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Los Yorks

Como si antes de su aparición todo hubiera sido solo silencio. Como si antes solo se conocieran en el mundo la calma y la quietud. Así se sentían las matinales domingueras de los años 60 hasta que irrumpió su voz en un escenario. Así se sintieron hasta que él comenzó a contorsionarse y a temblar; a saltar, gritar, ser poseído; así se sintió hasta que lo vieron devorarse el micrófono con ráfagas de rebeldía que encendían al público en un ritual de baile, garaje, rock y sicodelia que desafiaban cualquier prejuicio: el llamado ritmo ‘enfermedad’. Porque cuando Pablo Luna y Los Yorks tomaron sus guitarras, empezaron a destruirse no solo objetos: también se derrumbó el pasado. Aunque ya Los Saicos habían demolido la estación del tren y los Stones se habían mostrado insatisfechos, el apetito de Los Yorks no parecía tener fronteras. Justamente, la versión de un tema de los británicos –Mercy, Mercy, rebautizada Abrázame– se convirtió en el himno absoluto de las misas ardientes en las que convertían las aparentemente inocentes matinales que los incluyeron en sus carteles desde 1967. Como cantaría Narcosis –otra banda rebelde– varios años más tarde: tuvieron que destruir, para volver a construir. 

“Eso nació de manera absolutamente natural. Me daba por hacer locuras y las hacía. Saltaba, gritaba, me revolcaba en el suelo, agarraba las luces, las destrozaba, rompía los micros, me volvía loco. Me emocionaba muchísimo y me gustaba, y al ver que a la gente le gustaba también, más loco me volvía”, recuerda Pablo Luna hoy, poco antes de despedirse para siempre de los escenarios. “Para mí, aquellos años con Los Yorks fueron una época maravillosa. Pero ahora voy a decir adiós para siempre. Voy a dedicarme a mi familia por completo. Quiero que la gente me recuerde y me tenga en su corazón. Quiero que sea un adiós en mi plenitud”. 

La punta de su lengua
Para alegría de su padre, un amante de los tangos y Gardel, Pablito comenzó a cantar desde adolescente, en el colegio Miguel Grau de Ancón. Poco después, Los Yorks lo vieron actuar junto a su primera banda, Los Press, y le propusieron unirse a ellos. Con apenas 16 años, Pablo era dueño de un desparpajo y una frescura únicos en la escena nacional. De este modo, no solo Abrázame, sino otros temas como Pronto un doctor, Rogarás, Cielo, Charo o La punta de mi lengua se volvieron idóneos vehículos para sus provocadoras actuaciones. Estamos en 1966. Aunque Lima era una ciudad dinámica y cada vez más moderna –gracias a la construcción de la Vía Expresa y el nuevo aeropuerto Jorge Chávez–, seguía dominada por una sociedad conservadora que veía el mundo a través de radios Telefunken y televisores en blanco y negro.

A pesar de eso, la locura no se reservaba solo para el escenario. “A las fans les encantaba romperme las camisas, reventarme los botones, jalarme la ropa. Cuando salíamos de tocar en un canal o una matiné, me correteaban hasta que lográbamos subir al coche”, recuerda Luna sobre sus días de rockstar limeño. El escándalo llegó a las autoridades eclesiásticas, que llegaron a amenazar a Luna y a los otros integrantes del grupo –Walter Paz, Pacho Aguilar, Román Palacios, Jesús Vílchez y Hugo Rivera– con la excomunión. Pero Los Yorks cantaron su propio credo. Discos como Los Yorks 67, Los Yorks 68 y Ritmo y sentimiento (1970) siguieron confirmándolos como los favoritos del público… aunque la policía siguiera sus pasos. “Un día de 1969, acabamos la grabación de El show de Los Yorks –su propio programa en canal 11– y, al salir, nos esperaba un camión de la división de narcóticos de la PIP –recuerda Pablo Luna– y nos levantaron, pensando que nosotros fumábamos marihuana o consumíamos algo más. Pero yo ni siquiera sabía cómo era. ¿Sabes dónde conocí la marihuana? ¡Ahí mismo, en la PIP!”, nos dice, y arranca en risotadas. “En la comisaría de Alfonso Ugarte nos revisaron todito y no teníamos nada, pero en una mesa había tremendos moños que seguro le habían quitado a alguien más”, cuenta el artista. Pablo apenas tomaba una copita de anisado antes de salir al escenario, para despabilarse. Eso sí, recuerda muchas locuras con el grupo en ciudades como Ica, Iquitos, Cusco o Sullana, y en Pucallpa, una noche que los incluyó en un mismo cartel con Tulio Loza, Jesús Vásquez, Los Embajadores Criollos y… ¡Los Panchos! Ahí estaban ellos, los músicos más rebeldes y satanizados de la escena rockera local, departiendo litros de pisco junto a los más grandes representantes del sereno bolero.

En 1969, MAG, su antigua disquera, lanza Yorks 69, un disco apócrifo, porque solo son pistas musicales grabadas previamente, a las que les pusieron la voz de Melcochita, comediante y brillante percusionista. La canción El loco es un ejemplo, literalmente delirante, de este episodio del rock nacional. Aunque en 1974 intentaron juntarse nuevamente, la gran historia de Los Yorks termina en 1970. El talentoso guitarrista Walter Paz falleció en el 2013, pero sus otros ex compañeros tienen aún ocasionales presentaciones. Pablo, sin embargo, tras vivir 30 años en España –alejado de la música y laborando como jefe de seguridad de una empresa vitivinícola–, llega a Lima dispuesto a despedirse definitivamente de aquella historia. Abraza, abrázalo, baby/ Abraza, abrázalo así.  

El concierto

  • Cuándo: El concierto Los Maravillosos Años del Rock será el 2 de junio a las 10 p.m. DÓNDE: Maracaná de Jesús María (Jirón Huáscar 1652)

  • Entradas: En Teleticket o en la puerta del local. 

  • También en escena: Pico Egoaguirre (Los Shain’s), Carlos Guerrero (We All Together) y el Grupo Revólver.

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