puntito lejano y tembloroso en el cielo azul no era otra cosa que el planeta Venus, que por esos días alcanzaba su máximo brillo en el firmamento.

En la otra información se explicaba, con declaraciones del teniente C.A.P. Juan Bartet y del experto en instrumentos ópticos, Carlos Tirado, cómo podrían funcionar los platos voladores. La nota estaba acompañada de cuatro grabados, y se advertía que estos artilugios alienígenas debían estar hechos de un material muy liviano, con un eje en el centro, y que para que se movieran a astronómicas distancias tendrían que llevar un combustible, no inventado todavía en la Tierra, que podría ser una mezcla de oxígeno e hidrógeno líquido. El 12 de abril se daba cuenta de un avistamiento en el cielo de Chiclayo: un objeto “redondo y del tamaño de una peseta” fue observado a través de un teodolito de Corpac, entonces se descubrió su color plateado y su movimiento pendular.

Lo que busca la ciencia

Tres cuartos de siglo después de aquellas noticias, las sondas espaciales y los telescopios en órbita, como el James Webb, han transformado los conocimientos del universo y la búsqueda de vida extraterrestre. Lo que más interesa a los científicos actualmente es el hallazgo de biomarcadores en el espacio exterior. Es decir, de rastros de algún tipo de vida, por muy primitiva que esta sea. “La búsqueda va desde vida microscópica microbiana hasta vida inteligente a través de ondas de radio”, dice el biólogo y divulgador Iván Meza Vélez.

Archivo histórico de El Comercio.
Archivo histórico de El Comercio.

En el primer caso, destaca el caso de Marte y de los satélites Europa y Encélado, de Júpiter y Saturno, respectivamente. “Marte todavía está como candidato para buscar vida microbiana fósil bajo su superficie —explica—, porque se sabe que hace millones de años este planeta tuvo mares; mientras Europa tiene un océano bajo una capa de hielo, de una profundidad increíble y todo apunta a la existencia de volcanes submarinos; algo parecido ocurre en Encélado que, se sabe, tiene un océano de hielo con presencia de géiseres por los cambios de temperatura”.

Y lejos del sistema solar están los exoplanetas. “Ya hay registrados más de 5.000 (de los millones existentes) en la Vía Láctea —precisa Meza— y algunos de ellos están en zonas habitables, ¿qué quiere decir esto?, en regiones de esos sistemas donde el agua está en estado líquido”. Los telescopios apuntan a ver si en estos cuerpos, ubicados a centenares o miles de años luz, existen compuestos químicos que podrían ser indicadores de vida como abundancia de amoniaco, CO2 o altos niveles de oxígeno.

Aunque la sideral distancia juega en contra, la sola existencia de una vida microscópica extraterreste ya sería toda una revolución. Como dice Meza “vendrían preguntas en cascada: ¿cuál es su composición?, ¿tiene un ADN parecido o totalmente diferente al nuestro?, ¿en qué se basa su estructura orgánica?, preguntas que para los científicos son mucho más interesantes que hallar vida inteligente”.

Mientras tanto, en Roswell se alistan para celebrar el Día Mundial del OVNI. El pueblo vive ahora del turismo, con un museo temático y otras actividades que recuerdan que alguna vez en esas cálidas arenas se echo andar la ‘noticia’ que había caído un platillo volador.

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