Juan Félix Cortes E.
El mar, la nave y el poeta están unidos por la palabra y es tan rotunda su esencia humana que no nos alejamos fácilmente de su belleza artística y de su hondo compromiso con la vida.
"El libro de la nave dorada" tiene su propio código lingüístico, su propia armonía marítima, su propio mensaje, y es indiscutiblemente en la poesía peruana, una obra labrada con paciencia que ha respetado su ritmo interior y su oleaje estético a través del tiempo.
Alcides Sperucin fue un grande en el afamado Grupo Norte de Trujillo de César Vallejo, de Orrego, de Haya de la Torre, de Garrido, de Xandoval, de Imaña, de Espinosa, entre otros.
Creo que Alcides Spelucín encendió su poesía con su palabra maravillosa, sus poemas gustan hasta ahora, porque son originales y porque traslucen y revelan esa fuerza de una creación juvenil que ha marcado huella imperecedera, El lector de "El libro de la nave dorada" se transportará a un espacio lírico, auténtico, donde vibra la palabra del poeta.
Spelucín, se sintió halagado cuando leyó el prólogo del maestro y filósofo Antenor Orrego. Me atrevo a decir que el poeta ascopano fue existencialista en la época en que le tocó vivir: viajó, vivió y amó a su manera y escribió para perdurar.
EL CREPÚSCULO
Sus restos mortales se encuentran en Bahía Blanca, Argentina, cerca al océano Atlántico. Lo admiro y lo recuerdo porque en este libro siente su pasado y su presente, porque escribe y describe al mismo tiempo el entorno que lo deslumbró: el crepúsculo, los puertos que aparecían a la distancia, los barcos que venían de oriente al occidente , la naturaleza misma y las viejas historias que se perdían en las leyendas de hombres míticos que lucharon, amaron y desaparecieron, sin pena ni gloria.
Para Spelucín el mar es un aliado; pero el personaje esencial de su obra poética es la nave que le permite conocer sitios desconocidos y misteriosos; la nave de su verbo es como un amigo íntimo; es la razón de ser de su libro: en la nave traslada su cuerpo lírico y su alma como una metáfora que lo ilusiona. En la nave lleva su espíritu creador, la nave registra los horarios del tiempo y el mar toca con ternura la madera de su poesía y que por último refresca con su brisa el corazón del navegante.
Es importante señalar los poemas que dedicó a sus amigos del grupo Norte. A César Vallejo le dedicó el poema “Voz”, a Daniel Hoyle “El poema del amor esperanzado”, a José Eulogio Garrido Espinosa “Salutación maternal”, a Víctor Raúl Haya de la Torre ”La canción vigorosa”, a Macedonio de La Torre “Caracol Bermejo”, a Federico Esquerre “La canción de la Rada” a Leoncio Muñoz “La otra barca”, a sus amigos de juventud Ramón Rubiera, Germán Villanueva, Juan Sotelo y a los ideólogos y políticos latinoamericanos: José Vasconcelos de México y José Carlos Mariátegui del Perú
Este es un libro de poesía que Spelucin escribió cuando tenía 23 años. En nuestra literatura existen pocos poetas precoces, entre los que destacan Martín Adán, Juan Luis Velásquez, Javier Heraud y otros creadores originales de grata recordación.