Excesivo como la década de los 90 cuando se coronó como el rey indiscutible de la comedia, Jim Carrey siempre ha sido un hombre de extremos. Por un lado, es capaz de estirar el rostro hasta desafiar su resistencia elástica en nombre de la comedia más exagerada; por otro, contener su tendencia a la sobreactuación para más bien tirar del corazón del público con papeles sutiles para joyas del cine independiente. En efecto, es casi increíble pensar que el protagonista de “Dumb and Dumber”, “Ace Ventura” o “La máscara”, sea también el de “El show de Truman” o “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”.
Este extremismo también se corresponde con la calidad de sus filmes. Curiosamente, en sorprendente correspondencia, con cada clásico del actor cómico se puede anteponer un fracaso sin gracia. Por cada papel equivocado, hay un golpe maestro. Curioso equilibrio para el artista nacido hace 60 años, un 17 de enero de 1962 en Newmarket, Ontario (Canadá).
Ciudadano estadounidense desde 2004, James Eugene Carrey representa hoy el estereotipo del payaso triste, papel tan diferente a quien renovó el humor del slapstick o comedia física. En su narrativa biográfica, el actor cumple todos los requisitos para cosechar melancolía: una niñez humilde, una madre enferma, estudios abandonados y un padre con vocación de cómico que por miedo al fracaso prefirió un puesto de gris funcionario. El mismo actor contaba que de niño se inclinó por imitar personajes populares para animar a su madre, casi siempre en cama.
Con 19 años, cuando ya realizaba sus imitaciones en pequeños locales de Toronto, el entonces joven admirador de Clint Eastwood, Elvis Presley, James Stewart y Jerry Lewis, fue descubierto por el humorista Roger Dangerfield, quien lo hizo popular en la televisión gracias a la serie “In Living Color”. Tras varios papeles secundarios, su primer rol protagónico en el cine fue “Ace Ventura” (1994), que lo convirtió en estrella por su delirante actuación como un detective especializado en mascotas. El filme le costó a Warner Bros 15 millones de dólares y recaudó 100 millones. Su sueldo subió como la espuma pero la fama que lo acompañaba nunca le volvió loco: tras el éxito de “La máscara” y “Dumb and Dumber”, estrenadas el mismo año, parecía que nada pararía su ascenso: en 1997, se convirtió en el primer actor en cobrar 20 millones de dólares por película (“The Cable Guy”).
Pero esa bipolaridad que define la personalidad del artista minaría años después su salud mental. La depresión, los problemas de salud, dos divorcios, numerosas relaciones tormentosas y finalmente el suicidio de su amante, la maquilladora Cathriona White, en 2015, por el que el actor fue demandado por negligencia por la familia de la víctima. Si bien las querellas no prosperaron, la situación perjudicó aún más su reputación y su carrera. Estos periodos de enajenación son revelados en el documental “Jim y Andy”, que ilustra la brutal transformación que Carrey sufrió para encarnar a Andy Kaufman en “Man on the Moon”, de Milos Forman (1998).
Por entonces, Carrey había encontrado refugio en la pintura, realizando lienzos de gran formato, de colores fosforescentes, utilizando técnicas urbanas como el spray, que cotizaban bien en las galerías de Nueva York. Para él, las artes plásticas significaron una salida a ese Hollywood que, según dijo, le asfixió durante años y del que decidió huir. Hace dos años lo contó en su libro autobiográfico, ”Recuerdos y desinformación”: “No me gustaba lo que estaba pasando (...) Las corporaciones haciéndose con todo y demás. Quizá fue porque me sentí atraído por una salida creativa diferente y me gustaba de verdad el control que me permitía tener la pintura, el no tener a un comité de por medio diciéndome a qué idea debía aspirar para ser atractivo”.
Frontalmente opuesto a la administración de Donald Trump, en los últimos años se dedicó a atacar al expresidente con sus viñetas cómicas que colgaba en su perfil de Twitter. Su alicaída actividad actoral empezó a recuperarse en 2018, con la serie televisiva “Kidding”, que se basaba libremente en la vida personal del cómico, dirigida por Michael Gondry, con quien trabajó en “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”. Desde el verano del 2020, se incorporó al elenco habitual de “Saturday Night Live”, donde sus imitaciones al presidente Joe Biden han sido una de las razones del repunte en sintonía del programa cómico.
Y si bien interpretar a Biden ha refrescado la carrera de Jim Carrey, ese mismo año, volvió a calentar los músculos faciales al interpretar al Doctor Robotnik, el villano de “Sonic: la película”, comedia de acción basada en el popular videojuego. Se trató de un estreno exitoso como no se había visto veinte años antes, justamente cuando este personaje dominaba en las consolas. La segunda parte de la franquicia se anuncia para este 2022.
Y es que quizás volver a aferrarse a los años 90 pueda ser el secreto para que Carrey recupere su buena estrella: en abril, el cómico regresará a la pantalla con la secuela protagonizada por el animado erizo azul, siempre en su papel de científico loco que aspira dominar el mundo.
Sus mejores películas
“La máscara” (1994) de Chuck Russell:
Stanley Ipkiss es un joven empleado de banco enamorado de las historietas, quien se topa con una antigua máscara que porta una maldición: convierte a su portador en La Máscara: una criatura de rostro verde, capaz de alterarse a sí mismo y a su entorno. Su poderoso alter ego le permite al inseguro Ipkiss desatar su desenfreno romántico por toda la ciudad, confundiendo a la policía, deteniendo robos y ganándose el afecto de la mujer que ama, interpretada por una espléndida Cameron Diaz. El papel, qué duda cabe, aprovechó al máximo cada contorsión facial y risa exagerada del actor. Un vehículo perfecto para los talentos de Carrey.
El tonto y el más tonto (1994) de Peter Farrelly:
En “Dumb and Dumber”, el peluquero canino Harry Dunne (Jeff Daniels) y el conductor de la limusina Lloyd Christmas (Jim Carrey), se embarcan en un viaje por carretera a Colorado para devolverle el equipaje a Mary Swanson (Lauren Holly). Toda la historia es tan estúpida como sus protagonistas, y esa es la clave para que la cinta funcione. El absurdo abrazado de la payasada para la gloria de dos bufones escandalosos. Carrey se consolida aquí como el actor de comedia más famoso de los años 90.
Mentiroso mentiroso (1997) de Tom Shadyac:
Jim Carrey interpreta a Fletcher Reede, abogado que, tras construir su carrera en base a la mentira, está condenado por arte de magia a decir la verdad durante 24 horas. Tras una serie de divertidos enredos, Reede aprende el valor de la honestidad y promete dedicar más tiempo a su familia. El filme resulta interesante porque combina el despliegue de humor físico de Carrey con un guion tierno y divertido. En este filme Carrey empieza a mostrar su lado más maduro.
El show de Truman (1998) de Peter Weir:
Clásico de los años 90, la cinta sigue paso a paso la vida de Truman Burbank, habitante de Seahaven Island, cuya feliz rutina se ve repentinamente interrumpida cuando un foco de filmación cae del cielo sobre su jardín. Este será el inicio de una de las revelaciones en la historia del cine: él es la estrella involuntaria de una exitosa serie de telerrealidad basada en su vida, y toda la realidad que conoce no es más que lo sucedido en un gigantesco set de filmación. Escapar de ese mundo falso para visitar el real, será su mayor propósito.
“Lemony Snicket: Una serie de eventos desafortunados” (2004) de Brad Silberling:
Basada en las tres primeras novelas de la serie del mismo nombre del escritor Daniel Handler, Carrey interpreta al cobarde y gótico Conde Olaf, quien despliega creativos intentos de robar la herencia de los tres niños Baudelaire, puestos bajo su custodia. Como Olaf es un actor de teatro, aprovecha cada oportunidad para disfrazarse para intentar engañar a los niños, cosa en la que Carrey se encuentra en su zona de confort.
“Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” (2004) de Michel Gondry:
Dos ex amantes heridos que se someten a un procedimiento para borrarse mutuamente de sus propios recuerdos. Notable dirección, música y cinematografía, pero especialmente la magia de un guion perfecto de Charlie Kaufman. Kate Winslet brilla como Clementine, y Jim Carrey interpreta al tímido y gentil Joel Barish. Por una sola vez, Carrey no hace muecas. Es un hombre tranquilo que carga un pesado lastre emocional. Curiosamente, su mejor película es la que más se diferencia de las otras.
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