La Iglesia rusa está sufriendo una crisis que puede tener efectos extraordinarios. La reciente abdicación del patriarca Tikhon, comparable a la del zar por sus circunstancias, es clara señal de que los maximalistas están decididos a destruir el espíritu religioso del pueblo ruso. Cuando los soviets saquearon los tesoros eclesiásticos para venderlos y comprar trigo, se produjo un cuantioso derramamiento de sangre, pues muchos fueron asesinados al tratar de defenderlos. El clero está dividido. Algunos obispos apoyan la política comunista, aunque la mayoría la rechaza rotundamente.
H.L.M.