Un grupo de escolares evade el pago de la tarifa del metro de Santiago como una forma de protesta contra el régimen de Sebastián Piñera. (AFP / JAVIER TORRES).
Un grupo de escolares evade el pago de la tarifa del metro de Santiago como una forma de protesta contra el régimen de Sebastián Piñera. (AFP / JAVIER TORRES).
/ JAVIER TORRES
Redacción EC

Santiago de Chile. Hace casi dos meses, Catalina Santana saltó un torniquete en el metro de Santiago y ayudó a avivar un movimiento que cambió el curso de la historia .

Las protestas estudiantiles que arrancaron el 18 de octubre por un alza de tarifas del metro rápidamente se transformaron en un llamado nacional para la igualdad socioeconómica y mejores servicios sociales que llevaron a millones a las calles y obligaron al presidente a aumentar los beneficios para los pobres y desfavorecidos y comenzar un proceso de reforma constitucional.

Sin embargo, Catalina, de 18 años, sigue en la lucha. Aunque la fuerza de las protestas ha disminuido, ella y otros miles de jóvenes siguen saliendo a las calles de la capital chilena y otras ciudades diariamente para exigir que el gobierno cumpla con sus promesas.

Catalina, una joven trigueña que recoge su largo cabello en una trenza, contó a The Associated Press que “con mi mamá, con mi hermano Nicolás, que es abogado, marchamos juntos en la marcha más grande de Chile”, en alusión a la histórica concentración que el 25 de octubre congregó a 1,2 millones de personas en una plaza de Santiago.

La estudiante Catalina Santana, de 18 años. (AP Photo/Esteban Felix).
La estudiante Catalina Santana, de 18 años. (AP Photo/Esteban Felix).
/ Esteban Felix

Dice que su hermano Rodrigo, un médico que trabaja en la localidad agrícola de Curacaví, también ha salido a protestar porque ve a diario “cómo sus pacientes no reciben la atención que merecen, la falta de medicamentos y muchas negligencias porque no hay médicos especialistas suficientes”.

Si la historia chilena reciente pudiera interpretarse como un referente, las continuas protestas estudiantiles, aunque relativamente pequeñas, podrían tener un gran impacto en las políticas públicas, al igual que dos movimientos similares impulsados por estudiantes en la última década y media.

“Han estado en muchos sentidos en la vanguardia, han estado muchas veces un paso más adelante, anunciando lo que viene”, dijo Mario Garcés, historiador de los movimientos sociales en Chile. “Había una acumulación de malestar en la sociedad”, añadió.

Comenzando con jóvenes de secundaria en el 2006, y luego universitarios cinco años después, Chile ha sido golpeado por protestas regulares a gran escala dirigidas por muchachos que han obtenido concesiones del gobierno.

Un grupo de estudiantes evade el pago del metro de Santiago. (AFP / JAVIER TORRES).
Un grupo de estudiantes evade el pago del metro de Santiago. (AFP / JAVIER TORRES).
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Las protestas de los alumnos de secundaria lograron descuentos en el transporte público y la exención de los cargos por los exámenes de ingreso a la universidad para la mayoría. Los universitarios ganaron matrícula gratuita para casi la mitad de los chilenos y tasas de interés más bajas en préstamos estudiantiles.

En varios casos, los estudiantes se convirtieron en legisladores de izquierda que ahora están presionando por las reformas exigidas por los manifestantes callejeros.

Fabricio Termini, egresado de leyes de 31 años que protestó en años anteriores, dijo a la AP que “en 2006 sólo obtuvimos una solución sectorial, lo mismo en 2011, aunque fue más masiva y terminó con la rebaja de los créditos universitarios y derivó después en la gratuidad (al 60% de los universitarios)”.

Sin embargo, agregó: “siguió siendo una protesta sólo del sector estudiantil. Ahora el apoyo es transversal a todas las demandas que tímidamente se reclamaron durante años y esperan todos los sectores que se solucionen los problemas”.

Piñera ya ha cancelado algunos pagos de intereses sobre préstamos estudiantiles, pero los manifestantes están exigiendo más alivio para los pagos de educación y la deuda relacionada.

Las protestas --en gran parte pacíficas-- han estado acompañadas de vandalismo y violencia a manos de jóvenes enmascarados en ciudades de todo Chile, así como el uso de gases lacrimógenos y municiones no letales disparadas por la policía que han herido a miles.

Las tensiones en todo el país siguen siendo altas a pesar del leve aumento de las pensiones del gobierno para los ciudadanos más pobres, el alza en el salario mínimo, la congelación de los precios de la energía, la elevación de los impuestos sobre las personas más ricas y la concesión de beneficios médicos adicionales bajo el sistema de salud pública.

Algunos manifestantes han mostrado la intención de detenerse pero, al igual que Catalina, que cursa el último año de bachillerato, muchos de secundaria se presentaron en protestas incluso cuando los adultos y los universitarios dejaron de asistir.

Gabriel Boric, un líder estudiantil de 2011 que se convirtió en un congresista de izquierda, dijo que confiaba en que el movimiento actual conduciría a cambios importantes. “Es propio de algo que está pasando no solamente en Chile sino en muchas protestas a nivel global, que expresa un malestar muy profundo y va a terminar provocando una reconfiguración necesaria del mapa político chileno”.

Catalina coincide y mantiene su convicción. “Si mi abuelo jubila, (quiero que) no se muera de hambre, que si yo voy al hospital no me muera esperando, que mi profesora no pueda ganar tan poca plata si ella me está educando. No puede ser así”.

Fuente: AP

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