(Ilustración: Victor Aguilar)
(Ilustración: Victor Aguilar)
José Dextre Chacón

En nuestro Perú, la educación pública transcurre entre el abandono y la búsqueda eventual de recuperar los niveles de calidad que, allá por los años sesenta del siglo pasado, atraían aún a los sectores medios de la población. Lamentablemente, las políticas de mejora repiten las mismas estrategias: incrementar la remuneración, capacitar remedialmente al docente e invertir en infraestructura. Todas las cuales devienen inevitablemente en insuficientes. Es indispensable innovar y ello implica analizar propuestas diferentes de demostrado éxito en otros países. El voucher o cheque educativo es una de ellas.

Fue propuesto por primera vez en 1955 por Milton Friedman, y busca dar al padre de familia el poder de elección del centro educativo. El Estado subsidia al padre o al joven estudiante haciéndose cargo del pago al centro de estudios que ellos eligen. Deja de subsidiar la oferta educativa pública gratuita y hace gratuita la demanda de estudios del alumno, abonando el costo de sus estudios al colegio elegido por ellos. El objetivo es promover la competencia por la calidad. El voucher pretende que el director o propietario del centro educativo, al competir por atraer alumnos a su institución, sea el responsable de la mejora de la calidad, y los padres de familia lo premien con su elección. Dependiendo del modelo, el voucher va incluso al centro educativo público y no solo al privado, premiando la calidad.

Los resultados internacionales del voucher confirman un incremento en la calidad en el aprendizaje de los alumnos, que ha repercutido incluso en los alumnos de la educación pública. El modelo del voucher no ha estado exento de dificultades en su implementación por razones políticas y económicas. Se ha validado, sin embargo, la generación de una cultura hacia la calidad fruto de la competencia. Valentín Bote, en un estudio publicado en el 2007 sobre la experiencia sueca, destaca lo señalado anteriormente y también la férrea oposición de la izquierda, mas no así del docente sueco. En 1995, Mario Vargas Llosa se había referido positivamente a esta experiencia sueca. Otro estudio (Romero, Sandefur, Sandholtz) sobre su aplicación en Liberia demuestra mejoras del 60% en el aprendizaje de los alumnos en relación con las escuelas públicas promedio, pero observa los altos costos del modelo implementado. De igual forma, un estudio sobre la experiencia chilena (Contreras, Larrañaga, Flores, Lobato, Macías) muestra también aspectos positivos en relación con el efecto de la competencia en el proceso educativo.

Recuperar la remuneración docente, hoy un sexto de hace 50 años, es imposible para el presupuesto nacional, al igual que transformar desde el Minedu y con un director sin poder la calidad de la mayoría docente mal formada y poco comprometida. Son logros que demandarán muchos años y el proponerlos no los convierte en una reforma real. Solo hemos tenido dos estrategias reales de innovación educativa: la reforma de 1996 promoviendo la inversión privada para garantizar cobertura y el intento de mejora de la calidad a través de las evaluaciones meritocráticas en el 2007. Pero una reforma eficaz implica dar al padre de familia la posibilidad de lograr la calidad educativa de su hijo lo más pronto posible.

Debemos comprender que el Estado debe procurar a sus ciudadanos una educación de calidad, pero no tiene que ser necesariamente el proveedor. Reformar implica rehacer o innovar para lograr mejoras. Una verdadera reforma educativa debe ser capaz de mejorar la calidad del desempeño del docente en el aula y, a partir de ello, mejorar el aprendizaje del alumno. Esto es imposible si el responsable es una oficina de control burocrática que supervisa cientos de colegios y miles de docentes, y con directores de colegio sin autoridad sobre el docente. Es mejor estimular la calidad de la gestión privada.

Superemos las trabas ideológicas que impiden romper paradigmas obsoletos. Nuestros niños y adolescentes nos lo exigen para un mejor futuro para ellos y para todos. El debate de experiencias en base a sinergias con la iniciativa privada es indispensable.