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El presidente encargado: volver al futuro
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El presidente encargado: volver al futuro

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Y se repite la historia. El mal llamado “golpe de Merino” vuelve a usarse como bandera por quienes viven de la confusión. Recordemos los hechos: Manuel Merino fue elegido presidente del Congreso y, tras la vacancia del lagarto Vizcarra —símbolo de la podredumbre política más ruin y vil—, la sucesión constitucional le correspondía legítimamente al titular del Parlamento. Así lo dispone la Carta Magna.

El Congreso, como en el año 2000, pudo designar a otro congresista —como se hizo con Valentín Paniagua—, pero decidió elegir a Merino como presidente constitucional del Perú. Aun así, los mismos de siempre, camaleónicos y oportunistas, comenzaron a llamarlo “golpista”. Se levantaron multitudes sin saber por qué, gritando consignas vacías, convencidas de una mentira repetida mil veces.

Merino renunció. Los que promovieron su caída eligieron, de entre los pocos que no votaron la vacancia, al supuesto “tocado por Dios”: Francisco Sagasti, convertido de inmediato en “presidente constitucional”. El verdadero golpe fue disfrazado de consenso.

Hoy, la historia se repite —con menos intensidad, pero con el mismo libreto—. Vuelven las marchas, las etiquetas y la hipocresía. Quieren sacar del poder al presidente encargado Jeri, cuya designación siguió exactamente la misma sucesión constitucional que en el caso de Merino. Pero la narrativa ya no funciona dos veces: al primero lo llamaron golpista; al segundo, presidente encargado. La diferencia no está en la ley, sino en la conveniencia.

Será el encargado de la presidencia, no el presidente del Perú, porque no fue elegido por voto popular, sino que ejercerá las funciones del cargo por mandato constitucional. Así lo establece la Ley N.° 27375.

Más allá de los tecnicismos, lo que vivimos es una tragedia política: el país nuevamente en manos de los partidos del cogobierno de Boluarte, que se hicieron con todo el poder. Y, como siempre, los que deberían defender la Constitución prefieren manipularla.

Insisto: algunos subestiman al pueblo; creen que basta repetir etiquetas para manipular la percepción. Los mismos que hoy lo llaman “presidente encargado” para restarle legitimidad, ayer saludaban a Sagasti como “presidente constitucional”. La doble moral es el verdadero deporte nacional.

La historia se repite, pero con menos intensidad y más cinismo. Se convoca a marchar, se busca desacreditar, se ensaya el mismo libreto: si no gobierna la izquierda, hay “golpe”; si lo hace, hay “transición democrática”. La narrativa es la misma; solo cambian los actores.

El verdadero problema no es quién ocupa el cargo, sino cómo se vacía de contenido la legalidad. La Constitución ya no es brújula, sino excusa. Mientras tanto, el pueblo, dueño del poder según el artículo 45, sigue siendo espectador de su propio despojo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlomagno Chacón es abogado y político

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