Nacida en Guatemala, de padre cubano y madre de origen húngaro, Gloria Álvarez se ha convertido en una de las nuevas voces del liberalismo latinoamericano. Aunque no puede aún postular a la presidencia de su país (tiene 37 años y la ley dice que debe tener 40 como mínimo), ya se ha logrado ubicar en el centro del debate con un discurso que ataca directamente al populismo. De hecho, su primer libro, publicado en el 2016, se titula “El engaño populista”.
—¿Diría usted que los populismos están en auge en la región?
Creo que el auge se mantiene. No creo que haya un país que escape de la manipulación populista. Polarizar a las poblaciones en imaginarios colectivos de ricos y pobres, indígenas o extranjeros les ha metido un gran daño a los países. Ese tipo de polarización y división la ves en todas partes: con Fernández en Argentina, con Bolsonaro y con Lula en Brasil, con Duque y con Petro en Colombia; es lo que ustedes han vivido en el Perú, y lo que se está viviendo en Chile.
ENTREVISTA A GLORIA ÁLVAREZ . PRIMERA PARTE
—Si algo comparten los regímenes de izquierda y de derecha en la región es su tendencia populista.
Al final son dos extremos de lo mismo. La derecha quiere privilegios mercantilistas y oligopolios para mantener una economía sofocada en sus propias élites, y la izquierda quiere el despilfarro y el gasto a través de procesos corruptos, como fue Odebrecht. Los gobiernos latinoamericanos hacen demasiado de lo que no tienen que hacer, que es controlar la economía, fijar precios, hacerle la vida imposible al empresario, estar siempre cortando privilegios para dar sobornos. Pero no hacemos lo básico y fundamental, que es defender el Estado de derecho, la igualdad ante la ley, la vida, la libertad, la propiedad privada.
—O sea, equiparar el liberalismo en lo económico con el liberalismo civil, individual.
Exactamente. Entonces, ¿qué pasa? Como no hay igualdad ante la ley, no hay Estado de derecho, llega la derecha y gobierna para sí misma. Luego llega a la izquierda y gobierna para sí misma. Seguimos pensando que con cambiar de presidente vamos a mágicamente arreglar todos los problemas y nadie está atendiendo la base, lo muy mal redactadas que están nuestras constituciones, donde por un lado garantizan derechos que, por el otro, arrebatan.
—La política española Cayetana Álvarez de Toledo sostenía –a propósito de populismos– que en realidad no están ganando las izquierdas, sino que está perdiendo el liberalismo. ¿Comparte usted esa conclusión?
Absolutamente. La libertad siempre es la más sacrificada porque la izquierda la ha mutilado en cuestiones económicas y la derecha la ha mutilado de libertades individuales. Cuando volteas a ver, la libertad se ha visto sacrificada en todas partes. Por ejemplo, lo que ahora mismo está pasando en Brasil con estos ‘bullies’ de Bolsonaro… Ese no es el camino.
—¿Imaginó que podría suceder algo así? Ya lo del Capitolio en el 2021 había sido catastrófico.
Bolsonaro es tal vez el líder trumpista por excelencia en la región. Es lamentable, pero no sorprendente. Cuando pasan estas cosas, los liberales y los libertarios decimos que seguir con la congruencia de aliarse a las derechas no va a funcionar. Muchos liberales, con tal de quitarse a la izquierda de encima, se quieren aliar a esta derecha y al final ocurren violaciones a los derechos humanos, atropellos de esa magnitud.
—¿Encuentra otras voces liberales válidas en la región? Para algunos, el argentino Javier Milei aparenta ser liberal, pero para otros es muy forzado.
Si le mostraba a Javier Milei las 15 propuestas de mi campaña hace 10 años, probablemente hubiese aceptado 14. Pero hoy, en la mitad de la gente de la que está rodeado hay muchas de esas cosas de las cuales ya no se está hablando, incluyendo la despenalización de las drogas, el impuesto único.
ENTREVISTA A GLORIA ÁLVAREZ. SEGUNDA PARTE
—Usted habla de una “tercera vía” en la política. ¿En qué consiste exactamente?
La tercera vía empieza por entender que cada ciudadano ya nacido y existente tiene tres derechos: a su vida, a su propiedad y a su libertad. La función de un Gobierno es exigir que esos derechos sean respetados y garantizados. El Gobierno no está para ser administrador de empresas, ni para controlar precios ni para decir quién sí puede comerciar y quién no, porque todo eso queda del lado de la sociedad civil. Debe haber una separación absoluta entre Estado e Iglesia, Estado y educación, y Estado y economía. Eso es lo que me frustra de los candidatos en Guatemala, que cuando hablan de solucionar los problemas ofrecen darle más poder al Gobierno, a ese Gobierno que no funciona, que constantemente trata a los ciudadanos como infantes incapaces de ser responsables de su propia existencia. Ese cuento de que somos demasiado pobres o demasiado ignorantes como para ser libres y responsables no me lo trago.
—En Guatemala, la economía informal alcanza porcentajes altísimos, en el Perú también. ¿Por qué pegan tanto allí los discursos populistas?
Diría que es más culpa de las élites. Si uno analiza, por ejemplo, el caso de Venezuela o Brasil, son las élites académicas, empresariales, intelectuales e incluso religiosas las que se alían a estos populistas porque creen en el discurso de la repartición de la riqueza, casi por sentirse culpables. Y las personas en los estratos más bajos obviamente se dejan llevar por lo que en ese momento convenga.
—¿Estamos, en países como el suyo o el mío, condenados a los ‘outsiders’ o los antisistema?
Al final utilizan la misma maquinaria, los sindicatos, los partidos. Muy difícilmente ves a personas que quieran componer un nuevo sistema. Lo único que están haciendo es maquillar el modelo. Cuando la izquierda sale y entran los Macri, los Duque o los Kuczynski, de todas maneras nada cambia. Y entonces la izquierda vuelve a aparecer porque al final ninguno de estos dos polos está interesado en reestructurar realmente el sistema, que es el que está en bancarrota.