Editorial El Comercio

La situación del presidente del , , es cada vez más penosa. La semana pasada se vio forzado a adelantar que, en principio, había anunciado para el 28 de este mes, precisamente porque los cuestionamientos que se le vienen haciendo por actos y comportamientos de los que ha sido protagonista ya una vez instalado en su curul estaban socavando su estabilidad como titular del Legislativo. Y, en realidad, continúan socavándola, porque la conferencia no sirvió para levantar ni uno solo de los cargos que pesan sobre él.

¿Cuáles son esos cargos? Pues el de haber votado a favor de una ley que permitió que tenía abierto por estafa en Cusco, el de al declarar poco después que ese proceso estaba archivado cuando votó a favor de la mencionada ley, y el de la opacidad en la que ha mantenido la naturaleza de de Yeshira Peralta Salas, una persona que estuvo contratada en su despacho congresal, retando las disposiciones sobre los grados de consanguinidad permisibles en esos casos. Hay más, pero con esto basta para concluir que su perfil no es el más adecuado para presidir un Parlamento cuya imagen se cae a pedazos, gracias a los mochasueldos, los ‘Niños’, los defensores del matrimonio infantil y tantos otros exponentes del deterioro moral que parece haberse enseñoreado en la actual representación nacional.

Como se sabe, existe una iniciativa para censurarlo corriendo en el hemiciclo, pero es dudoso que prospere. Entre otras cosas, porque quienes la promueven arrastran su propia carga de denuncias y acusaciones. De cualquier forma, lo menos que cabría esperar de parte de quienes hicieron posible su elección sería una autocrítica y, al menos, la insinuación de un propósito de enmienda. Lejos de ello, sin embargo, , secretario de , el partido al que Soto pertenece y cuya dirigencia decidió que fuese él quien encabezara la lista del llamado ‘Bloque Democrático’ a la Mesa Directiva, derramó en una entrevista publicada ayer en este Diario indulgencias en abundancia sobre el cuestionado legislador. Cabe recordar que ya la semana pasada el intento de , el líder del partido de Soto, de culpar de la crisis gestada por los propios problemas de este a la prensa. Por lo que, más que personal, la de Valdez parece una postura partidaria.

Evitando responder acerca de si Soto informó o no a su partido acerca de las investigaciones que tenía pendientes en el Ministerio Público antes de que se lo designase como el candidato para la posición que hoy ocupa, Valdez señaló algunas obviedades sobre las que no había sido interrogado: que las investigaciones de la fiscalía no hacen a alguien necesariamente responsable de lo que se le imputa, que Soto no tiene antecedentes penales ni judiciales y que ningún congresista puede ser denunciado por el sentido de sus votos.

Las observaciones acerca de las acusaciones contra Soto, no obstante, tienen que ver con su idoneidad para ser presidente del Congreso, no con su situación penal. Los antecedentes aludidos, por otra parte, solo se registran cuando una persona tiene una sentencia, no un proceso abierto como el que se le seguía en el momento de la votación al legislador hoy bajo la lupa. Y si bien los votos de un parlamentario no pueden ser objeto de denuncias, sí lo pueden ser de cuestionamientos. Y, sobre todo, de orden ético, que es lo que se apunta a propósito de Soto.

Valdez alega también que la bancada de APP votó en primera instancia en contra de la ley que recorta el período de suspensión de la prescripción… Como si eso atenuara el hecho de que, en segunda instancia, se volcó toda –Soto incluido– a favor de . Y sobre el asunto de la contratación en su despacho de la hermana de su pareja o expareja (un detalle imprecisable por el momento), comenta solamente: “Se tiene que investigar”.

De cualquier forma, su sentencia final sobre el actual titular del Legislativo es: “Yo lo relevo de toda responsabilidad política, porque él cumplió con la posición del partido en la primera y en la segunda votación”. Una conclusión a la que ciertamente tiene derecho. Pero, claro, falta todavía que todos los demás estemos de acuerdo con él. Y ahí es donde Soto enfrenta serias dificultades.

Editorial de El Comercio

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