Eduardo ‘Mono’ Chaparro abrió el Sargento Pimienta en Miraflores 1975. Años después se mudaría a su actual local en Barranco. 
(Foto: Sargento Pimienta)
Eduardo ‘Mono’ Chaparro abrió el Sargento Pimienta en Miraflores 1975. Años después se mudaría a su actual local en Barranco. (Foto: Sargento Pimienta)
Czar Gutiérrez

El Perú es Miraflores, Miraflores es la calle San Martín, la calle San Martín es el y el Sargento Pimienta soy yo. Estaba perfectamente habilitado para hacerle un ‘cover’ a Abraham Valdelomar y su Palais Concert, pero Eduardo Chaparro (Tarapoto, 1954) prefería destapar una cerveza y esperar a los amigos en el pequeño pub que había abierto casi subrepticiamente en 1975 para bombear los ruidos más salvajes en el corazón de la urbe. Como The Cavern de Liverpool, esa minúscula cava sin ventiladores que generó a Los Beatles, el eslabón entre la sicodelia sesentera, la emergencia del underground y el destape del new wave –que terminaría encumbrando a Barranco como su zona cero— ocurrió en ese pequeño bar de dos pisos.

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Como si la retroalimentación sonora se enriqueciera mejor en espacios minúsculos y el talento se contagiara por asfixia, el Sargentito fue nuestra caverna. Nuestro Marquee Club, ese pub londinense donde tocaron por primera vez los Stones. Emblemático como el Cbgb de Nueva York, el Rockotitlán de México, el Einstein de Buenos Aires o el Whisky A Go-Go de Los Ángeles —que vomitaba un anfetamínico concentrado de Alice Cooper, The Doors, Frank Zappa y The Who, las bandas favoritas de Chaparro—, el Sargentito tenía capacidad para 60 personas, pero afuera había trescientas más pugnando por entrar. Hasta que se mudó a la enorme casona barranquina actual, epicentro de los muy ochenteros raros peinados nuevos.

Tu voz persiste

“Quería ser independiente, pero trabajaba en un banco y no me sentía nada identificado con lo que hacía. Además, mi adicción al rock me hizo repensar las cosas”, dijo alguna vez al ser consultado por su gestión empresarial. Que, in strictu, no era su verdadera vocación. Digamos que Chaparro era un empresario accidental: era un artista que fundaba locales para que los creadores desarrollen su arte. Para que germine el talento local. Y para que una pléyade de estrellas se desplomen desde el cielo en la noche interminable de Barranco. Una vez cayó Manu Chao. Otra vez Charly García. Fue el segundo aire que su proyecto necesitaba para despegar. Cosa que efectivamente ocurrió: al Sargento uno iba a cenar, a escuchar, a beber y a bailar.

Todo gracias al ‘Mono’, quien discretamente bebía una cerveza y, ensimismado, perfilaba los acordes de las nuevas canciones de Dr. Wheat, primero, y de Los Hermanos Brothers, después. Fue el frontman de ambas bandas. Hasta que a sus tempranos 54 años le sobrevino un ataque cerebral. Pero ni siquiera esa descarga fue capaz de bajarlo del escenario: con dificultades en el habla y la capacidad motora menguada en el lado izquierdo, Chaparro contraatacó con deslumbrante lucidez: si el destino le prohibía cantar, pues hablaría. Y eso es “Narrador” (2017), disco en el que desgarra su voz hacia la crítica social, la locura, la religión y la bohemia en un compuesto fabricado con rock, blues, rockabilly, funk y una cumbia en honor a la tierra que lo vio nacer.

“Ocurre que el ‘Mono’ Chaparro tenía lo mejor de dos mundos. A él le gustaba cantar, era un artista. Pero también era un gran hombre de negocios. En un garaje en Miraflores construyó el local con más onda de Lima. Tanto que un día de la canción criolla del año 78, Félix Casaverde y yo terminamos allí, eso lo dice todo”, señala Miki Gonzales. “Lo conocí hace 35 años en el Sargentito, esa cueva mágica cuyo camerino era para cuatro personas pero entrábamos 50. Años después, cuando ya estaba sobre una silla de ruedas, grabamos “El delicioso”, tema dedicado a Carlos Maldonado que él escribió. Mientras lo grabábamos no paramos de llorar. Y después, cuando ya no podía cantar, grabó un disco narrando sus letras. La última vez que lo vi fue en la presentación de ese disco”, dice Jean Pierre Magnet, quebrándose una vez más sobre el recuerdo del amigo que partió.

Eduardo 'Mono' Chaparro también tuvo una carrera musical. Fue frontman de Dr. Wheat y Los Hermanos Brothers. Después de sufrir un derrame cerebral a los 54 años continuó su actividad artistica con el disco "Narrador" (2017).  (Foto: Sargento Pimienta)
Eduardo 'Mono' Chaparro también tuvo una carrera musical. Fue frontman de Dr. Wheat y Los Hermanos Brothers. Después de sufrir un derrame cerebral a los 54 años continuó su actividad artistica con el disco "Narrador" (2017). (Foto: Sargento Pimienta)

Más allá del sonido: el ‘Mono’ Chaparro en el recuerdo de los artistas

Fernando Ampuero (Escritor)

He empezado a recordar todas las noches maravillosas de aquellos tiempos, mediados de los setenta, y me ha invadido una tristeza tremenda. Tantos buenos recuerdos, tanta música genial, tantas palabras definitivas, todo se hizo humo.  Los sueños se hicieron humo, la juventud también. Tal vez más adelante escriba algo sobre El ‘Mono’ y El Sargento Pimienta, en ese garaje miraflorino que él convirtió en  bar, o en un pub, como se decía entonces, para que la música de Los Beatles, que ya era una nostalgia reciente, nos elevara y transportara al Swinging London.

Pelo Madueño (Solista)

Gracias ‘Mono’ por mantener vivo tu sueño. Ese club y trinchera de locos de todo calibre buscando un espacio para existir y tener una voz en un lugar donde el rock era siempre minoría. Varias generaciones, La Liga del Sueño también creció allí. El ‘Mono’ fue observador, creador, narrador, consejero y amigo para muchos músicos. Agradecimiento y alegría para él y puede irse con su sonrisa de siempre, lo que sembró germinó como una selva.

Christian León (Radio Doble Nueve)

Tuve la suerte de participar en su último proyecto musical en diferentes etapas de la banda, que concluyó con la grabación de un disco del cual Eduardo estaba muy orgulloso porque, a pesar de sus problemas de salud, su amor por la música fue más fuerte. Por esa actitud combativa, las risas, la música y las tertulias somos muchísimos los que recordaremos al ‘Mono’ como el gran amigo y la gran persona que siempre quisimos que sea parte de nuestras vidas y sonreiremos con una bonita nostalgia. Y como él diría: ¡rock & roll hasta la victoria final!

Eduardo 'Mono' Chaparro era frecuentemente visto en su bar.  (Foto: Sargento Pimienta)
Eduardo 'Mono' Chaparro era frecuentemente visto en su bar. (Foto: Sargento Pimienta)

Ricardo Brenneisen (Dolores Delirio)

La gratitud es grande. En épocas donde no era fácil encontrar un lugar donde tocar, hubo gente que asumió el rol de dar esos espacios. Como el Sargento, que se nos abría con una dupla fantástica, el ‘Mono’ y el ‘Chino’ Armando. El ‘Mono’ batalló para seguir siendo un pilar de nuestra cultura rock, incluso desplazándose en su silla y supervisando que todo esté bien, dando la bienvenida desde la prueba de sonido, haciéndote sentir que siempre volvías a casa. ‘Mono’, gracias por abrir tu casa a este chalaco de barrio que nunca imaginó tocar en un espacio que convertiste en templo. La música hará que nos asalte tu recuerdo.

José Dacal (La Prensa)

El ‘Mono’ fue un tipo iluminado con un talento especial que, además, convirtió en una lucha por la libertad. Un hombre que fue pieza clave en el crecimiento de decenas de músicos de nuestra escena underground. Abrazó siempre a las nuevas generaciones de músicos, siempre recibiéndolos en casa y enseñándoles con el ejemplo cómo se entrega el ser humano a la creación y a la magia de la música. Quedará para siempre inscrito su nombre en la historia del arte peruano.

Ricardo Wiesse (La Mente)

El personificó al rock & roll, construyó una base y nos albergó en ella, nos recibió siempre con un abrazo y un consejo. Inspiró a muchos músicos de mi generación a persistir en esto. Hoy no se fue un grande, se fue un gigante.

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