Fujimori fue el que más huella dejó. Tuvo más tiempo para escarbar en las heridas a la vez que imponía las bases de una economía liberal preparada para crecer sin reformas sociales de cuidado. El balance sobre lo bueno y lo horrible que hizo está abierto y hay una parte significativa del país que reivindica su mano dura y su espíritu práctico para acabar con el terrorismo. En el camino cometió y se hizo cómplice de tantos delitos que la promesa que hizo en 1990 como ‘outsider’ que marcaría la diferencia con los corruptos políticos tradicionales se canceló.
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