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Alfredo Luna: “Nadie entró al Mincul a robar ni a ser indolente”
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Desde la gestión del presidente Castillo, el Mincul fue territorio de improvisación. Perdió liderazgo y credibilidad. La ausencia de propósito le dio a sus enemigos razones para demandar su desactivación. Con el cambio de gestión, el nuevo ministro Alfredo Luna entró para hacer control de daños y apostar por el diálogo. Ex viceministro de interculturalidad entre 2016 y 2018 durante el gobierno del presidente Kuczynski, conoce bien a los trabajadores, especialistas y técnicos del ministerio, y los ha sumado, dice, a participar en la recuperación de la institucionalidad perdida, priorizando en el servicio al ciudadano. El segundo paso del nuevo responsable del Mincul fue romper el aislamiento. En las últimas semanas se ha reunido con los colegios de arquitectos y de arqueólogos, con cineastas, así como autoridades políticas y representantes de sindicatos y líderes del sector.
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— ¿Cómo encontraste el ánimo de los equipos del ministerio?
Desconcertados. Pero ver un rostro amable aunque exigente ha generado una esperanza. De alguna manera, estamos en la línea de lo que pasó con el gobierno: entró con ciertos cuestionamientos y, de inmediato, se generó una forma diferente de acercarse a la población para generar esperanza. Evidentemente esa esperanza tiene que ir de la mano con acciones concretas. Donde hay conflicto tiene que haber diálogo, y estoy abocado en ello. Hemos hablado con gobernadores regionales, alcaldes y parlamentarios. Me he encontrado con trámites que tenían meses, incluso años encarpetados. Hay muchas decisiones que tomar. Lo más fácil para un funcionario público es no hacer nada, jugar al muertito y terminar su gestión sin lastimarse. Pero eso no le hace un favor al país. Nuestro primer gran objetivo es recomponer el aparato de gestión de Machu Picchu en lo que nos compete: la conservación y la preservación, sumando en nuestra relación con el Mincetur y el Ministerio de Ambiente.
— Antes para hablar de recomponer, ¿específicamente qué se había descompuesto en la gestión en Machu Picchu?
El diálogo. No había reuniones ni coordinación.
— ¿Qué bombas de tiempo ha dejado la gestión anterior?
Cuando estuve por primera vez en el ministerio el 2012, esas bombas de tiempo ya existían. Sin embargo, en todo ese tiempo ha habido avances y retrocesos. En el fondo, no hubo en la gestión patrones que seguir. La predictibilidad estuvo ausente.

— ¿Cómo evalúas la propuesta del ex ministro Fabricio Valencia de recortar el área protegida de Nazca? ¿Tanto poder tiene la minería informal en la toma de decisiones del Mincul?
Separemos las cosas. Fabricio es una persona a quien respeto mucho. Es un abogado patrimonialista con un prestigio bien ganado. Por otro lado, la minería ilegal en Nazca existe desde hace dos décadas. Se trata de un área de cinco mil kilómetros cuadrados donde hay asentamientos, campos agrícolas, nuestro riquísimo patrimonio y también minería ilegal. Su desarrollo territorial debe hacerse con información técnica a cabalidad. Y la información no está completa ni ordenada. Aspiramos tener una unidad ejecutora en Nazca que permita una intervención directa. Pero estas unidades se han convertido en entes burocráticos más lentos que la misma administración central. No estoy eludiendo la pregunta: lo que digo es que aquella decisión debió hacerse, a mi parecer, con mayor análisis. Más adelante se identificará si agentes externos a la cultura motivaron esa decisión. Yo no lo sé. No está en mí decirlo.
— ¿Por otro lado, por qué en Chan Chan se han agudizado problemas crónicos como la invasión de terrenos y la proliferación de basura y desmonte?
Porque Trujillo no ha trabajado en ello. Porque no hay un compromiso real de los gobernadores, de los alcaldes, de los parlamentarios, ni del propio ciudadano. La basura no se genera sola. La Dirección Descentralizada de Cultura tiene funcionarios que hacen una excelente labor de restauración en la zona de investigación, pero luego no pueden controlar el perímetro. La acción del desmonte es avasalladora porque no hay autoridad. En diciembre, vamos a tener una mesa redonda y en mi intervención haré un llamado de atención a los trujillanos.
— ¿La acumulación de basura es una práctica previa a la ocupación informal de la reserva?
Pasa algo interesante: de 2019 hasta 2022 se hizo limpieza en la zona. Y justo en la zona que limpiaron, invadieron. Ya hay allí una construcción de material noble. Es más: se denunció a una persona que pidió hacer una investigación científica en la zona y terminó desarrollando un campo de cultivo.
— Hace unas semanas visitaste el MUNA. ¿Por qué se paralizó por años el traslado de las colecciones para hacerlo operativo?
En la visita, pude encontrar que el “cerebro” del museo, el acondicionamiento climático, estaba expuesto, oxidado, sin mantenimiento. Las cámaras de circuito cerrado no estaban operativas, es decir, no había seguridad. Si bajas la temperatura, la deshumidificación no se ajusta. Con este problema, en los depósitos solo puedes tener muestras líticas. Si llevas un telar, se va a pudrir. Soy ingeniero civil, y me parece inaudito que luego de invertirse 500 millones de soles en una bella arquitectura, el museo no esté operativo. Ni siquiera hay museografía. ¡Y el acceso es una locura! ¿Qué le falta al Muna? orden y soluciones de ejecución. Afortunadamente, el presidente Jerí tiene una visión: dejar cosas bien hechas. A fin de diciembre tendremos el edificio concluido y la museografía debe estar lista este año.
— En las fotos oficiales de tu recorrido por el museo, se te ve especialmente molesto.
Si recuerdas, el Muna tiene un gran techo y varios jardines arriba. Si vas ahora los encontrarás secos. Y lo están porque no pusieron impermeabilización al techo. ¡Once mil metros cuadrados sin impermeabilización! Es algo que hay que poner, evidentemente. Mi mortificación es la misma que tú tienes. En el Muna no hubo una dirección técnica adecuada.
— ¿Podríamos hablar de una indolencia criminal por parte de los funcionarios del Mincul?
Voy a decirlo claramente: todos mis colegas ministros tienen un alto perfil y una dedicación al Perú. Estoy seguro que nadie entró acá a robar ni a ser indolente. Pero sí creo que las administraciones que han tenido a cargo el MUNA no han sido serias.
— Hablemos de los trabajos de Prolima en el centro de la capital. ¿Cuáles fueron los criterios para cancelar los permisos en los trabajos de excavación del arco del puente y del Molino de Aliaga?
Una de las primeras visitas que hice como ministro fue a Prolima para decir “estamos acá” y empezar a repensar las cosas que en su momento estuvieron bloqueadas. No podemos seguir paralizados. Antes había una presidenta que creía que iban a atacarla por el subsuelo. El presidente Jerí no es así. Con Prolima hemos establecido un flujo muy ágil. El centro histórico ha evolucionado durante los últimos años y evidentemente eso genera comercio y turismo. Un reto personal es intervenir para recuperar el diálogo que debe haber entre la Municipalidad y el Convento de San Francisco. Soy católico, y el perdón es parte de nuestro credo.
— ¿Ya levantaron el juicio a la municipalidad por esas obras?
Bueno, hay un proceso judicial que debe seguir. A veces, nuestros procuradores piensan que si retiran la demanda inmediatamente, podrían incurrir en delito. Pero yo espero que eso se resuelva pronto. Prolima y el Ministerio de Cultura están trabajando de la mano para retomar el desarrollo del centro histórico.
— ¿Como ministro de cultura, que piensa del plan de intervenir en la Plaza de Armas de Lima?
Sé que ya se ha retrocedido en ese sentido. La población se ha apropiado de su plaza. Pocas cosas son tan interesantes como ver un domingo a las familias disfrutar del centro de la ciudad, apreciando el perfil urbano. Eso tiene un sentido maravilloso que te transmite identidad.
— ¿Cuál es la actual situación del Archivo General de la Nación? ¿Cuándo se iniciara la construcción de su nueva sede?
Me he encontrado con el proyecto de inversión de 430 millones de soles. Siendo una inversión tan grande, al no haber continuidad nunca se inicia. Hay que ser prácticos. No podemos andar pensando en proyectos como el Muna sin haber resuelto los problemas que implica la gestión de un gran edificio. No solo hablamos de climatización, de gastos de operación o de nuevo personal. En el caso del Archivo, están los documentos que deben ser tratados de una manera especial. Hemos logrado que la presidencia del Poder Judicial nos dé un poco más de tiempo para el traslado del archivo. Hemos habilitado cerca de dos mil metros cuadrados en el edificio del Museo de la Nación, con la debida climatización. Antes del 24 de diciembre debemos tener todo trasladado aquí. Sin embargo, esto requiere un destino final.

— ¿En siete meses que tendrá el gobierno, qué objetivos esperas cumplir al entregar el cargo?
Primero, dejar el plan de desarrollo multisectorial de Machu Picchu terminado. Segundo, que el Muna tenga una ruta y una fecha de apertura concreta. Tercero, que la política nacional de pueblos indígenas sea aprobada, y cuarto, que aprobemos el reglamento de la Ley de Cine. A ello sumemos resolver los problemas en Chan Chan, Nazca y Kuélap. En eso nos vamos a abocar.
Sobre Machu Picchu: “Nunca se planteó un proyecto que involucre a la comunidad”
— ¿Colapsó Machu Picchu en el gobierno de Castillo?
Primero entendamos que Castillo colocó mucha gente improvisada en diversas posiciones (del ministerio). Segundo, se tomaron decisiones cediendo a reclamos sociales. El tema de las mil entradas responde a una necesidad de la población de participar de los ingresos que genera Machu Picchu. Pero nunca se planteó un proyecto turístico que involucre a la comunidad, que Machu Picchu pueblo sea atractivo por sí mismo.
— Esas mil entradas generaron todo un mercado negro…
Efectivamente. En nuestras estadísticas, durante dos meses esas entradas generaban colas inmensas y maltrato a los visitantes. En el resto del año, había días que de las mil entradas solo se vendían doscientas. Ahí te das cuenta que la improvisación es parte del problema. Teresa Mera (Mincetur), Miguel Espichán (Ambiente) y yo conocemos cómo funcionan nuestros ministerios. Podemos acercarnos a un diagnóstico y ponernos de acuerdo.
— ¿Cuánto tiempo se ha perdido en Machu Picchu? Con el ministro de Cultura Alejandro Neyra, se hablaba de la inminente construcción del centro de visitantes. Hoy solo se habla de boletos...
Partamos del 2015, cuando se hace el famoso estudio de Douglas Comer que establece una carga máxima de 5600 personas por día, estableciendo mejoras al sitio. Una de ellas era contar con un centro de visitantes que ordene el turismo. No es un centro comercial ni un museo. Es un espacio que permite al turista enterarse de lo que va a ver y cómo debe comportarse. Este centro de visitantes cuenta ya con un proyecto de inversión.
— ¿Por qué se dejó pasar tanto tiempo?
Pasó la pandemia. Un nuevo estudio de visitantes va de la mano con los cambios ambientales tras la pandemia. Asimismo, hoy contamos con herramientas tecnológicas que no teníamos en 2019. ¿Perdimos tiempo? Creo que hay momentos que permiten repensar soluciones. La población se opone al centro de interpretación. ¿Por qué? Porque creen que van a perder comercio o mejoras en su calidad de vida. Y ahí tenemos que dialogar. Para ello requiero una Dirección Desconcentrada de Cultura que funcione.
— Mientras tanto, el gobernador regional del Cusco les entabla un juicio para administrar ellos Machu Picchu...
Conversé con Werner Salcedo largamente. Es una persona que ama su tierra, un especialista en desarrollo territorial que tiene una propuesta para todo el Valle Sagrado. Nos une la conservación y la preservación del santuario. Estoy seguro que juntos haremos algo potente para dejar a quienes asuman una nueva gestión.










