Hace unas semanas, comentaba cómo el Perú llamaba la atención hasta hace algunos años por sus paradojas, y ahora, más bien, preocupa por la posibilidad de su coherencia. Me refiero a la paradoja de cómo el país podía ser uno de los líderes en crecimiento económico y reducción de la pobreza en la región, al mismo tiempo que mostraba instituciones políticas frágiles, partidos y un sistema de partidos prácticamente inexistentes como tales, que se expresaban en unos muy bajos niveles de legitimidad del sistema político.
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