“Es más bello vivir cantando” resuena entre los muros del penal Castro Castro. Es el ensayo final del coro polifónico de Orquestando, el taller de formación musical del INPE, donde participan más de 80 internos e internas de ese establecimiento penitenciario, del Anexo Mujeres Chorrillos y Mujeres Chorrillos. Se preparan para una presentación en el Teatro Municipal y están emocionados. Entonar “La vida es un carnaval” de la cubana Celia Cruz los hace olvidar, por un momento, su condena.
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“He pasado por tantas cosas malas que mi único refugio ha sido la música. Ahora estoy completamente decidido a tomarla como un modo de vida, solo espero la oportunidad para ejecutarla”, nos dice Mario Domínguez (Lima, 1988), o ‘Pachuco’, como lo conocen en los pabellones. Este año ha cumplido ocho de los 26 años de su sentencia. Mario creció en su recordado Barrios Altos. Entre jaranas y verbenas, encontró el gusto por el cajón, los timbales, la cajita, el güiro y el bongó. “Cuando estoy en el escenario, pienso que es una experiencia única, que no me la quita nadie”.
Él ha perdido su libertad y la oportunidad de pasar tiempo con su hijo; sin embargo, aprecia con toda su fuerza las alegrías que le otorga la música, incluso le ha dado un trabajo con qué sostenerse mientras cumple su condena. En los días de visita, se junta con un grupo y tocan todo tipo de canciones, así alegran el lugar. Con el dinero ganado paga los estudios de su hijo, destina una parte a su futura esposa (se casarán dentro de un mes) y lo utiliza en sus gastos personales. El músico es parte de Orquestando y de la agrupación Son de Castro: “Ese grupo hace que la cana sea menos dura”, dice, y lo mantiene con una permanente sonrisa.
Sueños cumplidos
El talento musical también lo lleva Kiara Collado desde el día en que nació. “Desde niña me gustó cantar en casa, en el colegio, en los cumpleaños. A los 15 años ingresé a un conjunto criollo, pero lo tuve que dejar porque mis papás no lo veían como un trabajo rentable”, recuerda Kiara. Ahora tiene 28 años y estima salir en libertad dentro de dos años, según ha indicado el fiscal de su caso. Han transcurrido cinco meses de su prisión preventiva y está a la espera de una sentencia.
“A pesar de las circunstancias y del lugar en donde estoy, Orquestando me está abriendo muchas puertas. Crecí con la idea de no cantar, pero ahora canto por mí, es algo que realmente me ha gustado desde siempre y no lo pienso dejar”. En el establecimiento penitenciario Mujeres Chorrillos, Kiara aprende de técnica vocal, a trabajar con el diafragma y las técnicas necesarias para desarrollar su talento profesionalmente. “Al salir de aquí me gustaría seguir cantando”.
Es su objetivo y la mira la tiene fija. Piensa en su hijo de cinco años que la espera en casa, se siente más fuerte y no se resigna. Además, ha aprendido a apreciar los pequeños momentos que antes veía innecesarios. Apenas ingresó al penal, Kiara se inscribió en el taller de costura. Ahora hace carteras, almohadas y accesorios que envía a su familia. Han formado un emprendimiento con estos productos y tiene el orgullo de venderlo a familiares y amigos. Por las noches, antes de que se apaguen las luces, Kiara escribe relatos. Le gusta mucho escribir y leer: “Mis libros preferidos son de historia, novelas de suspenso y policiales”, nos dice riendo mientras alza los hombros . Ironías de la vida.
Fuerte y claro
Antes de ingresar a Mujeres Chorrillos, Flor Ortega (Huánuco, 1981) solo cantaba alabanzas en la iglesia misionera adventista a la que pertenecía en Aguaytía, Ucayali. No tiene familia en Lima. Sus tres hijos viven en Huánuco y, en los dos años que lleva como interna, solo los ha visto una vez. “El canto es para mí botar mis sentimientos y transmitir lo que llevo dentro. Quiero que mis hijos me vean brillar al cantar, que sepan que no estoy mal”, afirma Flor. Cantar es para ella olvidarse de todo. Pero, también, ha aprovechado en desarrollar nuevos talentos como coser a máquina: “Quiero aprender a hacer vestidos de novia y el primero será para la novia de mi hijo cuando se case. Es mi sueño”, relata Flor. La venta de sus prendas le ayudan a enviar dinero a sus hijos. “Ellos son mi fortaleza. Cada día que pasa lo marco con un aspa en el calendario, es un día menos en este lugar y un día menos para estar con ellos. Mi condena es de 12 años, pero no siento que estaré todo ese tiempo, con la apelación espero que Dios toque el corazón de las autoridades y me den una oportunidad”.
Para Aníbal Martel, coordinador de arte y cultura del INPE, la música es la gran excusa, el fondo es darles “una actividad formativa para el interno, que los forme como mejores ciudadanos. Ellos, finalmente, van a volver a la sociedad. Es nuestra responsabilidad que, en este paso temporal, reciban algo productivo y reconstructivo para su vida”. El coro polifónico de Orquestando presentó el espectáculo de concierto coral “Arte para humanizar, humanizar para resocializar” el pasado domingo 20 de agosto en el Teatro Municipal frente a una gran cantidad de público. Con las presentaciones del programa Orquestando, se quiere demostrar el poder resocializador del arte. Y un motivo para continuar. //
-En 2017, en el Callao, comenzó el programa Orquestando. Actualmente, es una red nacional compuesta por 670 beneficiarios de 19 establecimientos penitenciarios de todo el país, en cogestión con el Ministerio de Educación.
-Los internos que se matriculan en Orquestando reciben clases de lunes a viernes. En el concierto coral del pasado domingo en el Teatro Municipal, participaron 82 internos de 3 penales. Fue dirigido por el maestro Wilfredo Tarazona.
-El programa Orquestando está conformado por los coros polifónicos, ensambles corales, bandas sinfónicas, ensambles de percusión, entre otras expresiones del taller de formación musical del INPE.
-El INPE promueve talleres educativos y de resocialización en 69 penales de todo el territorio peruano.
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