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El futuro del Perú exige talento
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Durante décadas, China fue conocida como “la fábrica del mundo”, un país que cimentó su crecimiento en mano de obra barata, producción masiva y tecnología importada. Sin embargo, mientras el mundo ponía el foco en sus exportaciones, China preparaba en silencio una revolución más profunda: la de sus ingenieros y científicos. Como documenta un reciente artículo de “The Economist”, el gigante asiático ha invertido decididamente en la formación de talento en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Hoy, forma más del doble de ingenieros que Estados Unidos cada año, y muchas de sus universidades compiten ya en los ránkings globales.
Una gran parte de sus jóvenes talentos se forma en el extranjero, en universidades como el MIT, Harvard, Stanford, Oxford o Cambridge, y regresan luego a aplicar sus conocimientos en empresas, centros de innovación o proyectos estratégicos del Estado. Según “The Economist”, este cambio no es casual: regresan atraídos por incentivos concretos, financiamiento, infraestructura moderna, redes internacionales y, sobre todo, por un plan país que busca dominar tecnologías claves antes del 2030.
El Perú, aunque sin la escala de China, debe también apostar por formar más talento en universidades a la vanguardia del conocimiento, y asegurar que ese talento regrese para transformar nuestras instituciones, industrias y políticas públicas. En los últimos 15 años, se han hecho esfuerzos valiosos en esta dirección; estas iniciativas demostraron que peruanos altamente calificados están dispuestos a volver si encuentran las condiciones adecuadas para hacer ciencia de calidad.
Pero esas condiciones aún no existen de manera estable ni generalizada. No estamos ofreciendo entornos universitarios competitivos para que los investigadores repatriados desarrollen su potencial. Muchas universidades privilegian la expansión de matrícula sobre la inversión en investigación, laboratorios y docentes de alto nivel. Además, los programas de formación en el extranjero y repatriación de talento, aunque valiosos, han sido intermitentes y no se han consolidado como política de Estado. Se necesita una estrategia nacional de largo plazo, articulada con las universidades, el sector privado y los gobiernos regionales, que permita escalar, diversificar y sostener estos esfuerzos.
Campos del saber cómo las matemáticas, la física, la inteligencia artificial (IA), la ciencia de datos y de materiales, la biotecnología, la genómica, la seguridad alimentaria o las ingenierías especializadas (mecatrónica, ambiental, nuclear) requieren con urgencia especialistas con formación avanzada. Entre ellas, la IA destaca no solo por su transversalidad, sino porque se perfila como “el gran igualador tecnológico del siglo XXI”, en palabras de Jensen Huang, el CEO de Nvidia, la empresa más grande del mundo. Así, la IA democratizará el acceso a la innovación, multiplicará la creatividad científica y acelerará la productividad.
Si el Perú se compromete con la formación de talento en IA, puede acortar distancias históricas en la carrera por el conocimiento y la innovación, pues el desarrollo de la IA ofrece oportunidades reales para transformar nuestros servicios públicos, optimizar cadenas de valor, transformar la gestión de nuestro mar, anticipar desastres naturales o brotes epidémicos mediante modelos predictivos, y modernizar sectores como la salud, el transporte, el saneamiento, la agroindustria o la minería.
La paradoja es clara: enviamos jóvenes brillantes al extranjero, pero no les damos facilidades para volver, y cuando regresan, no encuentran el ecosistema científico que necesitan. Revertir esta situación exige, por un lado, restablecer un sistema universitario regulado por criterios de calidad y excelencia, y por otro, fortalecer los programas de repatriación e inserción, conectándolos con los servicios públicos y las necesidades estratégicas en el ámbito productivo.
El camino de China no es replicable por sus particularidades, pero deja lecciones contundentes, la excelencia no se improvisa, se construye; el talento no se retiene con promesas, sino con instituciones sólidas; y el futuro no se espera, se diseña. El Perú tiene el talento; lo que le falta es decisión política y compromiso con el conocimiento como motor de transformación.

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