Hace unas semanas, en vísperas de dejar Buenos Aires después de haber tenido por cerca de tres años el honor de ser embajador en Argentina, consideré mi deber visitar a doña Rosa Sáenz Peña de Saavedra Lamas, para despedirme de tan distinguida amiga. Durante esa grata e inolvidable visita, le manifesté el deseo de todos los peruanos, de que donara al Centro de Estudios Históricos Militares del Perú, para nuestro Museo Militar, los uniformes militares que su ilustre padre, el general don Roque Sáenz Peña, llevó en el Perú cuando visitó nuestro país en 1905, especialmente invitado por el Gobierno para asistir a la inauguración del monumento a Bolognesi, el héroe de Arica, así como la espada que usó al mandar al Ejército peruano ese día.
Con la mayor amabilidad y con la más exquisita cortesía, me contestó que ese era también su deseo y me habló de su gran cariño por el Perú.
Cumplo hoy con la más profunda emoción patriótica y con la más íntima satisfacción personal, en presencia del señor ministro de Guerra, general don Julio Luna Ferreccio, y de importantes delegaciones de todas nuestras Fuerzas Armadas, el grato deber de hacer entrega de esas prendas del general Sáenz Peña al señor presidente del Centro de Estudios Históricos Militares del Perú, general don Felipe de la Barra, para que sean guardadas en el santuario que los peruanos hemos elevado en este sitio por mil títulos históricos, para el culto de las reliquias de nuestros próceres, de nuestros héroes y de nuestros mártires.
No puedo dejar de recordar en estos momentos que tan ilustre argentino dejó su patria y todos los halagos que la vida le ofrecía a un joven de su situación social y de sus brillantes condiciones personales y viajó al Perú para ofrecer su vida a la defensa de nuestra causa porque era la causa del derecho y de la justicia internacional.
Después de batirse valerosamente en varios combates, asistió al histórico Consejo de Guerra de Arica y el 7 de junio de 1880 peleó al lado de Bolognesi hasta quemar su último cartucho y herido fue hecho prisionero y llevado a Chile, comprometiéndose así para siempre el reconocimiento peruano.
Sáenz Peña trajo al Perú, en días de prueba y de dolor, la expresión más viva y pura de la amistad fraterna de Argentina.
Fui de embajador a Argentina con el orgullo de representar a mi gobierno y a mi pueblo en la patria de San Martín, que era también patria de mis antepasados, he regresado de ella con la satisfacción del deber cumplido y con la alegría de haber conocido un gran país, de extenso y hermoso territorio, de posibilidades económicas infinitas, gobernado por hombres que tienen la noble ambición de servir a su pueblo, que es un pueblo noble y generoso, sincero y leal amigo del nuestro.
Que el espíritu de nuestros héroes comunes vele siempre por la amistad peruano-argentina para bien de nuestra América.
–Glosado y editado–
Texto originalmente publicado el 8 de junio de 1965.