La única manera de conocer las dificultades que tiene una persona en silla de ruedas para trasladarse por Lima es subirse a una de ellas y comprobarlo en carne propia.
El alcalde de Lima, Jorge Muñoz, lo hizo esta semana tras aceptar el desafío que una mujer con discapacidad le propuso a través de redes sociales. Sin embargo, al hacerlo le faltó algo importante: tratar de viajar en silla de ruedas en los servicios de transporte público que su propia gestión administra.
La campaña #NoTePases de El Comercio lo hizo por él.
EN RUTA
Nuestro desafío comenzó en uno de los paraderos de los buses alimentadores ubicado en el Paseo de los Héroes Navales, en el Cercado de Lima.
En más de 45 minutos de espera, no pasó ninguna unidad que permita el acceso a personas en silla de ruedas. Esa situación contrastaba con las cifras que una fuente de ProTransporte le facilitó a El Comercio: solo el 10% de buses de este servicio tiene rampas elevadoras, es decir, 20 buses de un total de 200; y no ocurre para todas las rutas.
Según el Consejo Nacional para la Integración de la Persona con Discapacidad (Conadis), la espera de una persona en silla de ruedas para poder ingresar a un alimentador es de más de una hora. Si a eso le sumamos el tiempo extra que ya requiere una persona con discapacidad para alistarse, le resulta imposible esperar y termina pidiendo un taxi.
Los choferes de los alimentadores que vieron la silla de ruedas se negaron al traslado, a pesar de que varios pasajeros y peatones insistían en ayudar. “Eso ocurre a pesar de que auxiliar a una persona en silla de ruedas a subir a un bus demoraría dos minutos”, según Darío Portillo, presidente del Conadis, brazo del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.
El próximo intento fue viajar en corredores complementarios de ProTransporte, ruta Tacna-Garcilaso. Ninguno de los choferes accedió. La respuesta era siempre la misma: “Debe ir en un taxi”. Nuevamente, muchos pasajeros se ofrecieron, pero aun así no fue posible.
El tercer intento fue viajar en el servicio regular del Metropolitano y para ello elegimos la estación Plaza de Flores, de Barranco. Aquí, fue necesario subir una pronunciada rampa de más de 80 metros de longitud y bajarla sujetado las barandas para evitar caer en picada [ver foto]. El viaje en el bus fue accidentado por las personas que ocupaban la zona reservada.
El último intento de probar el transporte regular fue la Línea 1 del Metro de Lima. A pesar de no estar en hora punta, las únicas personas que ayudaron a abordar el vagón fueron los propios pasajeros.
Entre cada medio de transporte que intentamos sin éxito abordar en silla de ruedas, anotamos el gasto que terminamos invirtiendo en taxis, como lo hacen cientos de personas con discapacidad al día. La cantidad fue exorbitante: ellos termina gastando 6 veces más en transporte que una persona sin problemas para trasladarse: hasta 1.200 soles mensuales, más que el sueldo básico en el Perú (S/930).
“Cada corredor en una ruta promedio de 10 kilómetros cobra S/1,50 (es gratuito con el carnet del Conadis), pero en una persona en silla de ruedas que no puede usar el servicio, el viaje termina costándonos al menos de S/9 en un taxi”, dice una mujer en silla de ruedas que también intentaba trasladarse ese día.
El presidente del Conadis, quien además sufre de discapacidad motora, respalda esas cifras. “A eso hay que sumarle lo que una persona con discapacidad debe gastar en tratamientos y medicinas”, sostiene.
En los últimos días se han visto avances por parte de la Municipalidad de Lima. El jueves 15 y viernes 16 de agosto, esta entidad capacitó a los conductores y choferes de transporte público sobre el buen trato a las personas con discapacidad. Portillo, en tanto, sostiene que hace cerca de un mes, el Conadis se reunió con representantes del municipio, quienes se comprometieron a indicarles a los representantes de los corredores sobre instalación de asientos especiales cerca de las puertas posteriores que son de mayor amplitud.