Entre rocas y protestas, el tercer carril de la Costa Verde ha sido un tema recurrente. Los actores involucrados han intentado echarse la culpa entre ellos de la coyuntura, en lugar de analizar el problema de fondo.
Por parte de la Municipalidad de Lima, siempre existió una postura clara: la vía se ampliará, como dicta el Plan Maestro de la Costa Verde de 1995.
En el 2009 se entregó para su ejecución el estudio definitivo para ampliar la Costa Verde. Este estudio señaló que luego de la ampliación, la pista llegaría a un nivel de servicio B para una vía expresa, lo cual significa una velocidad promedio de 80 a 90 km/h. Durante 20 años, la visión ha sido construir y hacer de la Costa Verde una vía rápida. La pregunta es: ¿ha sido la visión correcta?
Existe una paradoja en la gestión del tráfico. A veces hay que manejar más lento para llegar más rápido. Este es el concepto tras los límites de velocidad variable, utilizado con éxito en varias ciudades. En vez de manejar rápido para luego esperar en el cuello de botella de una salida, se impone una velocidad más lenta para que las intersecciones funcionen dentro de su capacidad. Es típico que los retrasos se den en las intersecciones. “Es la capacidad de las intersecciones, no la capacidad de los tramos, el factor más importante para determinar los límites de capacidad de las vías urbanas”, refiere la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD, por sus siglas en inglés).
Justamente antes de la ampliación del circuito de playas, había congestión en dos puntos en hora punta: el tramo llegando a la salida de San Isidro (a.m.) y el tramo que llega a la Bajada Armendáriz (p.m.), según explicó la arquitecta Diana Avilés Merens en el 2012. La congestión estaba en las intersecciones, no en los tramos.
Para poner esto en perspectiva, en el 2004 el tramo con mayor flujo del circuito de playas soportaba entre 20 mil y 40 mil vehículos por día, según el Plan Maestro de Transporte 2005. En el mismo año, Victoria Embankment, frente al río Támesis en Londres, tenía 70.739 vehículos en un tramo también de cuatro carriles, de acuerdo con el Departamento de Transporte de Londres.
En abril de este año, la municipalidad de Londres empezó obras para reducir la calzada a un carril en cada dirección para la implementación de una ciclovía frente al río. El Embankment aún va a poder mover un gran número de vehículos por día debido al diseño de sus cruces y a la gestión del tráfico: dos elementos que faltan en Lima. Esta obra muestra que con visión política es posible lograr un proyecto que equilibra el rol del malecón como un espacio público y como una vía arterial.
En términos de tráfico, el tercer carril de la Costa Verde parece haber sido innecesario.
Si jugamos al abogado del diablo y suponemos que el tercer carril mejoró el tráfico, solo entonces tendríamos que preguntarnos: ¿Valió la pena sacrificar nuestra playa y la posibilidad de un malecón ininterrumpido?