Luis Octavio Ruzo ha subido a la empinada meseta norte de Marcahuasi desde que tenía 15 años. Lo hizo primero guiado por su padre Daniel Ruzo, un investigador que a inicios de la década del 50 dio a conocer al mundo este impresionante bosque de piedras ubicado a 4.000 metros de altura, cerca del pueblo de San Pedro de Casta, en la sierra limeña de Huarochirí. Un sitio agreste, excepcional y mágico salpicado por decenas de formaciones megalíticas antropomorfas y zoomorfas que han intrigado a todos los que han llegado a este lugar.
El origen y el sentido de estas piedras siempre han sido un misterio. No se sabía a ciencia cierta si estas formaciones líticas eran una caprichosa obra de la naturaleza o la planificada construcción de alguna civilización perdida en el tiempo. Esto obsesionó siempre a Luis Octavio Ruzo, quien, ya formado como químico ambiental, ha seguido subiendo a la meseta para realizar investigaciones y mediciones diversas. Con ese objetivo, en el 2010, junto con su sobrino, el artista plástico Javier Ruzo, fundó la Asociación para el Estudio de Ciencias y Artes Tradicionales (Ecyart) para promover la investigación científica en Marcahuasi.
De esta manera, entró en contacto con diversos especialistas de la Universidad de Boston, donde Ruzo actualmente maneja fondos de becas para investigación. Entre estos académicos destacan el profesor David Carballo, un arqueólogo y antropólogo que ha realizado investigaciones en Teotihuacán, en México.
Ruzo cuenta así esta historia: “Mi padre pasó muchos años trabajando con teodolitos en Marcahuasi, pero no logró relacionar las estructuras con puntos importantes en el cielo. Con el tiempo, yo me di cuenta de que eso era imposible porque los monumentos principales eran inamovibles y no había manera de organizarlos en líneas para que tengan un significado astronómico. Entonces, me puse a pensar cómo lograr algo así y me fijé en algunas rocas de formas peculiares que aparecían en distintas partes de la meseta. Con un GPS, georreferencié estas piedras y también los monumentos principales, y cuando volví a California, con la ayuda de Google Earth Pro, tracé coordenadas y encontré una cantidad de líneas rectas entre los monumentos y 4 o 5 de estas piedras que cumplían la función de marcadores. Sin embargo, no sabía qué hacer con este hallazgo. Así que consulté con un profesor en Boston y especialista en estos temas [David Carballo], quien me dijo que le parecía que esas líneas, en realidad, estaban apuntando a algo”.
"Tracé coordenadas y encontré una cantidad de líneas rectas entre los monumentos y 4 o 5 de estas piedras que cumplían la función de marcadores"
Así empezó una investigación multidisciplinaria que ahora ha sido publicada en la revista especializada “Journal of Anthropological and Archaeological Sciences”, bajo el título de “Paisaje sagrado y astronomía cultural en la meseta de Marcahuasi”. Aparte del profesor Carballo y de Ruzo, el equipo de investigadores lo conforman el renombrado arqueoastrónomo Anthony Aveni, el ingeniero y matemático Peter Kassakian y el estudiante de doctorado Qi Zheng.
La investigación revela que ciertas piedras y monumentos de Marcahuasi están alineados y apuntan a eventos importantes del horizonte vinculados con la posición del Sol en los equinoccios, solsticios y el paso cenital, así como otros sucesos vinculados con la constelación de las Pléyades. Los datos recogidos han sido analizados con el programa Montecarlo, un algoritmo computacional que establece un nivel de confianza de 97 %.
Observatorio astronómico
De los más de 200 alineamientos que los especialistas han calculado en Marcahuasi, existen cuatro que dan azimuts exactos de 90 y 270 grados. Para explicar cómo funcionan estos alineamientos, Ruzo pone como ejemplo lo que sucede en el llamado Altar, un monumento lítico ubicado al borde de un precipicio en el lado norte de la meseta.
“Entre este monumento, formado por rocas que parecen escaleras totalmente rectangulares, y la Peca Gasha [la estructura principal de Marcahuasi] existen tres marcadores en línea, los cuales pueden moverse, de alguna manera. Entonces, fuimos descubriendo que apuntaban a la salida y la puesta del Sol… Después, viendo el diseño de los marcadores y las estructuras monolíticas, pudimos percibir que representaban algo de arriba, eran como un reflejo del cielo en el piso, y correspondían geométricamente a las estrellas más brillantes de la constelación de las Pléyades”.
Todo esto no puede ser coincidencia, y los investigadores creen que Marcahuasi puede haber sido un observatorio astronómico antiguo. Un sitio natural manipulado por el ser humano para ver el curso de los astros como sucede en otros lugares del Perú prehispánico.
Creación mística
La gran pregunta es si estas maravillosas estructuras líticas, que representan inmensos rostros humanos, figuras de guerreros, llamas, aves, felinos han sido modeladas por el hombre o son solo producto de la erosión del viento y las lluvias.
“Desde el principio, cuando mi padre subió por primera vez a Marcahuasi, creía que esta era una obra humana —comenta Ruzo—. Una vez que me interesé en el sitio, me di cuenta de que esto no podía ser solo hecho por el hombre, sino que había también una formación natural. Es decir, estas piedras tenían ciertas formas que el ser humano pudo completar. En Alaska, de acuerdo con una tradición muy antigua, los jóvenes cuando entran en la pubertad son enviados a buscar una piedra que será su animal totémico. O sea, ellos encuentran una piedra que parece un oso polar y la labran hasta que se ve nítidamente el animal. Yo creo que, en un nivel más grande, Marcahuasi también es eso. Son estructuras naturales convertidas en monumentos”.
"Me di cuenta de que esto no podía ser solo hecho por el hombre, sino que había también una formación natural. Es decir, estas piedras tenían ciertas formas que el ser humano pudo completar"
Espacio mítico
Pero junto con las explicaciones científicas, Marcahuasi se explica también en la memoria mítica de los residentes de San Pedro de Casta. Ahí aparece la figura del dios huanca Huallallo, un escultor legendario que —se afirma— fue el creador de estas figuras de piedra y que, capturado por los incas, fue obligado a trabajar en la construcción de Sacsayhuamán y el Coricancha. También se mencionan las figuras míticas de Lloctacure y Huambo, dos brujos poderosos que se enfrentaron alguna vez en mortal batalla en la cima de la meseta. Según estos relatos, las esculturas serían las huestes petrificadas de ambos ejércitos míticos.
En “Dioses y hombres de Huarochirí”, la narración quechua de los siglos XVI y XVII traducida al castellano por José María Arguedas, aparece esa antigua tensión entre el ser humano y las fuerzas de la naturaleza, la misma que al parecer Marcahuasi encarna con sus esculturas de piedra erosionadas por el viento, pero terminadas de modelar por ágiles manos que buscaban reflejar el cielo en la Tierra.