No es casual que esta página sea escrita entre edictos de defunción. Aunque en este caso no exista una pizca de honor a la hora de referirnos “a quien en vida fue”.
Los equipos peruanos, orgullosos campeones del torneo local, se dividen en quienes se juran “coperos” por clasificar más veces a la Libertadores, en quienes se conforman con “jugar bonito” y no hacer daño, y en quienes engrosan estadísticas malditas, como Alianza Lima: con la humillación de ayer, los blanquiazules consumaron la peor paliza de su historia en Copa Libertadores. Desde 1976, cuando el Cruzeiro los zamaqueó por 7-1, en el Mineirao de Belo Horizonte, nadie los había repasado en el suelo con tanta crueldad.
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Pero, además, el 8-1 prolonga su larguísima sequía de triunfos: los íntimos se despiden de esta edición de la Copa, con 29 encuentros consecutivos sin aferrarse a un triunfo.
Si no fuera por el gol de penal de Pablo Lavandeira a los 89′, esta también sería la peor derrota en la historia de un equipo peruano en este certamen continental que engorda las arcas de los clubes, como enflaquece sus honras.
El 8-0 de River Plate a Binacional en la Copa Libertadores 2020 continúa con esa corona de púas. Hay que agradecerle mucho al uruguayo que incluso tuvo el gesto de coger el balón y correr hacia el medio.
Analizar cada uno de los goles es una tortura. Además, ya los sabemos de memoria. Sea para autoflagelarnos, sea para vacilar al del frente.
No está de más decir que Alianza Lima le cumplió un sueño impensado a Julián Álvarez, quien con sus seis goles de diversa factura es, desde ayer, el único jugador de River Plate en anotar media docena en un partido oficial.
Los íntimos, de Carlos Bustos, se marchan del Grupo F en el cuarto lugar, con un punto y una diferencia de goles de menos 12.
Es el mismo equipo al que le celebramos sus siete victorias en el fútbol peruano, el del gol maradoniano de Benavente, y los misiles de Jairo Concha. La pesadilla acabó. Pero, con seguridad, continuará el próximo verano. Es la novedad que no sorprende. El hoyo de donde todos salimos embarrados.
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