Hubo un tiempo en el que Martín Vizcarra fue un político respetado. Un personaje que parecía entender las necesidades del país, que se apropió de la demanda anticorrupción de la ciudadanía y que fue premiado con una amplia popularidad. Lo único que queda hoy de ese recuerdo es un halo putrefacto en donde antes estuvo la figura presidencial.
El último escándalo que involucra al exmandatario es el piso del pozo de mentiras que Vizcarra ha cavado con ahínco desde que llegó al poder. Como es sabido, hace dos días el candidato de Somos Perú apareció en una conferencia de prensa afirmando que él había participado “valientemente” del ensayo de la vacuna de Sinopharm cuando era presidente y que no lo había comunicado antes debido a la confidencialidad del estudio. Si no ha tenido la oportunidad de ver la conferencia, estimado lector, le recomiendo seriamente que la busque en la página de Facebook de Radio Americana. Es realmente un video de antología. La cantidad de mentiras que se apilaron, una tras otra, en las declaraciones de Vizcarra es impresionante.
La estela de engaños de Martín Vizcarra a la población es amplia. Mintió sobre sus reuniones con Keiko Fujimori, con Antonio Camayo, con los alcaldes en Tía María, con Richard ‘Swing’; mintió sobre su lucha anticorrupción y su relación con Obrainsa, mintió sobre la ivermectina. Mintió, en fin, como un político más. Sin embargo, la última perla de su colección estrena un nuevo nivel de cinismo.
Según él, no fue beneficiario de una vacuna, sino que participó del estudio de Sinopharm como un sujeto más, sin saber si le estaban inyectando la vacuna o el placebo. Un acto de valentía, lo llamó.
Para probarlo, agitó una hoja fotocopiada de su ficha de participante y se tomó una prueba rápida en vivo y en directo para confirmar que no tenía los anticuerpos contra el COVID-19 que la inoculación le hubiese brindado.
Las pruebas que lo desmentirían llegaron en pocas horas. Primero, como bien ha explicado el doctor Fernando Mejía, las pruebas rápidas no sirven para detectar los anticuerpos que genera la vacuna. Así que el acto de Vizcarra vendría a ser lo que en términos coloquiales se conoce como ‘puro show’. En segundo lugar, los voluntarios de los ensayos de la vacuna no firman una cláusula de confidencialidad. Los periodistas que han participado han hecho diversos reportajes contando su experiencia. Las instituciones investigadoras no pueden revelar la identidad de los participantes, pero ellos sí son libres de difundirlo si quieren.
Lo más grave, sin embargo, se conocería horas después de la conferencia. Si bien ya era suficientemente cuestionable que el presidente de la República participase secretamente de un ensayo clínico, como bien señaló Pilar Mazzetti en el Congreso anteayer, resulta que Vizcarra no fue voluntario, sino que solicitó y recibió dos dosis de la vacuna, según diversas fuentes.
Es decir, mientras los médicos ponían su vida en riesgo en los pabellones COVID-19, mientras las familias sufrían tratando de conseguir oxígeno para sus parientes, mientras los peruanos morían por decenas de miles en su gobierno. Vizcarra, que no pudo conseguir un solo contrato para el país, se habría asegurado una vacuna para él y su familia y lo habría mantenido en secreto. Difícil caer más bajo.
Martín Vizcarra, convertido ya en el villano de la película, postula a estas elecciones con el número 1 de Somos Perú en Lima. Queda a criterio de los peruanos decidir si ese es el tipo de personaje que queremos tener en el Congreso o no.