La semana pasada escribí sobre el “caviarismo”, un término denostativo de uso cada vez más extendido, lo que da cuenta, decía, del grado de polarización en nuestra comunidad política, del pobre nivel de nuestro debate público, de la extensión de la descalificación como argumento, de lo conservadora que se ha vuelto nuestra élite política. Desde las páginas de “Expreso”, Ricardo Vásquez Kunze escribió una réplica, planteando temas que podrían ser de interés de los lectores, reivindicando al conservadurismo como “único dique racional contra la irracionalidad y superstición caviar”.
Una primera crítica que presenta Vásquez es que el “caviarismo” parte de la premisa de una “pretendida superioridad moral autoconferida” frente a la que “no cabe discusión posible”. En realidad, me parece que, hasta cierto punto, el problema es que la polarización en el debate conduce fácilmente a la caricaturización y la descalificación. Desde sectores de la derecha, se percibe que sectores liberales (“primos hermanos del caviarismo”, según Vásquez) o de izquierda pretenderían su “cancelación”, pero esto no es sino la contracara del “terruqueo” o del uso del término “caviar”, precisamente como forma de descalificación contra quienes están en posiciones contrarias.
Pero existe un tema más de fondo que es importante discutir. Desde hace algunos años, en todo el mundo, existe una reacción conservadora frente a banderas progresistas de ampliación de derechos y de sus mecanismos de protección. Expliquémonos. La democracia liberal como forma de régimen político se funda sobre los principios de igualdad y libertad; por ello, establece reglas de convivencia que buscan impedir la discriminación y, al mismo tiempo, preservar los derechos de las minorías. En tanto esta lógica está basada en derechos universales, la lógica de la democracia y de la defensa de los derechos humanos adquirió no solo la forma de una serie de garantías legales nacionales, sino también internacionales. En las últimas décadas, el propio ejercicio de los derechos democráticos ha llevado a una lógica de ampliación de los mismos sobre un amplio ámbito de aplicación. En todo el mundo, y también en nuestro medio, esta ampliación ha generado fuertes resistencias conservadoras. En particular, a Vásquez parecen incomodarle los derechos asociados al enfoque de género y a la identidad de género, al parecer porque irían en contra de “la naturaleza humana”, resultando una “construcción cultural e ideológica antojadiza”.
En realidad, de lo que se trata es de preocuparnos de crear condiciones que hagan efectivo el ejercicio de los derechos de las personas, especialmente de aquellas en situación de vulnerabilidad constante. Mujeres, pueblos indígenas, diversidades sexuales, etc., tienen serias limitaciones para ejercer sus derechos ciudadanos y, ciertamente, frente a derechos no cabe presentar el caso como un asunto controversial o de diferencia de opiniones. Podemos debatir y discrepar sobre cuánta intervención estatal o cuánto de promoción de la inversión privada es necesaria, pero no sobre los derechos de las personas. No se trata de asumir una posición de superioridad moral, sino de asegurar reglas de convivencia democrática que también protegen el derecho a defender banderas conservadoras.
El problema es que se pretende hacer pasar la defensa de privilegios o exclusiones como meras diferencias de opinión. El enfoque de género y el derecho a la identidad de género están basados en una amplia legalidad internacional, así como en un amplio consenso científico. Pero estamos ante un problema serio si es que, por la resistencia que generan estas cuestiones, se pretende cuestionar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos o la evidencia científica. Lamentablemente, a eso estamos llegando.
Ciertamente, no se puede negar ni desatender sin más las inquietudes de los sectores conservadores. De lo que se trata es de que se entienda que la lógica de ampliación de derechos para proteger a las poblaciones vulnerables no busca recortar derechos ni cuestionar las costumbres o tradiciones conservadoras que caben dentro del marco democrático. Sí se trata de encontrar un marco que permita que todos convivamos con tolerancia y respeto en el espacio público.
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