La mañana del 28 de noviembre, personal a cargo de los ensayos clínicos Ensemble me aplicó la inyección única a la que nos sometimos los participantes en la investigación que realiza Johnson & Johnson para el desarrollo de una potencial vacuna contra el SARS-CoV-2, el virus que causa COVID-19. En total, casi 45 mil voluntarios alrededor del mundo participaron en el estudio de la farmacéutica estadounidense (1.800 de ellos en el Perú).
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A diferencia de la mayoría de las vacunas desarrolladas contra el COVID-19, que requieren dos dosis (Pfizer/BioNTech, Sinopharm, AstraZeneca / Oxford, etc.), la fórmula de Johnson & Johnson es de una sola aplicación. Como se trata de un estudio doble ciego, ni los investigadores ni yo sabemos si la dosis de 0,5 ml que me aplicaron fue la vacuna o el placebo, pero 50 días después tuve síntomas y me sometí a un examen de laboratorio que confirmó que había dado positivo por coronavirus.
Como estipula el consentimiento informado que suscribí al enrolarme, comuniqué mi situación a los responsables de la investigación e inmediatamente comenzó el seguimiento diario de mi caso. Esto fue muy aparte de la evaluación y tratamiento que recibí con una clínica y que incluyó la prescripción de medicamentos como el paracetamol.
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El ensayo clínico de Johnson & Johnson, autorizado por el Instituto Nacional de Salud (INS), se realiza en el Perú en ocho instituciones de Lima y Loreto, entre ellos el Instituto Peruano del Hueso y la Articulación (Iphar) de San Isidro, donde yo fui enrolado. La investigadora principal de esta sede se comunicó todos los días conmigo para seguir mi evolución y su primera disposición fue aislamiento total y vigilancia constante de la saturación de oxígeno en la sangre.
Los síntomas que presenté fueron leves en general: fiebre superior a 38,5 °C y dolor muscular durante los primeros tres días; cuadro digestivo desde el cuarto hasta el sexto, y pérdida de los sentidos del gusto y del olfato al concluir la primera semana de aislamiento. Además de las llamadas telefónicas, debía llevar un registro diario de síntomas a través de una aplicación móvil instalada en el teléfono. En esta app también ingreso los datos obtenidos con el oxímetro de pulso (tres veces al día).
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A partir del sexto día del inicio de síntomas, debí recolectar intercaladamente muestras nasales y de saliva. Hasta el día 11, había presencia del virus en mi organismo, según los resultados diarios de las pruebas de laboratorio. El día 13, la carga viral comenzó a menguar.
Aunque me haya contagiado –pese a los cuidados que tuve–, no es posible concluir que haya recibido placebo o vacuna. El viernes, Johnson & Johnson reveló los resultados de su investigación de fase 3 y concluyó que su vacuna tiene una efectividad general de 66% para prevenir una forma moderada o grave de COVID-19 a partir del día 28 de la inoculación. A margen de esto, la precaución es importante.
Se prevé que los cuatro laboratorios que llevan a cabo ensayos clínicos de fase 3 en el Perú para el desarrollo de vacunas contra el COVID-19 enrolarán a alrededor de 30 mil voluntarios. Cada uno de ellos debe protegerse y mantener las medidas principales (lavado de manos, distancia física y uso de mascarilla) para evitar los contagios, más aún en plena segunda ola. La investigación no da inmunidad.
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