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Los líos en los frentes interno y externo abruman al presidente del Gobierno Español
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A los días turbulentos que ha estado viviendo el presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, por un escándalo de corrupción que alcanza de lleno a su agrupación política, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y que sin duda lo salpica, se sumó está semana una participación polémica en la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebrada en La Haya.
La cita en el país neerlandés estuvo marcada por la resistencia de España a comprometerse a aumentar el gasto en defensa y seguridad hasta el 5% del PIB, cuota a la que sí han acordado llegar el resto de socios. Es por ello, quizá, que Sánchez dejó una serie de imágenes inusuales en su sétima cumbre personal de la OTAN “y la primera en la que se separa del resto en la foto y no se preocupa de estar en el centro de la socialización”, según la politóloga Marta García Aller, citada por la cadena BBC.
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En efecto, el alto dirigente español no habló con los periodistas, tampoco lo hizo con sus homólogos del resto de Europa (solo cruzó palabras con el mandatario de Turquía, vía intérprete, cuando estuvieron sentados uno al lado del otro) y en la foto de familia que pone punto final a este tipo de eventos se lo vio a un extremo de la puesta en escena, más separado que de costumbre de sus colegas y con gesto adusto.
Pero acaso el ‘cruce’ más complejo para Sánchez se produjo, no directamente pero sí a través de declaraciones, con el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, que participó en persona en el encuentro.
Donald Trump ya tenía al Gobierno Español, y a su presidente, entre ceja y ceja antes de subir al avión que lo llevó a la cumbre de la OTAN: “Hay un problema con España, que no está de acuerdo, y eso es muy injusto para el resto”. Tras la cita en La Haya, por negarse el país ibérico a aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB, fue todavía más allá: “Es terrible lo que ha hecho España, ahora vamos a negociar un acuerdo comercial y les haremos pagar el doble, voy muy en serio”. Desde Madrid, han preferido no atizar más el fuego y señalar que las negociaciones se canalizarán a través de la Unión Europea.
Esta incómoda situación le llega a Pedro Sánchez en el momento más crítico de los siete años que lleva en la presidencia y de los nueve al frente del PSOE, ya que está siendo salpicado por un caso de corrupción en el que están implicados exaltos cargos del partido de gobierno y hombres de su confianza (José Luis Abalos y Santos Cerdán) que han ido cayendo al descubrirse la trama de comisiones ilegales por adjudicaciones de obras y otros contratos públicos. Esta crisis supera sin duda a la del 2024 en la que su esposa, Begoña Gómez, fue acusada por un conflicto de interés.
La Guardia Civil española lleva meses investigando interceptaciones telefónicas y filtraciones que han provocado renuncias en el entorno de Sánchez y la semana pasada sus agentes allanaron la sede central del PSOE en Madrid para acceder y grabar (clonar) los contenidos en las cuentas de correo electrónico corporativas de los implicados. En los próximos días se presentarán ante la justicia dos nuevos informes con ‘escuchas’ de dos dirigentes más del partido con cargos públicos. Sánchez ya dijo que se va a quedar hasta el 2027 (cuando acaba la actual legislatura), pero la oposición sigue insistiendo por el adelanto de elecciones.
En los últimos días se ha recordado mucho que Sánchez llegó a la Moncloa (sede de la presidencia) en el 2018 luego de una moción de censura contra el anterior gobierno, liderado por Mariano Rajoy, también por un entramado de corrupción por el que acabaron condenados varios miembros del Partido Popular. Si bien el líder del PSOE se ufana de haber superado varios momentos difíciles -su biografía publicada en el 2019 se titula “Manual de Resistencia”-, esta vez está al frente de un Ejecutivo frágil cuya supervivencia depende de una coalición de formaciones nacionalistas e izquierdistas que no necesariamente están de acuerdo en todo.











