Un domingo de junio de 1923, César Vallejo partió a París y en una carta a sus hermanos les dijo que volvería en unos meses, en enero o febrero del año siguiente. Sin embargo, no regresó más. Si una ciudad ha quedado unida a la biografía del autor de Trilce, esa ha sido París: ahí conoció a Georgette e hizo grandes amigos como Juan Larrea; ahí se convirtió en traductor, escribió artículos periodísticos y realizó gran parte de su obra poética; y ahí también se quedaron sus restos tras su muerte en 1938.
Sin embargo, existe un año en el que Vallejo fue expulsado de París, por sus vinculaciones con grupos comunistas. Ese año fue 1931, cuando el poeta residió en el turbulento Madrid de la segunda república. Ese es el periodo que aborda Rogelio Oré Aguilar en Viviré en Madrid sin aguacero. César Vallejo, 1931: un volumen pequeño, editado por el Fondo Editorial del Congreso, pero sustancioso en información, pues recrea, paso a paso, la estancia del poeta en la capital española, cuando en medio de grandes penurias, tuvo que ganarse la vida como traductor para sobrevivir.
A pesar de ello, su actividad literaria no se detuvo. “Los textos que Vallejo escribió el año 31 en Madrid constituyen los más copiosos de su pluma y, sin duda, los más exitosos en cuanto a publicación. Ese año terminó cinco libros y publicó dos. Tradujo varias novelas, dos de las cuales fueron editadas. Incluso se dio tiempo para escribir cuentos y redactar crónicas para diarios americanos y españoles”, escribe Oré.
El autor se refiere al éxito de Rusia en 1931, libro de crónicas que agotó tres ediciones (aunque al poeta solo le pagaron por una), y también a la publicación, en marzo de aquel año, de la novela El tungsteno que Vallejo, según Georgette, escribió “de un tirón, en menos de un mes”.
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Después de visitar archivos y cotejar múltiples fuentes y cartas, Oré logra despejar algunos vacíos en la biografía de Vallejo. Uno de los datos más relevantes es el descubrimiento de su casa en Madrid. Sucede que la poca información al respecto parecía zanjada con una cita que era repetida sin mayor verificación, la cual señalaba que había vivido en “un departamento de la calle Encanto”.
Lo curioso es que dicha calle no existe en ningún mapa antiguo ni reciente de Madrid. “Recurrí a una especialista en historia urbanística de Madrid —Isabel Gea— y me lo confirmó vía correo electrónico: ‘No ha habido nunca una calle denominada Encanto’. Igualmente, acudí al Museo de Madrid […] donde pude revisar un callejero del año 1936 y no hallé ninguna mención a la calle Encanto”, detalla el investigador. Incluso Oré llegó a encontrar en un portal de la calle Alcalá, una placa que decía: “En esta casa vivió en 1931 el poeta peruano César Vallejo”. Pero aquel dato también era erróneo.
“La respuesta al enigma nos la dio el propio Vallejo”, añade Oré. “En carta fechada el 7 de enero de 1931 y dirigida a Gerardo Diego hay un pie de página con esta dirección: ‘Antonio Acuña, 10 -Primero B- izquierda’. Y para que no queden dudas, existe otra misiva fechada meses más adelante, exactamente el 21 de diciembre de 1931, donde Vallejo le escribe a Juan Larrea: ‘Ya Diego acaba de darte mi dirección y espero cuanto antes la tuya’”.
Esa dirección pertenece a un edificio de clase media, ubicado en una manzana tranquila y apacible cerca del parque del Retiro. Oré cuenta que en diferentes días, tocó el timbre del ‘primero B’, pero no hubo respuesta. Solo el conserje le dijo que ahí vivía una anciana muy mayor, “que ya no atiende a nadie”.
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Viviré en Madrid sin aguacero sigue —en pequeños capítulos— el paso de Vallejo por la bohemia y los cafés, su accidentado intento por montar una obra de teatro, y su relación con algunos nombres notables de la generación del 27, como el poeta Federico García Lorca, y con amigos entrañables como el diplomático peruano Pablo Abril de Vivero.
Vallejo abandonó Madrid en febrero de 1932 y regresó furtivamente a París. Desde ahí vería con dolor transcurrir la guerra civil española y en 1937 escribiría ese tremendo poemario que es España, aparta de mí este cáliz.