Esta es la quinta vez que Julieta ve Coco. Lleva un par de semanas fascinada con la historia de Miguel Rivera y su ídolo Ernesto de la Cruz. Se sabe diálogos enteros y los repite con perfecto dejo mexicano. Cuando termine la película, durante la cena, seguramente me pedirá un papel para dibujar a Mamá Imelda o a la propia Mamá Coco. Me gusta verla sumergida en esa ficción animada, cuyo hechizo a veces suspende para hacerme intrincadas preguntas que casi siempre me animo a responder, o al menos a intentarlo. Ahora, por ejemplo, acaba de preguntarme dónde queda la Tierra de los Muertos, que en Coco se presenta como el destino final de los espíritus de los difuntos.
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