La ilusión de planificar, por Franco Giuffra
La ilusión de planificar, por Franco Giuffra
Franco Giuffra

El ha publicado en su página web, para recibir comentarios, la primera versión del . Vale la pena leer las cien páginas de este documento para darse cuenta de que, para llegar a algún puerto, este barco no necesitará solo las opiniones del público, sino también sus oraciones.

De arranque, lo que más impresiona del documento es la amplitud de sus metas y objetivos en relación con la ingenuidad y candidez de los medios que propone para alcanzarlos.

En efecto, para retomar la senda del crecimiento vigoroso, diversificar las fuentes de desarrollo, mejorar la productividad de nuestra economía y ampliar la oferta exportable, entre otras aspiraciones loables, el PNDP propone más o menos la misma receta: diagnosticar los problemas, crear un ente coordinador público-privado para discutirlos e implementar luego las soluciones correspondientes.

El PNDP tiene buena información y datos sobre la situación de la economía nacional y de algunos de sus sectores productivos. Sin embargo, las propuestas que plantea para remediar nuestras falencias son puros buenos deseos y fantasías carentes de tren de aterrizaje.

Denotan, en primer lugar, una concepción de la economía en la que las decisiones de inversión del sector privado pueden ser científicamente dirigidas por el Estado. Llevado esto al extremo, ello equivale a decir que un ente público, empleando a los profesionales más competentes y experimentados, podría sugerir a los productores de páprika cuál es la mejor variedad para sembrar, cuándo cosecharla, en qué presentaciones ofrecerla y en qué ferias internacionales hacerle promoción.

Y luego hacer esto extensivo a todos los productos, sectores y geografías del país. Una tarea que no solo nace con la ilusión del “dirigismo” y la planificación perfecta, sino que seguramente requeriría décadas para realizarse. Lo cual revela otro componente ingenuo del PNDP: es tan vasto y ambicioso que, para implementarlo, el líder del Produce tendría que ser no solo ministro sino rey o emperador del Perú por los próximos 50 años. Y se quedaría corto de tiempo.

Un emperador, además, con el control absoluto sobre muchas entidades del Estado, pues el PNDP crea una nueva capa de entes burocráticos que incursionan, replican o capturan las competencias de otros entes de gobierno. Para comenzar, se requiere un consejo nacional de diversificación productiva, un nuevo ente promotor de la calidad (cosa que ya hace el Indecopi) y diversas direcciones generales de variadas responsabilidades.

Todo lo cual evidencia, de paso, una ingenuidad política mayúscula, porque la implementación del PNDP implicaría que el Produce se convierta en el dios Sol de la economía y que otros ministerios como el y el de Comercio Exterior orbiten a su alrededor, lo que difícilmente sucederá en esta vida.

Incluso la sección sobre eliminación de “sobrecostos” y regulaciones inadecuadas es paupérrima. Se mencionan 46 obstáculos (sin precisarlos) y se crea una dirección de políticas y regulación, y otra de evaluación de regulaciones para que resuelvan todo. Nada más.

Una pena, en definitiva, que no se haya optado por lo concreto, realista y viable. La ilusión del poder omnisciente seguramente inundó a los autores del PNPD y les hizo creer que ellos saben mejor que nadie lo que las empresas necesitan. Pero la verdad es que en menos de 18 meses estarán de vuelta en sus cátedras universitarias, sin soga y sin cabra que mostrar.