El Perú tiene fuerzas telúricas ajenas a la lógica y a la razón. Los recursos del entendimiento, por sí solos, no bastan para descifrar una naturaleza chúcara, impredecible e irritantemente auto saboteadora. El país se mueve así. Déjenlo ser.
Una de estas manifestaciones inexplicables sucede cada vez que el seleccionado Gianluca Lapadula Vargas visita el país. Hijo de padre italiano y madre peruana, se le atribuye una capacidad paranormal que genera turbulencias políticas.
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Esta descabellada hipótesis está sustentada en la realidad.
Cada vez que Lapadula ingresa a espacio aéreo peruano el piloto del avión se persigna. Un facilismo vacador podría atribuir a la mediocridad del presidente Castillo la fragilidad sistémica suficiente para que todo se caiga a pedazos. Pero aquí hay algo más hondo en juego, cuyo eje inmóvil es su nariz. Por eso los rivales lo golpean ahí en vez de buscarle las piernas.
Apuntemos los hechos:
En noviembre del 2020 llega por primera vez para jugar contra Chile. Consecuencia: se da la vacancia del presidente Vizcarra. A los pocos días asume Merino y cae sin que se le arrugue la banda presidencial. Lo reemplaza Francisco Sagasti recitando a Vallejo. Tres presidentes al hilo.
Regresa en agosto del 2021 para los partidos contra Uruguay, Venezuela y Brasil. El ministro Iver Maraví, sepultado en atestados policiales, renuncia días después.
En octubre, en las fechas contra Chile, Bolivia y Argentina, vuelve. Lo invisible se alínea: se cierra uno de los más provechosos episodios de humor involuntario en la política peruana con la renuncia del premier Guido Bellido.
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En noviembre, cuando se tiene por rivales a Bolivia y Venezuela, mientras Lapadula espera por sus maletas en el aeropuerto en el ministerio de defensa Walter Ayala ya está poniendo sus cosas en una caja. En enero del 2022, cuando nos toca jugar contra Colombia y Ecuador, renuncia Avelino Guillén al darse cuenta de lo que se sabía hace meses.
¿Vamos a conformarnos con la blanda excusa de la coincidencia?
Lapadula nació en Turín, ciudad que custodia la Sábana Santa. La ciencia patalea sin encontrarle una explicación satisfactoria a su revelación mística.
Lapadula nace de vientre peruano. Es probable la presencia de huairuros alrededor de Lapadula bebé, recibiendo capilarmente un legado milenario. Este llega hasta los Pieles Rojas de Paramonga, agrupación cultural en homenaje al Señor de la Soledad que es sinergia de coboyada con el apellido de los fundadores de la organización, la creyente familia Rojas. Lapadula lleva el equívoco tatuado como certero homenaje al Perú.
Lapadula es un apellido que se deriva de la padule, literalmente el pantano, que también puede interpretarse como la laguna. Lagunas tenemos en Huancabamba, Piura, y son reputadas por sus propiedades mágicas y amarra calzón: Las Huaringas. No en vano Susy Díaz les ha dedicado una dieta de rima impublicable.
Finalmente, Lapadula lleva toda la vida consumiendo kion, tallo oriental que es símbolo de fusión, multietnicidad nacional y magia.
Cosa c´e di meglio, doppo una vittoria, di un piatto di arroz chaufa preparato dalla mia dolce mamma?, tuiteó el futbolista revelando cual Popeye el alimento que nutre sus capacidades. El chaufa peruano necesariamente lleva kion.
Además de sus virtudes antidiarreicas, al kion se le atribuye conjurar los elementos del Sol y Marte para invocar la fuerza y el poder del fuego. A la vez que ventila los conductos respiratorios. Ahí está la clave: la nariz de Lapadula es simultáneamente antena receptora y parrayos de energías esotéricas.
Es como una nariz con wifi. Por una fosa inhala poderes ancestrales, por la otra exhala el residuo intenso de la energía procesada. Esta feroz descarga magnética es la disrupción que estremece la política peruana cada vez que se emana bajo cielo peruano.
Para la selección y la hinchada esto es un buen negocio. Para la historia tal vez solo sea un tema de higiene.
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