La señal de alerta la dieron unas pajillas que comenzaban a brotar entre la arena removida. El martes pasado obreros de Cálidda abrían las zanjas para las instalaciones de gas natural en Chilca, a la altura del kilómetro 62 de la Panamericana Sur, cuando solo a unos cuarenta centímetros del suelo algo diferente llamó su atención. Inmediatamente, se detuvieron las obras y un equipo de arqueólogos de dicha empresa continuó las excavaciones. Poco a poco fueron saliendo a la luz restos prehispánicos de alrededor de 800 años de antigüedad, según las primeras estimaciones de los especialistas.
Se trata de ocho fardos funerarios rodeados de ofrendas como conchas de abanico, platos de mate con diversas especies de maíz; además de husos, fibras de camélidos y algodón, y restos de una zampoña y una posible flauta. Todo un ajuar funerario que hace suponer que se trataba de personas dedicadas a la artesanía, el tejido o la música.
“Cuando vimos esas pajillas sospechosas, que terminaron siendo la parte del techo de la cámara funeraria, iniciamos los protocolos establecidos”, cuenta la arqueóloga Cecilia Camargo, quien es coordinadora de patrimonio cultural de la empresa de gas natural. “Nos comunicamos con el Ministerio de Cultura —agrega—, y procedimos a ampliar las excavaciones para ver de qué se trataba y nos dimos con la sorpresa de que era una tumba con ocho fardos en su interior”.
El desenterramiento
El descubrimiento se produjo el martes 14 de setiembre en la calle Antival, manzana 56, en Chilca Pueblo y el desentierro culminó el viernes 17. El rápido accionar se debió a los protocolos que desarrolla la empresa en estos casos: “Tenemos siempre un equipo de arqueólogos que acompañan las obras de instalación y su participación se inicia desde el diseño de las mismas —explica Camargo—. Entonces, rápidamente, pudimos establecer el protocolo, llamar al Ministerio de Cultura, excavar y lo que ahora estamos haciendo es el trabajo de investigación y conservación”.
“Esto nos sirve para desarrollar hipótesis —agrega— y para contar esos extractos de historia que vamos encontrando en diversos lugares. Para ello tenemos diversos canales y estrategias como nuestra página web, pero también realizamos alianzas con municipalidades y colectivos culturales, con los que hacemos exposiciones, cursos o talleres”.
En el caso de Chilca, los ocho fardos contienen restos de ocho individuos —adultos y niños— que compartían una misma cámara funeraria. Estaban envueltos en textiles de color marrón, con decoraciones listadas. Lo que llamó la atención de los investigadores es que algunos de ellos tuvieran ofrendas de conchas de abanico en la cabeza. “Eso nos pareció muy interesante”, dice Camargo. También destaca lo conservados que estaban los restos de maíz, así como la presencia de pequeñas chuspas, unas bolsitas en las que se guardaba la cal que probablemente fue usada para el chacchado de hojas de coca.
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“La mezcla de fibras de camélidos y de algodón en el entierro, es decir de productos de la sierra y de la costa —comenta la arqueóloga—, nos hace pensar en algo muy particular que ocurría en Chilca en épocas prehispánicas: su contacto continuo con la sierra, con sitios como Calango o Santo Domingo de los Olleros, algo que sucede hasta el día de hoy”
Músicos y artesanos
Sobre la antigüedad de los restos, la arqueóloga precisa que se trata de un fechado relativo hecho por asociación con hallazgos anteriores. “Nosotros asociamos lo que encontramos, las formas de entierro, de las vasijas, la decoración de los textiles, todos esos datos nos sirven para comparar con investigaciones anteriores en otras partes del sur chico. En 2018 ya hicimos un rescate cerca, del otro lado de la Panamericana, donde había un gran cementerio prehispánico. Todo esto nos lleva a afirmar que los restos pueden tener entre 700 y 800 años de antigüedad. El fechado obviamente se afinará con los análisis de laboratorio”.
Esa época es conocida como intermedio tardío y en la zona baja de los ríos Rímac y Lurín se desarrollaba la cultura ichma. Camargo prefiere no establecer todavía ninguna relación. “Los procesos en Chilca tienen un componente muy local —afirma—, yo diría que este entierro forma parte del desarrollo cultural de este pequeño valle y estos son restos de antepasados chilcanos que pudieron haber sido artesanos y músicos”.
Esta deducción se basa no solo en los instrumentos encontrados, sino en las huellas de uso que tienen los mismos. “Cuando uno toca la zampoña, se hace un movimiento de arriba hacia abajo y los dientes dejan una huella en el filo de las cañas y esas son las marcas que vemos en el objeto que excavamos el viernes. Asimismo, encontramos no solo objetos para hilar sino también fibras, lo que nos hace sospechar que alguno de los restos podría pertenecer a algún artesano u artesana que se dedicaba al tejido”.
Actualmente, los vestigios se encuentran bajo custodia en los laboratorios de Cálidda, donde vienen siendo analizados. Luego, serán entregados al Ministerio de Cultura. Como dice la especialista este hallazgo nos puede otorgar nuevas luces sobre cómo fue la vida prehispánica en la costa central. Lo que más sorprende a Cecilia Camargo es que este pasado se encuentra prácticamente bajo nuestros pies. “Sabía que Lima era una ciudad con mucha historia, pero yo misma me sorprendo de lo cerca que está de nosotros. A veces no tenemos que excavar ni 30 centímetros para encontrarnos con el pasado prehispánico de la ciudad, es como si nuestros antepasados estuvieran prestos a contarnos su historia”, dice la investigadora.
Más información
Durante los trabajos de instalación de gas natural, se han recuperado e investigado, en coordinación con el Ministerio de Cultura, alrededor de 1.000 contextos arqueológicos en los últimos seis años, entre Lima, el Callao, Chilca y Cañete.
Según refieren los funcionarios de la empresa, los resultados de las investigaciones son utilizados para contar la milenaria historia de Lima y el Callao a la comunidad, en un trabajo conjunto con las municipalidades locales, el Ministerio de Cultura y otras organizaciones.
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