Gene Hackman en 1985, duraante la filmación del thriller "Target" del director Arthur Penn.
Gene Hackman en 1985, duraante la filmación del thriller "Target" del director Arthur Penn.
/ PHILIPPE WOJAZER

Las últimas fotos conocidas de no tienen su talante actoral. Son las de un hombre encorvado, bastante delgado y con la barba sin recortar. Lo que no debería sorprendernos, si estamos hablando de un tipo de noventa y pico años que solo quería vivir sus últimos años tranquilo. Pero su deseo, ese simple deseo de paz y privacidad, se veía a menudo alterado por la maquinaria morbosa de Hollywood, incapaz de dejar a solas a un nonagenario que no quería saber nada de las cámaras. Y entonces los paparazzis lo perseguían saliendo de los centros comerciales o paseando cerca de su hogar.

Gene Hackman quiso vivir sus últimos años tranquilo y, al parecer, quiso morir tranquilo también. Pero eso Hollywood tampoco se lo permite. El hallazgo en su residencia de Santa Fe (Nuevo México) de los cadáveres de Hackman, su esposa Betsy Arakawa y su perro volvió a poner al actor en los titulares de la prensa con un sinfín de especulaciones. Él tenía 95 años; Arakawa, pianista clásica, tenía 63. Si su muerte conjunta fue producto de una decisión conversada y voluntaria, ojalá quedara dentro de ese círculo privado.

De la fama al retiro

Hackman (California, 1930) fue un actor colosal, cuya carrera destaca en buena parte por la forma en que renovó el estatus del antihéroe: sus personajes estaban llenos de matices, de grisura, de simpática antipatía (perdónese el oxímoron, pero quizá nunca más adecuado en su caso). El recordado Lex Luthor en las dos primeras “Superman” (1978 y 1980) tal vez sea su rol antagónico más arquetípico. Pero también estuvo el alcohólico y racista detective ‘Popeye’ Doyle de “Contacto en Francia” (1971); el paranoico espía Harry Caul de “La conversación” (1974); y el violento sheriff de “Los imperdonables” (1992). En uno de sus últimos papeles, el de “Los excéntricos Tenenbaum” (2001), interpreta al fallido patriarca de una familia disfuncional de forma notable.

Y así podríamos seguir mencionando tantos otros papeles (no siempre antagónicos) de una carrera fascinante: “Bonny y Clyde” (1967), “La aventura del Poseidón” (1972), “Scarecrow” (1973), “Un puente demasiado lejos” (1977), “Mississippi en llamas” (1988), y más. Dos veces ganó el premio Óscar –por “Contacto en Francia” y “Los imperdonables”– y tres veces el Globo de Oro –por las mismas películas mencionadas y “Los excéntricos Tenenbaum–; pero supo elegir el momento adecuado para dar un paso al costado.

En el 2004 filmó su último papel en una comedia olvidable, y luego de ello eligió una vida de retiro y aislamiento. A sus 74 años, tenía entre sus aficiones la escritura, la pintura, los paseos en bicicleta y los perros. La arquitectura también lo apasionaba, y muestra de ellos es la residencia en Santa Fe donde pasó sus últimos años: diseñada junto a su esposa Betsy Arakawa, la casa destacaba por su aspecto rústico, la fuerte presencia de la madera, e influencias italianas, mexicanas y marroquíes.

En algunas de las pocas entrevistas que ofreció en años recientes, Hackman reveló que solía ver películas en DVD junto a su esposa. “Nos gustan las historias sencillas que consiguen producir algunas pequeñas películas de bajo presupuesto”, le dijo a la revista “People”, confirmando la naturaleza reservada y apacible de su vida. Aunque el misterio parece haberlo rodeado hasta su último aliento, tal vez no haya que elucubrar o sobreinterpretar demasiado el asunto: la de Hackman fue simplemente la vida de un hombre que quiso vivir (y morir) de forma tranquila.

Juntos hasta el final

Fue pianista clásica, pero no hay registro de su trabajo en plataformas de streaming musical. Tampoco hay entrevistas suyas. Se dedicó al arte, pero no hizo una vida pública. Betsy Arakawa fue la compañera de tres décadas de Gene Hackman, su segunda esposa tras el divorcio de Faye Maltese.

Hackman, reservado con su vida personal, dijo muy poco sobre su matrimonio. En sus propias palabras, como a él le gustaba ser otra persona, desatarse en su trabajo, prefería mantener una vida personal bastante común. Sí se sabe que ambos se conocieron en un gimnasio en la década de los 80, donde Arakawa trabajaba mientras intentaba abrirse paso con su arte.

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