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Jaime Bedoya

Advertencia: No crea todo lo que le digan.

El pasado fin de semana, con un nivel de reserva inédito para una ciudad que se nutre del chisme, estuvo en Lima. Un submarino privado lo trajo directamente desde la plácida Seattle, donde reside frente al lago Washington en una casa que se adentra ocho pisos bajo tierra. En tercer sótano tiene una pizzería vegana y una piscina de leche de cabra. En el sétimo un huevo de dinosaurio y un reptiliano amaestrado llamado Fred. En el octavo nivel está el infame laboratorio donde elabora las vacunas con las cuales quiere conquistar el mundo.

Su escala en Lima fue brevísima. Apenas una parada en La Victoria para degustar el cebiche de Javier Wong, quien debió firmar un acuerdo de confidencialidad asegurando que no habría ningún candidato presidencial en 10 cuadras a la redonda y que le regalaría un cuchillo como souvenir. Luego abordó un helicóptero en la cancha del Estadio Nacional rumbo a Pisco. Durante el vuelo de 18 minutos el magnate informático utilizó un cortaúñas de platino regalo de su socio Barack Obama para hacerse un pequeño retoque. Uñas de Bill Gates cayeron sobre Lima como si fueran copos de nieve.

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Un equipo legal lo esperaba al interior del cementerio general de Pisco. Miss Pisco Virtual 2020 lideraba una comitiva de bienvenida pero fue impedida de ingresar al camposanto. Llevaba chocotejas y un plato de sopa seca de cortesía. Verificados los permisos de exhumación se procedió a abrir el nicho de Sarah Ellen, la hija de J. Roberts nacida en el Reino Unido en 1872 y fallecida en Pisco por estaca al corazón en junio de 1913.

El interés de Gates en la misteriosa mujer inglesa se explicaba solo. Ya había ejecutado la primera fase de su plan de dominación global: conducir al mundo hacia la vacuna de ADN modificado tal como se llevan las vacas al pasto. Aquél murciélago de Wuhan había cumplido. Ahora necesitaba la matriz de un ser superior al hematófogo alado. Por ejemplo, la información genética de un vampiro. Mejor si vampiresa.

En su vuelo de retorno a la Isla San Lorenzo la cabina del helicóptero olía a sopa seca, aún tibia en un taper. Ya en el submarino Gates no pudo dejar de presumir de globalismo. Se conectó por Zoom con Obama y reposando sobre la punta de cuchillo de Javier Wong le mostró un canino humano extremadamente grande. Obama se llevó ambas manos a la cabeza y dijo ¡duude¡

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Mientras, a solo 37 kilómetros de Pisco, una caravana de camionetas 4 x 4 llegaba a Chincha y visitaba las tres farmacias locales de la zona. Una docena de extranjeros buscaba un solo producto: Ivermectina.

Su pronunciación revelaba su origen ibérico. Los mayores creyeron reconocer en el líder, un hombre alto, barbado, sin máscara y de abultado vientre, a un conocido artista de los años 80. Oe, ¿ese no es el que cantaba Don Diablo?, era el runrún chinchano. Este mismo personaje, apenas tuvo las 186 cajitas de Ivermectina en su poder, envío un escueto mensaje al grupo de Whatsapp Vacuna_Jamás: Las tengo. La pantalla se colmó de unicornios con ojos de corazón.

LA RUTA DE LA VACUNACIÓN EN PERÚ:

La ruta de la vacunación contra el COVID-19 (Infografía: Antonio Tarazona)
La ruta de la vacunación contra el COVID-19 (Infografía: Antonio Tarazona)
La ruta de la vacunación contra el COVID-19 (Infografía: Antonio Tarazona)
La ruta de la vacunación contra el COVID-19 (Infografía: Antonio Tarazona)
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Todo lo anterior, si bien completamente inventado, es probable que alguien lo tome por cierto por más advertencias que se hagan. Es la misma razón por la que a un año de la pandemia que ha costado mas de millón y medio de vidas en el mundo haya quienes prefieran prefieren recurrir a un antes que a una vacuna para combatir al Covid. Una vacuna que encima ni siquiera tenemos asegurada.

Cada quien elige. Se le puede creer a un respetable médico veterinario que promociona en base al miedo y la media verdad. O se le puede creer a Pfizer, que desde hace levanta las expectativas humanas sin que nadie se haya quejado por ello. //

Viagra, 1998

LO QUE SE SABE DE LA VACUNA EN EL PERÚ:

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