En el Perú existen cerca de 1,4 millones de trabajadores estatales, lo que representa casi el 5% de la población. Si a ello lo multiplicamos por un aproximado de cuatro integrantes de sus familias, resultarían casi seis millones de peruanos que dependen del trabajo administrativo del Estado, lo que equivale al 20% del total de la población.
El déficit fiscal del Estado (exceso de gastos versus ingresos) siguió elevado al cierre del primer semestre del año. Según el BCR, el acumulado anualizado a junio del presente año llegó al 3,9% del Producto Bruto Interno (PBI).
Reducir el déficit fiscal en 1,1% del PBI para los próximos seis meses no será fácil. Las entidades públicas tendrían que mejorar sustancialmente la eficiencia del gasto corriente y, al mismo tiempo, dictar un paquete de medidas de austeridad en el gasto público e impulsar medidas para la reactivación de sectores y proyectos dormidos.
La privatización de empresas públicas con resultados deficitarios recurrentes y la fusión de algunas dependencias de un mismo sector permitiría reducir el tamaño del Estado y lograr, de paso, algunos ahorros que ayuden a reducir el déficit fiscal. Sería conveniente que dichos beneficios obtenidos pudiesen invertirse en obras públicas como, por ejemplo, mejorar la infraestructura de casi la mitad de las escuelas públicas y dotarlas de energía eléctrica, agua potable y alcantarillado, para un servicio de educación decente.
El caso más recordado de privatización fue la de la Compañía Peruana de Teléfonos. Sus limitaciones eran penosas. Había que esperar un milagro y hasta cuatro años para la instalación de un teléfono en casa. Hoy, las telefonías privadas te ofrecen un móvil en minutos. Del mismo modo, actualmente, en la cima más lejana de nuestro país, existe un poste de luz gracias a la empresa privada que surgió luego de la privatización de Electrolima; lo que no sucede con el agua, ya que la actual empresa estatal no lleva el recurso más importante y abundante del planeta a todos nuestros rincones. Y si hablamos de ministerios, la educación nacional resulta pésima. La mitad de las escuelas públicas se caen a pedazos, sin descontar la contratación de miles de docentes desaprobados en las evaluaciones de admisión.
De otro lado, contamos con un precario sistema de salud, donde amputan la pierna equivocada y programan la cita médica u operación quirúrgica cuando ya estás bajo tierra. Asimismo, a quien le compete velar por la seguridad de la ciudadanía es una burla; hay crímenes, extorsiones, secuestros y asaltos todos los días. Declaran en emergencia zonas mineras afectadas por el terrorismo, inclusive destacando personal de las fuerzas armadas, y en sus propias narices ocurren atentados mortales. Las empresas se sienten desprotegidas.
¿Cómo puede ser posible que a mitad de año existan cientos de municipalidades que solo han ejecutado el 1% o hasta el 5% del presupuesto anual asignado para obras que podrían dar trabajo a muchas personas que buscan salir de la pobreza?
Actualmente contamos con 18 ministerios. Algunos de ellos no sirven para nada. Se han registrado más de 45.000 casos de violencia en contra de la población, de los que gran parte corresponden a denuncias de tipo sexual. El 66% de los casos de abuso sexual afectan a adolescentes menores de 18 años. En nuestra selva peruana, miles de niñas se encuentran desprotegidas y son abusadas, y el ministerio correspondiente no hace nada para revertir tal situación. Inclusive se han presentado casos de abuso sexual en algunas dependencias del Estado. El último fue en una reconocida universidad estatal, con 200 casos de abusos que llevaron a la sanción de algunos docentes.
Hoy convivimos con un Estado altamente corrompido por la falta de valores y con el enquistamiento de mafias que han llegado a las más altas esferas del poder. Tenemos que cambiar esta situación. Nuestro país rico en toda su extensión no debería hundirse en manos de mediocres. Parafraseando las palabras de Antonio Raimondi, aquella que afirma que el Perú representa “un mendigo sentado en un banco de oro”, puedo traer al recuerdo las de Jorge Basadre: “Perú, país de demasiadas oportunidades perdidas, de riquezas muchas veces malgastadas atolondradamente. País dulce y cruel, de cumbres y abismos”.