La presidenta nos lanzó un guante el viernes 20 de diciembre. “Pónganme 0, así estamos empatados y nos vamos a penales”, gritó. Fue su último acto político del año. Técnicamente es un juego de palabras con extrapolación -de la representación política hacia el fútbol-; pero eso es lo de menos.
La primera y la última frase, ‘pónganme 0′ y ‘vamos a penales’, son las extrapolaciones, valen poco. Pero deconstruyamos la frase central, porque es crucial: ¿en qué ‘estamos empatados’ con Dina o en qué podría estarlo con las encuestadoras, si es que a ellas se dirigía en primer lugar. Tómense unos segundos para responder.
“‘Pónganme 0 porque para mí su opinión vale 0’ es una manera estadística de decirnos ‘tú mamá’, si esto lo llevamos al barrio de las broncas. Pero no estamos en ese territorio, el desdén de Dina no es violento, es indiferente”
El guante sigue caído en el piso. Antes de recogerlo, descifremos su sentido. La presidenta habla de un empate, ¿de qué? De sentimientos. Pone una cifra: cero a cero. O sea, eso es lo que vale el uno para la otra, nada.
El desdén manda en la relación. Sin embargo, presumimos que ella cree en las encuestas. Les creyó en el 2021 cuando le dieron el triunfo a su plancha a pesar de que a ninguna de ellas se le podía acusar de castillista. Palacio, ojo, no ha emprendido una campaña seria para acusarlas de corrupción y dudar de sus resultados.
La denuncia que en el mismo discurso del día 20 Dina hizo sobre una encuestadora que le habría dicho “denos alguito, le podemos subir dos puntos”, fue ligera y sin nombre. Quizá existe esa empresa retorcida pero no es Ipsos, Datum, IEP o CPI que difunden resultados de aprobación en medios que gozan de confianza, ni ha de estar representada en APEIM (Asociación Peruana de Empresas de Inteligencia de Mercados).
El asunto se agrava porque el desdén no se proyectó solo a las encuestadoras, ¡sino a los encuestados¡ Si Dina desdeña a las encuestadoras es porque desdeña a quienes la desaprobamos. ‘Estamos empatados’, grita. Terminamos el 2024 con una presidenta que, por hacer un juego de palabras, se confiesa desdeñosa de la vox populi. ‘No se refería al pueblo sino a las encuestadoras’, dirán Gustavo Adrianzén, Morgan Quero o Fredy Hinojosa, si se les preguntara por el desdén dinista ¿Pero, en el exabrupto presidencial, quiénes hablamos a través de las encuestas, quiénes nos vamos a un empate 0 a 0 con penales?
Desdeñosa
El desdén es la frivolidad llevada a la interacción política. Este año le llegaron a Boluarte las facturas de sus dos grandes pecados frívolos del 2023: recibir los Rolex y joyas del gobernador ayacuchano Wilfredo Oscorima e intervenirse la cara. Ambos hechos han sido admitidos con atenuantes: no fueron regalos sino ‘préstamos’ y no fue una rinoplastia con fines estéticos sino médicos. Su abogado Juan Carlos Portugal dio un margen para hacer más creíble esto último: que el fin principal fue de salud; o sea, hubo fines estéticos secundarios.
Si estuvo tan absorta en su apariencia que no reparó en el contraste que la frivolidad de oro y escalpelo hacía con las crisis internas, en especial, con la de inseguridad; digan si tal olvido no es desdén. ‘Pónganme 0 porque para mi su opinión vale 0′ es una manera estadística de decirnos ‘tú mamá’, si esto lo llevamos al barrio de las broncas. Pero no estamos en ese territorio, el desdén no es violento, es indiferente, es reconocimiento de que la prioridad no está puesta en una aprobación que le vale un comino.
Desde abajo, también hay desdén. No es odio lo que marcan las encuestas. El 95% de desaprobación y 3% de aprobación, no tiene un correlato de activismo callejero. Desde fines de febrero del 2023 cuando se disiparon las protestas dirigidas contra la clase política más que contra ella, pues recién se la conocía; Boluarte tomó la presidencia por las apariencias y oropeles. Quiso viajar y el parlamento la facultó a hacerlo con una ley ad hoc. Alberto Otárola la sostuvo hasta que se hizo de un entorno que lo reemplazó sin apantallarla. Este pequeño grupo de incondicionales, más un gabinete de técnicos sin voz ni muñeca política, se hace cada vez más difícil de reponer.
Este es el año en el que Dina dejó ir a los que creen tener un perfil político propio (anoten que el ex canciller Javier González Olaeche y el ex Minem Rómulo Mucho, son afiliados de partidos), fichó al incondicional Mininter ‘Juanjo’ Santiváñez y sometió al MEF José Arista.
El equilibrio en el gabinete le preocupa más que el de los poderes del Estado. Su último mensaje a la nación, el 12 de diciembre, fue impulsado por el afán de salvar al titular del Minedu, Morgan Quero, de una probable censura antes de la tregua navideña. Despedirá el año con desdén, preparándose para el estrés del 2025. Si usted piensa quemar un muñeco de Dina Boluarte en año nuevo, será un empate; ella ya quemó un muñeco con la estadística de nuestras opiniones.