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Donald, arancel y misil, una crónica de Fernando Vivas sobre el presidente de Estados Unidos
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En su estreno, Trump ofreció un combo de guerra comercial y paz militar. Su electorado lo aplaudió porque están hartos de mandar a sus hijos a guerras lejanas y creen -Donald es muy persuasivo- que con aranceles altos se protegerá su industria y ‘América will be great again’.
El resto del mundo respiró con cierto alivio, porque los misiles matan gente pero los aranceles no. ‘Es un viejo patán e impredecible, pero al menos busca la paz. Y sus aranceles van a ser bumeranes para él, jaja’ era el consuelo del ciudadano promedio global.
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Pero Donald nos trajo las dos guerras combinadas. La comercial y la militar. El anhelo de paz trumpista se esfumó sin declaratorias ni ultimatums cumplidos. La guerra de Rusia con Ucrania se volvió crónica y la de Israel con la franja de Gaza, cuando creíamos que se estaba apagando, provocó una más peligrosa entre Israel e Irán.
“Perú tiene una balanza deficitaria por lo que esa no sería razón para un tarifazo trumpista; pero el incidente brasilero muestra que el candelero comercial se enciende con carbón político. (…) Combustible es el solo nombre de Chancay”
Donald dio un ultimátum de dos semanas a la teocracia iraní, pero atacó sus bases nucleares a los dos días. Contó que había trabajado en equipo con ‘Bibi’ Netanyaju -el ‘name dropping’ trumpista tiene la intensidad de un ‘misile dropping’- preparando el ataque.

Por fortuna, la respuesta de Irán, muy golpeado en su preparación nuclear y en su capacidad de contratacar, duró poco. Pero el medio oriente está al rojo vivo y no hay país del globo que no tome secretas previsiones respecto de sus relacio nes con EE.UU. Los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica más invitados) se reúnen al descubierto, desafiantes, a conspirar contra él.
Y así, desconcertados ciudadanos del globo, vimos a los Estados Unidos meterse en una guerra militar sin declararlo. Y quienes dudaban de las primeras amenazas de fijación de aranceles -porque al comienzo hubo varias contramarchas- lo vieron en medio año cumplir esas amenazas y lanzar otras nuevas. Hay una, bárbara, que coloca a Donald en el candelero de esta semana. Además, nos cayó cerca, en el vecino Brasil.

En una carta hecha pública a Lula, Donald le dice que le clava 50% de aranceles por el juicio a Bolsonaro por intento de golpe de Estado, resultado de haber presuntamente alentado a ciudadanos a tomar las sedes del poder en Brasilia (una figura similar a aquella que también comprometió judicialmente a Trump tras la asonada de simpatizantes suyos en Washington cuando perdió ante Joe Biden).
Para reforzar la sanción arancelaria, Trump le dice a Lula que aumentará 50% a cualquier respuesta brasilera. Lula replicó que su Poder Judicial es autónomo; pero, en verdad, quedó atarantado.
El tarifazo contra Brasil es elocuente pues engarza economía con política en la pura y dura altanería trumpista. Si ya la arbitrariedad selectiva en el cálculo de los aranceles para todo el mundo nos indignaba, en este caso, su asociación con un hecho judicial, arquea aún más las cejas. ‘Te clavo un arancel por cualquier cosa que digas o hagas’, ese es el mensaje en neón. El estadounidense y Nobel de economía, Joseph Stiglitz, describió así a la política arancelaria de Trump: “Él no es normal, no tiene ninguna teoría sobre cómo funciona el comercio detrás de esto (…) Trump piensa que los déficits comerciales reflejan que alguien nos trata injustamente y se basa en la premisa de que somos mejores”.
Teoría trumpista
En realidad, al explicar que Donald no tiene teoría, Stiglitz en realidad estaba definiendo la teoría trumpista: una suerte de supremacismo o ventajismo comercial en el que los estadounidenses tienen que castigar a cualquiera que tenga una balanza superavitaria con ellos. Perú tiene una balanza deficitaria por lo que esa no sería razón para un tarifazo trumpista; pero el incidente brasilero muestra que el candelero comercial se enciende con carbón político.
En realidad sí nos ha caído un tarifazo al cobre (el consuelo es que exportamos muchísimo más a otros países); pero más combustible es el solo nombre de Chancay, pues en Washington se asocia a una inversión estratégica de la China. El martes pasado se difundió la noticia de que China y Brasil habían suscrito un acuerdo para planificar un ferrocarril bioceánico que, se sobrentiende, atravesaría Perú hasta Chancay. Leña al fuego.
En medio año Trump no nos deja aburrirnos ni olvidarlo por un instante, ‘never a dull moment’. Quizá su energía no se agote pero su impacto sí. Por definición ante su supremacismo, cualquier teoría o interés ajeno, aunque se exprese tímidamente, le es contrario. Cada misil o arancel provoca un SOS exploratorio que, sumados todos, son una red enorme de países y economías desalineadas de lo que desde nuestra latitud llamábamos el consenso de Washington, incómodos ante la impredictibilidad, molestos ante la no teoría que es en realidad teoría del más fuerte; toda una red que puede reconfigurar el mundo contra las promesas de Trump a su patria. Donald impone más recelo y miedo que respeto.











