(Foto: GEC)
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Iván Alonso

Hace cuatro años la estuvo a punto de pasar de la categoría de mercado emergente a la de mercado frontera, debido al escaso número de listadas con un volumen de negociación significativo. Hoy la situación no es tan alarmante, pero la exclusión de las acciones de Volcan y de Credicorp de los índices internacionales de MSCI y del Financial Times, respectivamente, ha vuelto a poner en la pizarra el problema de la poca profundidad del peruano.

Las autoridades de la bolsa han intentado en el pasado aumentar el volumen de negociación bajando las comisiones y otros costos, pero con poco éxito. El total negociado en la bolsa limeña en el 2018 fue de US$6.200 millones, más o menos el 2,5% del producto bruto interno (PBI). Lo mismo, proporcionalmente hablando, que hace cinco años y lo mismo que hace 15. La mueve anualmente el equivalente al 200% del PBI estadounidense.

Para que haya negociación se requiere, obviamente, que haya inversionistas que quieran comprar e inversionistas que quieran vender. Algunos están permanentemente recomponiendo sus portafolios, vendiendo acciones que les parecen caras, antes de que bajen de precio, y comprando otras que les parecen baratas, antes de que suban. Pero, como decía el famoso economista Paul Samuelson, las personas que se la pasan comprando y vendiendo acciones pueden ganar mucha plata… para sus “brokers”; no tanto para sí mismas. Los inversionistas institucionales, como las AFP y los fondos mutuos, que son los más grandes, no necesitan entrar a ese juego. Los inversionistas individuales tampoco.

La compra y venta de acciones debería responder fundamentalmente a la necesidad de entrar o salir (total o parcialmente) del mercado bursátil. Una AFP y un fondo mutuo compran cuando reciben aportes y venden cuando sus afiliados retiran sus fondos. Las personas naturales igual. Compran cuando les sobra una plata que no quieren dejar en el banco y venden cuando les hace falta la liquidez para pagar los estudios o la boda de una hija, un viaje familiar o una enfermedad repentina que el seguro no alcanza a cubrir. En resumen, para que haya una bolsa más activa tiene que haber mucha más gente con mucho más ahorro. Tanto más como para que no quiera ponerlo todo en el banco o en propiedades. Y que quiera mantenerlo en el Perú, naturalmente.

Pero también tienen que haber más compañías dispuestas a emitir acciones y listarlas en bolsa. Si no lo hacen, puede ser porque no necesiten hacerlo. Es siempre una posibilidad. Quizás sus accionistas no quieran compartir la propiedad y ceder el control, pero eso es otra manera de decir que no necesitan colocar sus acciones (o más acciones) en el mercado. Una compañía que crece moderadamente o inclusive rápidamente, pero no tan rápidamente, puede financiar su crecimiento con los fondos que generan sus propias operaciones o con los que le prestan los bancos. ¿Para qué ofrecer sus acciones al público?

De repente la bolsa no es tan importante, después de todo, para canalizar el ahorro hacia las empresas. O de repente sí. Solamente podemos saberlo haciendo un análisis de los costos y beneficios de levantar capital en el mercado bursátil, en comparación con el mercado bancario, y en qué medida ese balance se ve afectado por las políticas públicas que los rigen.