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Una pequeña transfusión
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Puestos a encontrar similitudes entre los previsibles postulantes presidenciales del 2026 y cierto conde transilvano inmortalizado por la literatura, la verdad es que Rafael López Aliaga no es el primero que viene a la mente. Su constitución más bien robusta y su avanzada alopecia lo alejan bastante de la imagen que todos guardamos del personaje creado por Bram Stoker, mientras que otros presumibles aspirantes a ceñirse la banda embrujada parecerían haber tomado prestados sus rasgos afilados, su cabellera retinta, su juventud sobrenatural… Pero quizás lo que mejor define al buen Nosferatu no sea tanto su aspecto físico, como sus inquietantes hábitos. Esto es, su costumbre de pasar las noches en vela, abrasado por una sed insaciable. Y, sobre todo, su tendencia a succionarle la sangre al prójimo como medio de subsistencia. Desde esa perspectiva, algunas semejanzas entre él y el alcalde de Lima comienzan a asomar.

No estamos sugiriendo, desde luego, que don Rafael le chupe literalmente los leucocitos y las plaquetas a persona alguna. Lo que sostenemos es que, a la luz de las encuestas más recientes, daría la impresión de que su discreto crecimiento en la intención de voto para el próximo año obedecería a una absorción de parte de la energía que hasta hace poco animaba a determinados pre-candidatos que comparten su ubicación en el espectro político. Nos referimos específicamente a Keiko Fujimori y Phillip Butters, quienes, con algunas variantes, ofrecen el mismo combo de conservadurismo y mano dura que el líder de Renovación Popular. De acuerdo con los tres últimos sondeos de Ipsos, entre julio y agosto de este año, López Aliaga habría pasado del 8 al 11% en las preferencias electorales, mientras que Keiko habría sufrido una encogida del 9 al 7%, y Butters jugaría al “ahora me ves y ahora no”, emergiendo a ratos del rubro “otros” y luego volviendo a sumergirse en él.
–¿Para eso chupas?–
Si ellos languidecen o no consiguen sostenerse en el 2% en las encuestas, en tanto el otro postulante de derecha se hincha tantito, lo lógico es asumir que esa hinchazón es prestada. O, mejor dicho, succionada. Porque es improbable que más adelante el alcalde de Lima esté dispuesto a devolverla.
Como curiosidad marginal, cabe notar el contraste que existe entre las reacciones que esta situación provoca en los perjudicados: el hombre fuerte de Avanza País lanza ruidosas acusaciones sobre “trolls” contratados para atacarlo en las redes; la abadesa de Fuerza Popular, en cambio, cultiva un singular voto de silencio. A lo mejor, algo ha aprendido a fuerza de derrotas y sabe que no tiene sentido despeinarse por una merma en las simpatías por ella registrada en fecha tan temprana. Está esperando, en opinión de esta pequeña columna, a que el fallo del Tribunal Constitucional sobre el caso “cocteles” deje en ridículo al fiscal majareta para empezar su campaña.
El dato auténticamente significativo en este contexto, sin embargo, es el que se deriva de la comparación entre la intención de voto por el puntero y la suma de los que dicen en esos mismos sondeos que no respaldarán a nadie o que optarán por viciar la cédula de sufragio o dejarla en blanco. Ni más ni menos que el 48%. Visto así, efectivamente, el traslado de sangre aquí descrito no luce como el resultado de un banquete vampírico, sino apenas como una pequeña transfusión. En el fondo, anémicos están todos. Sorberle el 3% de las preferencias a un competidor puede producir exaltación en tal o cual postulante a la presidencia en estos días, pero en realidad es irrelevante y la única pregunta que levanta es una que con frecuencia escuchamos en labios de la juventud.

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