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Veltrac Music Festival: de la oscuridad a la juerga en una jornada redonda
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No es que un domingo a la tarde sea extraño para un festival musical, pero es cierto que el Veltrac Music Festival (VMF) desconcertó a no pocos con sus horarios de programación. El tiempo, sin embargo, terminó dándole la razón a los organizadores, pues el evento fluyó –en general– sin problemas. Fue una celebración de sus 15 años de creación que se sintió genuina por el ‘lineup’, y realista en sus dimensiones; es decir, sin ambiciones desmedidas ni inclusiones forzadas que –como hemos visto en otros festivales– terminan derivando en un zafarrancho.
Después de un DJ Set bastante tempranero, fueron los peruanos de Plastical People los encargados de abrir la jornada, recibiendo de a poco a los primeros asistentes que bajaban como hormigas, en autos o a pie, hasta el Costa 21 de la Costa Verde de San Miguel. Hacia las 3 de la tarde, con un sol indeciso que se asomaba y escondía, hizo su aparición el argentino Santiago Motorizado con un polo de Primal Scream (banda que también integraba el festival) y un set de canciones de su faceta solista.
Antes de despedirse (muy respetuoso de la puntualidad, la verdad, como todos a lo largo del día), Santiago presentó un par de temas de su querida banda Él Mató a un Policía Motorizado: “Noche eterna” y “El tesoro” (la canción más linda escrita desde el punto de vista de un perro que en realidad no está escrita desde el punto de vista de un perro: un ‘tuit’ viralizó esa falsa versión).
Automáticamente le tomó la posta, en el escenario contiguo y más pequeño, la banda peruana Wan. Fue una inclusión de último momento, en remplazo de la chilena Rubio “que por motivos de salud no pudo embarcar su vuelo a Lima”, explicó la productora. Y la verdad es el cambio repentino se sintió: hubo poca atención al grupo nacional –que parecía dubitativo, como arrojado a su suerte en el estrado– y cierto desconcierto entre el público. Pero así son las contingencias.

CARRUSEL DE ESTILOS
A las 4:45 p.m. irrumpieron estilizadísimos los Primal Scream con el gran Bobby Gillespie a la cabeza y la guitarra de Andrew Innes poniendo a sonar clásicos como “Don’t Fight It, Feel It”, “Movin’ on Up” o “Loaded”, además de algunos temas de su muy buen álbum del año pasado, “Come Ahead”. Un show sólido, animado, y decorado si se quiere con el vuelo de parapentes que a esa hora cruzaban bastante bajos por la Costa Verde. Porque de ese tipo de detalles azarosos también se hace un festival.
Una hora después le tocaba el turno a la mexicana Bratty con su relajado proyecto de ‘bedroom pop’. Ropa ‘oversize’ en su rojo característico y botas gigantes para que la procedente de Culiacán conectara con un público claramente más joven en comparación con el de Primal. Y no desentonó. Su performance fue animada y llegó justo con el atardecer limeño. Música muy a tono con el ‘sunset’.
Lo que provocó que la noche cayera justo con la entrada de los bielorrusos de Molchat Doma. No podía ser mejor el momento. El cielo se tiñó de negro y los ánimos se pusieron más tenebrosos que nunca con esta sombría propuesta soviética. A algunos los agarró con las hamburguesas en la boca, pero rápidamente el público se enganchó con lo ofrecido: no había necesidad de entender ni una palabra de bielorruso para captar la atmósfera transmitida por el vocalista Egor Shkutko –un Rasputín endemoniado, una lagartija gótica en trance–, con un ‘setlist’ que cruzó el pospunk, el EBM, el synthpop y desembocó en la canción que esperaba todo el mundo (“Sudno”, muy popular en TikTok y otras redes), que tocaron vertiginosamente en dos minutos, al filo del cronómetro.

CERCA AL FINAL
En la transición más radical del domingo, Molchat le pasaba la posta a la argentina Yami Safdie, que llegó con una seguidilla de temas suaves, entre el pop, la balada, y hasta el folclor. Alguna cumbia hubo también por allí, pero es sobre todo la dulzura de su voz y su ánimo positivo y romántico el que resaltó en su set. Con un vestido que simulaba la camiseta de la selección peruana de fútbol, Safdie también tuvo un guiño patriótico al cantar el vals “Alma, corazón y vida” antes de despedirse con su canción “En otra vida”, quizá su ‘single’ más popular.
James, una de las bandas más esperadas de la noche, metió a sus nueve integrantes al escenario para una hora de canciones que se sintieron como himnos. El carisma de su vocalista Tim Booth es innegable, aunque hubo algunas inclusiones algo raras en el show –la presencia de un músico con zampoña y charango al que apenas se les escuchaba, o un tema que repudiaba al delirio estadounidense contemporáneo pero que se sintió un poco caricaturesco e impostado–. Más allá de esas objeciones, y de que el tiempo a ellos sí les quedó sumamente corto, el público pudo saltar y cantar sobre todo con los dos clásicos que dejaron para el cierre, “Sometimes” y la infaltable “Laid”.
EL CIERRE DE LA NOCHE
Ya pasadas las 9 p.m., quedó el público más fiestero. En el trayecto de un escenario a otro, se veía a cierto grupo demográfico en retirada, mientras otro –más joven, más rebelde, más abierto en sus gustos– se plantaba para recibir a Dillom. El argentino de 24 años demostró que no es un rapero más y apareció con una banda de rock en el escenario. Su propuesta es justamente una interesantísima mezcla de trap, punk, rock e indie, que confirma su carácter ecléctico y melómano, también palpable en las múltiples alusiones musicales en sus letras. Desenfadado y provocador, Dillom provocó el pogo más grande de la noche, y le dio un toque muy coherente al VMF, pues Veltrac ha sido la productora que más ha apostado por los nuevos referentes del rap argentino en los últimos años. Un ‘mashup’ de “Personal Jesus” de Depeche Mode y su tema propio “Reality” fue probablemente el momento cúspide de una performance explosiva y sorprendente.
La despedida llegó de la mano de Bomba Estéreo, que puso a bailar a los más resistentes con su combinación de electrónica y cumbia, de reggae y de champeta. “¡Fuego!”, grita la carismática Li Saumet y el público se entrega al frenesí de esta agrupación colombiana que no tiene pierde. En la previa no faltaron los que criticaron su elección como plato de fondo del VMF. Ya visto su despliegue, es más que comprensible. Un cierre apoteósico, colorido, juerguero, para uno de los festivales más consistentes y auténticos del panorama local.











